Cinco razones para creer en Iberoamérica (y combatir el pesimismo)
Núria Vilanova
Este 19 de julio es un día muy especial para todos los que somos y nos sentimos iberoamericanos. Hace hoy 30 años, en 1991, se firmó en Guadalajara (México) la primera declaración de jefes de Estado de la región, acta de nacimiento de la Comunidad Iberoamericana de Naciones. En recuerdo, los ministros y ministras de Exteriores de nuestros 22 países aprobaron en 2019 que el 19 de julio de cada año se conmemore el 'Día de Iberoamérica'. Pese a la pandemia, en 2020 se celebró su primera edición y la de este año es una fecha aún más especial, porque se cumplen tres décadas de una decisión que marcó un antes y un después en nuestro vínculo.
Esta celebración es una excusa perfecta para reflexionar sobre nuestra región. La cuádruple crisis que afecta a Iberoamérica ha traído una oleada de pesimismo generalizado. Hemos pasado del 'latino-optimismo' de hace una década al actual 'latino-pesimismo', alimentado por diversas crisis: político-institucional, como evidencian las protestas ciudadanas que se suceden desde 2019; económica (es la región que más vio contraerse el PIB en 2020); social (pobreza, desigualdad y paro se han disparado y los índices han retrocedido a los existentes hace una década) y sanitaria: es la zona del mundo con más contagios en relación a su población.
Sin embargo, hay razones y sólidos argumentos, no meros voluntarismos, para afirmar que es tiempo para creer en Iberoamérica para, desde esa convicción, crear una nueva América Latina. En primer lugar, existen argumentos históricos: se trata de una región con gran capacidad de resiliencia, capaz de reinventarse en anteriores crisis (en los años 30 y en los 80) y salir a flote.
También hay argumentos económicos y empresariales para confiar en las posibilidades de Iberoamérica. Entre los primeros, su riqueza en recursos naturales, factor que se va a convertir en ventana de oportunidad no solo cuando la economía mundial se recupere y demande materias primas, sino en el momento en el que se dé el definitivo cambio global de la matriz tecnológica y energética. La región posee en abundancia las commodities (el litio, por ejemplo, del que tiene el 85% de las reservas) que se necesitan y se demandarán para esa transformación que liderarán la UE y EEUU en la busca por construir economías más sostenibles, 'verdes' e inclusivas. Esto sitúa al área como uno de los proveedores principales de recursos y la vincula con estrategias como el plan 'Next Generation' de la Unión.
La región, además, posee un tejido empresarial y de emprendedores que ha demostrado ser capaz de estar al tanto de los desafíos que demanda la IV Revolución Industrial. Un sector privado dinámico, en proceso de internacionalización y consciente de los retos sociales y de sostenibilidad que enfrenta la región. Como quedó claro en el último Congreso Iberoamericano CEAPI, celebrado en mayo en Madrid, su papel en el diseño de un nuevo contrato social postpandemia es fundamental. Y desde esa red empresarial habrá que reconstruir las economías regionales bajo otros parámetros, basados en el impulso a la productividad y la competitividad, la digitalización, la sostenibilidad social y medioambiental y una fundamental colaboración público-privada.
Existen, igualmente, razones sociales para confiar en las posibilidades de una región que se beneficia en la actual coyuntura de un doble bono: el demográfico y el de género. La incorporación de los jóvenes mejor preparados de la historia al mercado laboral lo mismo que la de las mujeres supone un impulso para la economía y la innovación. Como dijo el presidente del BID, Claver Carone en el IV Congreso CEAPI, "cerrar la brecha de género en la participación laboral aumentaría hasta un 20% el PIB de nuestros países".
También hay cuestiones geopolíticas que permiten prever que el peso mundial de la región va a aumentar. Latinoamérica se ha convertido en uno de los campos de pugna entre China y EEUU lo que provocará que ambas potencias coloquen a la región como uno de sus ámbitos de interés prioritario para garantizar su seguridad energética, prosperidad económica y fortaleza geopolítica.
Finalmente, la política importa. Los liderazgos políticos, que fueron capaces de construir democracias que han resistido duros embates como la crisis de los 80 y la 'media década perdida', afrontan ahora un reto mayor: el de poner a un lado rivalidades y lograr construir consensos y políticas de Estado que perduren en el tiempo. Y que estén dirigidos a diseñar administraciones eficaces y eficientes y a fortalecer un ambiente de seguridad jurídica y previsibilidad que es condición sine qua non para aumentar el creciente interés económico por Latam. Esto ya viene ocurriendo en los últimos años con el arribo de la inversión China, pero incluso inversores con aún menos tradición en la región están comenzando a incrementar su presencia con importantes proyectos.
España, con una amplia historia de presencia en el área, podría convertirse en un importante referente y aliado para Latam en los nuevos escenarios que se abren (digitalización, automatización) al hilo de una pandemia que ha acelerado esas tendencias. Los países de la región deberán modernizar sus economías en los próximos años para no quedarse atrás y España se posiciona como un actor clave para apoyar a empresas latinoamericanas en su transformación.
Existen razones para ser optimistas sobre el futuro de Latinoamérica. Una región que ha demostrado su capacidad de resiliencia y que, en la actual coyuntura, es una de las zonas del mundo con mayor potencial para la era postpandemia por sus recursos, su fortaleza social, su dinámica clase empresarial y su importante posición geoestratégica.