Opinión

Casado, año cero

    El presidente del PP Pablo Casado

    José María Triper

    La hora cero se define como la fecha límite de una persona o un colectivo para hacer un cambio en sus hábitos de vida. Y esa es la encrucijada en que se encuentran hoy Pablo Casado y el Partido Popular, que enfrentan su año cero en el que el presidente arriesga el liderazgo y el partido se juega su supervivencia como alternativa de Gobierno.

    Cierto es que la sede nacional de Génova y en la dirección impera el optimismo, moderado sí, pero optimismo. Las encuestas les dan al alza, muy ligera y ciertamente insuficiente, pero estiman que es sólo el primer paso y que la catástrofe sanitaria y económica que se apunta en este primer semestre de 2021 les pueden catapultar en la intención de voto, sobre todo si se confirma la sublimación de Ciudadanos vía absorción o vía trasvase de notables, cargos electos y afiliados. ¡Volvemos a estar vivos!, dicen, y es evidente que todos estos factores, además de la cada más evidente división entre los socios de gobierno, son vientos favorables.

    Pero junto a ellos son muchos y también muy graves los obstáculos que amenazan la resurrección, siendo el mayor de ellos ese calvario judicial que va a pesar como una losa sobre la credibilidad, la imagen y la propia labor de oposición.

    A saber, el próximo 8 de febrero comienza el juicio separado de la "Caja B" que tiene has final de mayo como horizonte temporal. Y en ese tiempo se van a acumular los procedimientos de los casos Gürtel, Púnica y Lezo, amén de la comisión de investigación en el Congreso sobre el caso Kitchen por espionaje con fondos reservados al ex tesorero Luis Bárcenas. Un trámite y un proceso en los que Unidas Podemos ha pedido las comparecencias en el Congreso y ante la Audiencia Nacional de los ex presidentes Mariano Rajoy y José María Aznar, además de ex ministros como Álvarez Cascos, Javier Arenas, Rodrigo Rato, María Dolores de Cospedal o el ex titular de Interior, Jorge Fernández Díaz, y su ex número dos, Francisco Martínez, único político imputado hasta el momento.

    Todo esto con un elemento añadido, que Bárcenas ha cambiado de abogado y el nuevo es partidario de pactar con la Fiscalía, lo que ha puesto muy nerviosos a algunos de los afectados que podrían dar con sus huesos en la cárcel con el consiguiente desprestigio y deterioro no sólo personal sino en las expectativas del partido.

    Son casos e investigaciones en las que Pablo Casado alega, que corresponden a etapas anteriores a su presidencia y a la renovación del partido que pretende, pero no va a poder evitar que ante los tribunales y, sobre todo, en el debate parlamentario se recuerden sus puestos de relevancia en los equipos de Aznar y de Rajoy y lo que es más grave y va a tener muy difícil impedir, el desgaste y la erosión de la marca Partido Popular.

    Y, en medio de este vía crucis judicial, Casado y el PP deberá atender a las elecciones en Cataluña, donde un resultado poco favorable o el no descartable sorpasso de VOX pueden ser demoledores de cara al Congreso Nacional, previsto para fin de año, y al precedente de Madrid, una Comunidad en la que el partido lleva casi tres años en manos de una gestora, y en la que la presidenta Ayuso y el alcalde Almeida son figuras emergentes y pueden protagonizar una batalla no sólo por el liderazgo regional sino por ser la alternativa nacional.

    Estos son los retos y estos los protagonistas de un año cero en el que Pablo Casado, pese a su acertado giro al centro y su relevante mejoría como parlamentario, se encuentra en la obligación ineludible de dar la vuelta a las encuestas, limpiar a su persona y al partido de los borrones judiciales, consolidar la unidad interna y eliminar las serias dudas que en los poderes económicos y en la UE existen todavía sobre si puede ser presidenciable. ¿Misión imposible? Complicado seguro, pero dispone todavía de cartas y está en su mano y en la de sus asesores jugarlas con inteligencia y con acierto. ¿Qué sepan hacerlo? Esa es la cuestión.