Opinión
La cronificación de la precariedad laboral
José María Triper
Con independencia de los datos positivos sobre la evolución del empleo y la afiliación a la Seguridad Social, si algo están poniendo de manifiesto, y con meridiana claridad, todos los indicadores de nuestro mercado laboral es que, como un nuevo jinete del Apocalipsis, la salida de la crisis viene cabalgando a lomos del caballo de la precariedad salarial y la temporalidad en los contratos.
O, lo que es lo mismo, que la recuperación la vamos a seguir pagando los mismos que hemos soportado todo el peso de la crisis, a saber, las clases medias, los pequeños empresarios y los asalariados.
Es lo que mi amigo José Antonio García Rubio define como la "cronificación" de la precariedad laboral, anticipando que este deterioro de las condiciones de trabajo y de los costes salariales está derivando en crónico y sin visos de revertir en el corto y medio plazo. Y, por supuesto, más allá de ese horizonte de 2018 que marcan las previsiones de la revisión del Programa de Estabilidad.
La caída de casi un 15% en la contratación indefinida de este mes de abril, el mejor de la serie histórica, es un síntoma que viene acompañado en el aserto del diagnóstico por los resultados de Infojobs que muestra cómo el poder adquisitivo de los salarios ha caído en 7,4 puntos porcentuales durante los últimos cuatro años, mientras que uno de cada diez trabajadores en activo confirma que ha acudido a la economía sumergida para poder completar un salario que le permita cubrir sus necesidades esenciales y sus deudas.
Pero aún hay más. El 66% de los trabajadores que reconoce haber cobrado en negro asegura que lo hace porque la empresa sólo les ha ofrecido esta posibilidad.
Revelador y edificante el dato, sobre todo por lo que supone de incitación al fraude. Son datos de la economía real, esa que no reflejan las cifras de la macroeconomía, pero que son con las que tienen que vivir, o malvivir en muchos casos, las familias y los ciudadanos de este país, en el que por mucho que se empeñen los políticos y los economistas de laboratorio, la recuperación no ha llegado al mercado de trabajo y, lo que es peor, tampoco se la espera.