Opinión
¿Queda magia en el BCE?
Miguel Ángel Bernal Alonso
Esta semana se ha reunido el Banco Central Europeo (BCE), responsable de la política económica de la zona euro. Había un cierto interés, incluso una vaga idea de que quizá el BCE sacara algún conejo de la chistera, pues la Unión Monetaria sigue sin funcionar. Al final no hubo un cambio en la línea de actuación; es más, la comparecencia de Mario Draghi fue una de las más lacónicas que yo recuerdo.
La radiografía de la enferma zona euro es poco alentadora. Tenemos unos datos de crecimiento económico raquíticos, varios países rozando la recesión o con una alarmante falta de ritmo económico. Esa falta de actividad se traduce en unos mercados laborales con unas tasas de desempleo absolutamente inaceptables, además de unos niveles salariales bajos. En algunos países, el nuestro es un buen ejemplo, la precariedad laboral es la nota más destacada.
En materia de inflación, los precios al consumo continúan muy por debajo de los niveles objetivos del banco central, el 2 por ciento. Este año parece casi imposible que se alcance ese nivel; algo que también parece complicado para el próximo año. Es más, si varias economías van a salir del retroceso de los precios, medidos por el IPC armonizado, será por el efecto técnico del alza del crudo. Sinceramente la inflación ni está ni se la espera, al menos en un contexto lógico y previsible.
Desde hace ya tiempo muchos ojos se vuelven hacia el BCE cada vez que se tiene un problema. Le pedimos medidas que, como el bálsamo de Fierabrás, curen todas las dolencias y sane a la enferma zona euro. Desde luego en la defensa del euro aquella frase de: ?El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Créanme eso será suficiente?, fue milagrosa. Ahora bien en el resto no parece que el BCE triunfe. Dejando de lado el efecto Trichet (el anterior presidente, que llegó a subir los tipos de interés cuando se desataba la peor crisis económica que se recordaba desde el crac del 29), hay que reconocer que Draghi lo intenta pero no lo consigue. Tenemos tipos negativos, barras de liquidez periódicas, compra de activos financieros, fuertes penalizaciones a los bancos que mantengan el dinero depositado en el BCE... Aun así no hay manera, no se ve crecimiento ni inflación.
Ante esta situación muchos se preguntas si tiene o ha tenido magia el BCE. Sí, sí que la ha tenido. El problema es que la política monetaria, como Draghi y el BCE, está sola. Cuando Draghi habla, muchos solo se fijan en las medidas que lleva a cabo; pocos, muy pocos en las palabras que dice. Les suenan términos como reformas, política fiscal, corresponsabilidad, eurobonos, porque Draghi las va pronunciado rueda de prensa tras rueda de prensa.
Hablemos de corresponsabilidad. Alemania es el pilar básico de la economía euro, pero a su vez un problema. Si Berlín insiste en seguir manteniendo superávit presupuestarios, deja de invertir y al resto de países nos pone en problemas. Lo hace porque en primer lugar necesitamos que Alemania crezca vigorosamente. Alemania no puede seguir siendo El Dorado del crecimiento, pero, en la práctica, no crecer ni tirar de Europa. En segundo lugar su superávit comercial, nos lastra. Tiene razón, por tanto, Draghi cuando alude a esa corresponsabilidad.
Pasemos a las reformas. Los Gobiernos de cada nación se lavan las manos de su responsabilidad en la asunción de medidas para salir de la crisis. Una y otra vez super Mario pide reformas y los políticos se ponen de perfil. Miremos a España: nuestro mercado laboral necesita una reforma que reduzca considerablemente el número de contratos; necesita articular medidas como la ya famosa mochila austriaca. También se requiere la introducción de mini-jobs, una formación profesional dual... Todas esas reformas son pedidas por el BCE, por organismos internacionales, servicios de estudios e investigación; sin embargo no se hace nada. Aquí en España la reforma laboral no está terminada, se hizo porque se nos exigió desde Bruselas como contrapartida a la ayuda del rescate bancario, pero no se acabó. Esa reforma inacabada es la que hoy nos permite crear empleo con un nivel de crecimiento económico bajo y que, de haberse terminado completamente la reforma, el empleo no sería previsiblemente precario.
En política fiscal, parece ya olvidado que en materia presupuestaria se puede hacer mucho. La demanda y la inversión pública es una herramienta eficaz, muy eficaz para luchar con el actual impasse, dentro de las posibilidades. También se puede hacer mucho desde Bruselas, especialmente desde el Banco Europeo de Inversiones que es precisamente el brazo financiero de la Unión Europea. Hay que recurrir a fórmulas imaginativas para incrementar la inversión pública. Eso sí: inversión, no gasto.
¿Y los eurobonos? Si es necesario un apoyo de los presupuestos públicos, necesariamente hay que ir a un tesoro del euro. Con esa institución se ganaría en capacidad de financiación y abaratamiento del tipo de interés. Hoy no existen problemas de financiación por las compras que realiza el BCE, pero eso no exime de que no pueda ocurrir en el medio plazo, incluso puntualmente a un país porque se le rebaje el rating, como podría ser el caso de Portugal.
Pedimos que el BCE sea la Fed, y se nos olvida que el área euro no es EEUU. La Fed tiene un país; el BCE, por no tener, no tiene ni una confederación. Es la hora de otras políticas económicas, más allá de la monetaria. Es cierto que el BCE no estuvo ágil en asumir medidas para esta tremenda crisis, pero ahora que se mueve no encuentra refuerzos y apoyos, solo demandas de que actúe.