Opinión

El dólar mantendrá su relevancia pese a las nuevas divisas digitales

    Las criptodivisas no destronarán al dólar

    Barry Eichengreen

    En este mes de agosto se cumple el 50º aniversario del "fin de semana que cambió el mundo", cuando el presidente estadounidense Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro a un precio fijo y bajó el telón del sistema monetario internacional de Bretton Woods. El medio siglo posterior trajo muchas sorpresas. Desde el punto de vista monetario, una de las más importantes fue el continuo dominio del dólar como vehículo para las transacciones transfronterizas.

    Bajo Bretton Woods, la supremacía del dólar era fácilmente explicable. La posición financiera de Estados Unidos al salir de la Segunda Guerra Mundial era inexpugnable. Los cambios en el precio al que se podían canjear los dólares en oro eran impensables, primero por esa fortaleza financiera mencionada y luego, al debilitarse la posición monetaria del país, por la posibilidad de que una devaluación creara expectativas de otra.

    Muchos pensaron que la medida de Nixon disminuiría el papel internacional del dólar. Con la moneda estadounidense fluctuando como cualquier otra, sería demasiado arriesgado para los bancos, las empresas y los Gobiernos poner todos los huevos en la cesta del dólar. Por tanto, se diversificarían manteniendo más reservas y realizando más transacciones en otras monedas.

    La razón por la que esto no ocurrió está ahora clara. El billete verde tenía la ventaja de su gran arraigo: el hecho de que tus clientes y proveedores también utilicen dólares hace muy difícil que tú puedas recurrir a otras alternativas. Además, las alternativas eran - y siguen siendo - poco atractivas.

    En cuanto al euro, hay escasez de bonos del Estado denominados en euros con la calificación máxima AAA que los bancos centrales puedan mantener como reservas. Por ello, esas autoridades son reacias al uso sin límites de la divisa comunitaria como moneda de reserva. Los controles de capital de China complican el uso internacional del renminbi, mientras que hay temores justificados de que el presidente chino Xi Jinping pueda cambiar abruptamente las reglas de acceso. Y las monedas de las economías más pequeñas carecen de la escala necesaria para mover un gran volumen de transacciones transfronterizas.

    Algunos dicen que la emisión de monedas digitales de bancos centrales (central bank digital currencies, conocidas por sus siglas CBDC), transformará el statu quo. En este nuevo mundo digital, cualquier moneda nacional será tan fácil de utilizar en los pagos transfronterizos como cualquier otra. Esto no sólo erosionará el dominio del dólar, según el argumento, sino que también reducirá en gran medida los costes de las transacciones.

    Esa conclusión resulta muy discutible. Imaginemos que Corea del Sur emite una CBDC "minorista" que los particulares pueden tener en sus carteras digitales y utilizar en sus transacciones. Un exportador colombiano de café a Corea del Sur puede entonces recibir el pago en wones digital, suponiendo, por supuesto, que se permita a los no residentes descargar un monedero digital en monedas coreanas. Pero ese exportador colombiano seguirá necesitando a alguien que convierta esos wones en algo más tangible y útil. Si ese alguien es un banco que haga de contraparte con oficinas o cuentas en Nueva York, y si ese algo es el dólar, entonces estamos justo donde empezamos.

    Como alternativa, los bancos centrales de Colombia y Corea del Sur podrían emitir CBDC "al por mayor". Ambos transferirían la moneda digital a los bancos comerciales nacionales, que la depositarían en las cuentas de los clientes. Ahora el exportador colombiano terminaría con un crédito en un banco surcoreano en lugar de disponer de una cartera de monedas surcoreanas - suponiendo esta vez que se permita a los no residentes tener cuentas bancarias coreanas. Pero, de nuevo, el exportador tendría que pedir al banco surcoreano que encuentre una contraparte para convertir ese saldo digital en dólares y luego en pesos para tener algo de utilidad.

    El cambio de la situación exigiría que los CBDC fueran interoperables. El pagador surcoreano pediría entonces a su banco una orden de depósito denominada en wones, y se descontaría una cantidad correspondiente de CBDC en la cuenta del pagador. Esa orden de depósito se transferiría a un "corredor" internacional específico, donde podría cambiarse por otra orden de depósito en pesos al mejor tipo de cambio ofrecido por los operadores autorizados a operar allí. Finalmente, la cuenta del beneficiario colombiano registraría el ingreso del número correspondiente de pesos digitales, y la orden de depósito dejaría ya de tener validez. ¡Voilà!: la transacción se completaría en tiempo real a un coste menro que el actual, sin involucrar al dólar ni a bancos intermediarios.

    Por desgracia, las condiciones para que esto funcione son muy exigentes. Los bancos centrales implicados tendrían que acordar un protocolo conjunto y coordinarse para controlar su funcionamiento. Tendrían que autorizar y regular a los operadores que tuvieran inventarios de divisas y órdenes de depósito para garantizar que el tipo de cambio previsto en el protocolo no se desvíe del que está vigente en el mercado. Y tendrían que ponerse de acuerdo sobre quién proporcionaría liquidez de emergencia, y bajo qué garantías, en caso de desequilibrio grave entre la oferta y la demanda.

    En un mundo con 200 monedas en circulación, los acuerdos de este tipo requerirían la firma de miles de acuerdos bilaterales, lo cual es obviamente inviable. Y los protocolos firmados entre muchos países, aunque a veces se llevan a cabo, requerirían normas y acuerdos de gobernanza considerablemente más elaborados que los de la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional. Esto, claramente, es inviable.

    Las CBDC sin duda se utilizarán en el futuro. Pero no cambiarán las reglas de juego de los pagos internacionales. Y tampoco destronarán al dólar.