Opinión

Los vampiros de la guerra


    José María Triper

    Por una vez en su dilatada carrera política y sin que sirva de precedente, a Pedro Sánchez le dio un ataque de realismo, dicen que inducido, y compareció en el Congreso para anunciar el sangre, sudor y lágrimas económico que nos espera.

    Decíamos ayer que, si bien en España los daños comerciales o de inversión derivados de las sanciones a Rusia son mínimos, salvo en el caso del turismo, el impacto sobre nuestra economía, todavía en el furgón de cola de la recuperación, se centra en la energía.

    Y a diferencia de nuestros socios europeos, no tanto en el suministro, pero sí en los precios. El barril de petróleo Brent superaba este jueves la cota de los 119 dólares, por primera vez desde 2013, con el efecto añadido del fortalecimiento del dólar frente al euro. Los contratos de futuro del gas natural han duplicado su cotización hasta 160 euros cuando hace sólo dos semanas se pagaban a 80 euros. Y el coste de la electricidad subía un 34,4% superando los 340 euros el megavatio hora, el tercer registro más caro de la historia.

    Y esto se produce en un escenario de inflación desbocada como refleja el dato del IPC adelantado de febrero con una subida de la inflación del 7,4%, frente al 2% de crecimiento medio de los sueldos en enero, recortando la capacidad de compra de las familias, castigando a las rentas más bajas y frenando la recuperación del consumo privado y por ello de la economía. De hecho, las empresas españolas denuncian que están pagando la electricidad el doble que, en Francia con la repercusión consiguiente en el incremento de precio de los bienes y servicios, en la caída de inversiones, destrucción de empleo y pérdida de competitividad.

    Pero como la alegría va por barrios, y en medio de esta tormenta bélica y económica, el Gobierno se frota las manos recaudatorias por el incremento de los ingresos fiscales que percibe. Cuanto más sube los precios de la electricidad, el gas, los gasóleos y la gasolina más aumentan también los ingresos por impuestos que se embolsa.

    Somos el país de la UE en el que más han crecido los precios energéticos durante el último año y uno de los que más gravan fiscalmente a los hidrocarburos. El 55% del coste del litro de gasolina que pagamos los consumidores son impuestos y prácticamente el 50% en el caso del gas. Y en lugar de rebajar fiscalidad o fomentar la utilización temporal de fuentes de generación eléctrica limpia y más barata como la nuclear, siguiendo el ejemplo de nuestros socios de la Unión y las recomendaciones de la Comisión Europea, aquí nos siguen amenazando con nuevas subidas impositivas bajo el pretexto medioambiental o la mentira de la armonización. Un vampirismo fiscal que a ellos les ayuda a cuadrar unas cuentas que nacían imposibles y el empobrecimiento de los demás les importa nada, o casi.

    Y junto a los vampiros fiscales en estas situaciones de horror bélico y vergüenza aparecen también los vampiros de la sangre. Después de que Izquierda Unida, Bildu y los anticapitalistas se retrataron en el Parlamento Europeo votando contra la condena a Rusia y contra las ayudas al gobierno legítimo de Ucrania, que Sánchez siga un minuto más con sus socios de coalición y sus apoyos de la Frankenstein no solo es una afrenta a la dignidad y a la razón, sino que debilita aún más la posición internacional de España y nuestro aislamiento de las grandes decisiones internacionales. Y eso con el añadido de las irracionales declaraciones de ese portavoz de ERC en el Congreso que lleva su condición como apellido, criticando la acogida de refugiados ucranianos que huyen de la guerra "porque son rubios y con ojos azules" ¿Se puede ser más miserable?

    Cómo dice, y dice bien, el refranero, dime con quien andas y te diré quien eres. Y en este caso las compañías de Sánchez y del PSOE se han significado ante Europa y ante el mundo como los amigos de Putin y las dictaduras y los enemigos de la paz, de las libertades y de España.