Opinión

Si China derrapa, a bordo vamos todos


    Amador G. Ayora

    ElEconomista se caracteriza por llamar al pan, pan y al vino, vino y por saber anticipar los grandes acontecimientos económicos. Fuimos los primeros en anunciar que el escándalo de las hipotecas basura pincharía la burbuja inmobiliaria en España y provocaría una crisis sin precedentes. Algunos nos llamaron "antipatriotas" y exagerados. Pero acertamos de pleno, pese a que Zapatero se pasó varios meses negando la evidencia de la crisis. Ahora, advertimos de la complicada situación por la que atraviesa China y su grave repercusión sobre la economía mundial. Y hemos vuelto a dar en el clavo, desafortunadamente.

    El mes de agosto iba a ser uno más. Rajoy se disponía a aprovechar unos días de asueto después de aprobar el Presupuesto y de ordenar a sus ministros que salgan a la palestra a contar las buenas nuevas sobre la economía española. Mientras, Artur Mas comenzaba los preparativos de sus elecciones. ¡Ya me gustaría a mi que explicara cómo iba a combatir una Cataluña independiente los vientos de deflación que se avecinan!

    Ajeno a todo este trajín político, el presidente chino, Xi Jinping, devaluaba el yuan un 3 por ciento para hacer más competitiva su economía y cumplir con las exigencias del Fondo Monetario de dar los primeros pasos hacia el mercado. La iniciativa, similar a la que acometieron tanto el BCE como la Reserva Federal, provocó un gran revuelo ya que casi todas las materias primas, incluido el petróleo, se sitúan en mínimos.

    El oro negro volvió a niveles de hace seis años, después de conocerse esta semana que EEUU aprovechó las rebajas del producto para rellenar sus inventarios. Pero, sobre todo, porque nadie quiere dar su brazo a torcer en la OPEP y recortar su producción. Los augurios de Goldman Sachs, que ve el crudo a 30 dólares, parecen más cerca que nunca.

    En EEUU, el ala dura de los republicanos montó el cirio. "Después de 30 años manteniendo la moneda estable no se puede uno levantar una mañana y devaluarla sin dar explicaciones", apuntaba un senador. Lo peor es que el yuan se apreció a mayor ritmo que el dólar desde el comienzo de la crisis en 2008, por lo que se considera que estaba sobrevalorado alrededor del 10 por ciento. Es decir, que aún queda otro recorte de otro siete para reflejar su paridad.

    La caída en el precio de las materias primas proviene de esta sobrevaloración, que provoca un terrible efecto deflacionista en el resto del planeta. Sobre todo, en los países asiáticos limítrofes, que esta semana comenzaron a reducir el valor de sus divisas para poder seguir vendiendo sus productos al gigante asiático en condición de igualdad. También presiona a la baja al dólar, ayudado porque la Reserva Federal probablemente aplace a fin de año el alza de sus tipos de interés.

    Con EEUU, Europa y Japón aún inmersos en planes de estímulo, el temor a una guerra de divisas está a flor de piel. El que no baje sus precios, no podrá vender a China. El Índice DAX germano, que reúne a las grandes exportadoras europeas, perdió en dos semanas alrededor del 20 por ciento, por este motivo. En definitiva, la devaluación china enfriará al resto del planeta, que no podrá exportar productos al mismo ritmo. El mayor damnificado es Europa, su principal socio comercial. Un dato revelador: China aportó la cuarta parte del nuevo crecimiento mundial desde 2008, frente al 18 de EEUU y el 10 de Europa o de Japón.

    España apenas exporta a China, pero lo hace a Francia y Alemania, que sí venden automóviles y otros artículos al dragón asiático. A Europa la iniciativa del banco central chino la coge con el pie cambiado, con una recuperación que flaqueó en el primer semestre pese a la caída del crudo y del euro.

    Hay otra incertidumbre, la fortaleza de la economía china. Xi Jinping está empeñado en mantener el crecimiento del 7 por ciento anual, mientras que la mayoría de los expertos considera que, en realidad éste ronda ya el 5 por ciento, teniendo en cuenta los datos sobre turismo, producción industrial, compra de vivienda, etc., que se conocen. Este propósito obliga a su presidente a suministrar constantes estímulos, que crean burbujas, como la bursátil, que estalló en julio.

    Como consecuencia de esta política de palos de ciego, el capital foráneo está en franca retirada. Se estima que el Banco Central tuvo que inyectar desde febrero alrededor de 150.000 millones de yuanes para completar sus reservas de divisas. La operación conocida esta semana, la compra de repos de deuda a corto plazo para incrementar la liquidez bancaria provocó el último desplome bursátil.

    Hasta ahora, los dirigentes chinos se habían revelado como magníficos gestores. Pero no es lo mismo administrar en tiempos de bonanza que hacerlo en los de miseria. Si China se estrella, a bordo vamos todos.

    Hasta aquí la historia sobre los datos macroeconómicos. Luego está la bursátil. Los índices europeos y el S&P rompieron el jueves las resistencias, por lo que se aceleraron las caídas de todos los valores. El problema es que el descenso de este escalón abre un escenario bajista de otro 10 por ciento adicional y la posibilidad de ver cancelada la tendencia alcista que se mantiene desde hace más de cinco años.

    ¡Que no cunda el pánico! Como habrán leído en elEconomista, tanto el Bando Mundial, como el FMI consideran que el aterrizaje de la economía china desde el 6,8 por ciento este año al 6,5 en 2016 es el "adecuado" y alejan hasta "el medio plazo" una posible "caída desordenada si no se acometen reformas". No creo que estemos en ciernes de una nueva recesión global. Tampoco, al borde de una guerra de divisas entre las superpotencias para mantenerse a flote. En todo caso, se corre el riesgo de asistir a una ralentización del ritmo de recuperación, ya inusualmente bajo, en un momento en que los instrumentos monetarios para contrarrestarla están casi agotados. Por eso tanto nerviosismo en los mercados.

    PD. Los Benjumea cometieron un error garrafal: anunciar la ampliación de Abengoa sin tener apalabrada su financiación, lo que ha lanzado a los bajistas sobre la compañía. Al contrario, que Villar Mir, que se comprometió a aportar 500 millones y puso la Torre Espacio en venta. Ahora el riesgo que corren es perder la mayoría o que la banca, asustada, se niegue a avalar la operación. Un drama.