Mejorar la cultura fiscal y financiera
- La Ley Tributaria debe verse como un código al servicio de la ciudadanía
- Desde el mundo político, a menudo se fomenta la idea de que el dinero público "no es de nadie"
Marta Zaragozá
Con mucha frecuencia, el debate sobre materia fiscal en los medios se nos presenta a los ciudadanos en unos términos bastante técnicos y complejos. Se suele hablar de posibles subidas del IVA, del incremento del impuesto de Sociedades, de la necesidad de retirar bonificaciones al mismo, elevar el IRPF, rescatar Patrimonio o armonizar figuras como Sucesiones y Donaciones.
El debate se vuelve incluso mucho más intenso en tiempos de crisis, como el presente, en el que las necesidades de financiación del Estado de Bienestar se intensifican como consecuencia de paliar adversas situaciones personales y empresariales originadas por la destrucción de la actividad económica.
Hay que decir que, ante estos debates, la mayor parte de las veces los ciudadanos asisten de forma atónita o, simplemente ausente, pues en su mayoría ignora desde el punto de vista conceptual el funcionamiento de la financiación del Estado.
Evitar actitudes hostiles
Seguramente, tener una imagen cabal de este engranaje contribuiría a corregir actitudes desentendidas, cuando no hostiles, de muchos ciudadanos hacia el fisco, las cuales terminan por favorecen la economía sumergida, y sería también de gran valor para la gestión nuestro propio patrimonio. Por cierto, a propósito de la economía sumergida en España, vale la pena recordar que representa el 24% de nuestro PIB, frente a la media del 16% en el conjunto de Europa, según datos del FMI.
Los últimos estudios realizados por el CIS sobre cultura tributaria ponen de manifiesto un dato rotundo: casi ocho de cada diez españoles (el 77,7%) consideran injusto el sistema. Pero, además, emergen ciertas disonancias en la percepción de los ciudadanos respecto del mismo. En general, vienen a decir estos informes, los españoles lo conciben como una herramienta acumulativa; es decir, como un modo de obtener servicios que facilitarán la vida en el futuro, como jubilación, sanidad o educación, más que como un instrumento de solidaridad que contribuye a corregir desigualdades.
Además, esta percepción general requiere de matizaciones si se atiende al momento vital de cada segmento de población. La concienciación de los mayores, favorecida por encontrarse en ese periodo de la vida que se corresponde al cobro de derechos pasivos, contrasta con la de los jóvenes, nacidos ya en el seno de un sistema asistencial consolidado, que apenas se cuestionan las fuentes de sostenimiento del mismo. Y aun difiere más de la de los adultos activos, persuadidos de que pagan demasiados impuestos sin terminar de atisbar un retorno claro.
Falacias sobre el dinero público
Resulta curioso remarcar cómo esta deficiente cultura respecto del sistema tributario, a veces unida a cierta ausencia de sensibilidad, la vemos también reflejada en la clase dirigente a la hora de realizar manifestaciones que dan a entender que los servicios públicos resultan gratis para los ciudadanos o que el dinero público no es de nadie.
Precisamente, en periodos de crisis como el presente, este tipo de discursos deberían modularse en aras de un mayor didactismo, en tanto que son coyunturas propicias para incrementar los ingresos mediante la aplicación de una mayor presión impositiva a los ciudadanos.
Diversos estudios científicos relacionados con la psicología y la economía del comportamiento ponen de relieve el poder transformador de las actitudes ciudadanas cuando desde las instituciones se promueve la formación y se realiza un esfuerzo de comunicación para simplificar y hacer más comprensible la faceta instrumental o práctica del sistema.
El primer objetivo, relacionado con la cultura tributaria, se resolvería llevando la formación sobre la materia a las escuelas desde estadios tempranos, paralelamente a la educación financiera, dado que todos, sin excepción, en algún momento de nuestra vida seremos compradores, ahorradores e inversores.
Y el segundo objetivo, orientado más hacia los procedimientos formales que tienen que ver con el cumplimiento, concibiendo la Ley General Tributaria como un código al servicio de la ciudadanía, que fomentase la estabilidad de las normas y potenciase la sencillez y la claridad de los trámites, los mecanismos de realización de consultas y los acuerdos con la Administración.
Ayuda de la tecnología
El desarrollo de las nuevas tecnologías debería permitir no solo una difusión de esa labor pedagógica en torno a la tributación, sino la propia simplificación de los procedimientos que permita a los ciudadanos cumplir con sus obligaciones en este campo. Igual que hay marcas que se encargan de anunciar el impacto ambiental que implica su utilización, el reverso de todo acto tributario debería conllevar el beneficio colectivo que se desprende de él y las ventajas que reporta individualmente.
Esta labor didáctica la han entendido muy bien las iniciativas empresariales y de servicio que han nacido en el campo de la nueva economía aplicadas al campo de la tributación. Además de proporcionar servicios en línea basados en la sencillez, la transparencia y a un coste reducido, han asumido la labor de informar y sensibilizar de una forma pedagógica sobre el campo fiscal. En pocas palabras, su mérito está en haber hecho simple y atractivo lo que hasta hoy era complejo y aburrido, y tampoco se entendía.