Venezuela: Una elección hacia ningún lado
Carlos Malamud
El domingo seis hubo elecciones parlamentarias en Venezuela para elegir a los 227 diputados de la Asamblea Nacional. Tras ellas, el chavismo recuperó el Poder Legislativo y con él, el control de todos los resortes del Estado, lo que no es poca cosa. Sin embargo, esto no conducirá a ningún lado, especialmente si se piensa en alguna solución para la casi infinita crisis venezolana.
Hace tiempo definí a Venezuela como "el país de la solución inimaginable", ya que todas las alternativas ensayadas para acabar con este mayúsculo problema habían fracasado. Esta es una nueva ocasión perdida dada la cerrazón del gobierno, como se vio en las frustradas negociaciones con la Unión Europea. Por eso, sigue sin divisarse ninguna salida que permita albergar cierto optimismo. Si a esto se suma la deriva autoritaria de Nicolás Maduro, la división de la oposición y el hartazgo social con la política y los políticos hay pocas opciones de que las cosas cambien a medio plazo.
Pese a ello, la negociación sigue siendo el mejor camino para evitar mayores sufrimientos a una sociedad exhausta. Una negociación capaz de sumar a los diversos actores políticos, del gobierno y de la oposición, y que los siente en la misma mesa con los militares y la sociedad civil. Si bien Joe Biden podrá aportar algunas novedades interesantes, estas no modificarán radicalmente el panorama. Habrá cambios de forma y no sería descartable la eliminación de alguna de las sanciones más antipopulares (no las individuales). Pero, para avanzar, Maduro debería emitir señales de cambio y un compromiso negociador hasta ahora inexistente.
Habrá que estar atentos a las elecciones locales y regionales a celebrarse en algún momento del año próximo. De cómo se realicen, de la participación de la oposición y de su resultado dependerán las opciones de seguir negociando. Si esto ocurriera, en 2022 se podría convocar un referendo revocatorio con garantías. Sería la mejor manera de abandonar el callejón sin salida en que actualmente se encuentra Venezuela.
Como estaba previsto, la baja participación facilitó el fraude, ya que los comicios estuvieron marcados por una alta abstención, que según las estimaciones oficiales rondó el 70%. A esto se agregaron nuevas reglas de juego electorales, como el aumento del número de representantes y la no elección de los tres diputados indígenas por voto popular. Así, se diseñó a placer la composición de la Asamblea, incluyendo diputados opositores, tanto aquellos próximos al chavismo como quienes creían que había que participar a toda costa.
La baja votación fue un golpe a la legitimidad del nuevo Parlamento y a la imagen internacional de Maduro y del proyecto bolivariano. Movido por tal preocupación, Diosdado Cabello, el número dos del régimen y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), amenazó a sus conciudadanos con una propuesta nada democrática: "el que no vota, no come". Podría pensarse cuál hubiera sido la participación de no haber mediado tanta presión.
La oposición debería hacer una profunda reflexión para recomponer su unidad cuanto antes
Con sus palabras, Cabello aludía al control gubernamental, "carné de la patria" mediante, del reparto de alimentos a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Es un eficaz mecanismo de control social y político, que evita que una parte importante de la sociedad acabe en la miseria y la desnutrición. También explica, en parte, la capacidad de resistencia de un gobierno condenado mundialmente por violar sistemáticamente los derechos humanos.
En sintonía con el espíritu desafiante de Cabello, Maduro afirmó que si ganaba la oposición dimitiría. Pese a esta boutade, casi una inocentada, Maduro sabía que los principales partidos de la oposición no participarían y que, en 2015, cuando el oficialismo perdió las elecciones a la Asamblea Nacional por un amplio margen, no se le ocurrió poner su cargo a disposición de los representantes del pueblo.
Ante la falta total de garantías, los partidos más representativos de la oposición decidieron abstenerse. Llegados a este punto se antoja complicado, más allá de la denuncia de las condiciones irregulares bajo las cuales se establecerá la nueva Asamblea, mantener a la anterior bajo el manto de la legalidad. El problema radica en que es la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que sigue apoyando a Maduro, quien tiene el poder de hacerlo.
Sigue sin divisarse ninguna salida que permita albergar cierto optimismo sobre Venezuela
La legitimidad de Juan Guaidó para erigirse como presidente legítimo partía de su condición de presidente del Parlamento. Al no ostentar dicho cargo, si bien Estados Unidos, la Unión Europea, el Grupo de Lima y otros países rechazaron las elecciones, ¿cuál será su futuro? ¿Hasta donde llegará el régimen para acabar con esta experiencia opositora? ¿Permitirá que Guaidó continúe en libertad? Un gobierno en el exilio tendría un corto recorrido. Por eso, la oposición debería hacer una profunda reflexión para recomponer su unidad cuanto antes, situándose a la altura de los nuevos desafíos que aporte el nuevo gobierno de Biden.