Opinión

Una peligrosa interinidad en EEUU

    El presidente electo de EEUU Joe Biden

    Barry Eichengreen

    Las transiciones presidenciales nunca son fáciles, especialmente cuando implican la derrota en las urnas de un jefe de Estado en funciones. Pero esta vez la transición ocurre en medio de una crisis sin precedentes. El presidente todavía en el cargo se niega a reconocer la votación como un rechazo a sus políticas y siente una antipatía visceral por el candidato electo, a quien acusa de fraude y a quien desestima como demasiado frágil para asumir las obligaciones del cargo. Acusa a su sucesor de ser un socialista, un defensor de políticas que pondrán al país camino a la ruina.

    El año era 1932 y la transición de Herbert Hoover a Franklin D. Roosevelt ocurrió en medio de una depresión económica y una crisis bancaria sin parangón. El presidente saliente, Hoover, sentía una intensa aversión por su sucesor, cuya incapacidad preocupante no era una falta de agudeza mental, sino más bien la parálisis parcial de Roosevelt. Llamaba a este último "camaleón" y lo acusaba de "hacer trampas con la baraja". Durante su campaña y después, Hoover insinuaba que las tendencias socialistas de Roosevelt pondrían al país en "camino hacia Moscú".

    En aquel momento, el interregno duró cuatro meses, durante los cuales el presidente derrotado y el Congreso hicieron poco o nada para resolver la crisis en curso. Las quiebras bancarias y el pánico se propagaban de manera contagiosa, obligando a los gobernadores estatales, uno tras otro, a cerrar sus sistemas bancarios. Pero Hoover se negó a declarar una intervención bancaria unilateralmente. Para cuando Roosevelt asumió la presidencia en marzo de 1933, el sistema bancario y toda la economía estaban prácticamente paralizados.

    Hoover era consciente de la crisis. Pero se oponía ideológicamente a la intervención del Gobierno federal. Y estaba plenamente convencido de sus opiniones.

    Ahora se puede esperar un comportamiento similar del presidente derrotado Donald Trump. Por ideología y despecho, es probable que Trump se niegue a hacer algo ante el coronavirus arrollador. La pregunta es hasta dónde llegará para impedir los esfuerzos del presidente electo, Joe Biden, por ocuparse del tema apenas asuma su cargo. ¿Trump les prohibirá a los miembros de su grupo de trabajo sobre el coronavirus y a otros responsables informar al equipo de transición? ¿Retendrá información sobre la Operación Máxima Velocidad, el esfuerzo del gobierno para producir una vacuna contra el Covid-19?

    Al no ver ninguna necesidad de nuevas políticas, Hoover hizo todo lo que estaba en su poder para limitar las opciones del presidente entrante. Como ferviente creyente en la conveniencia del patrón oro, le pidió a Roosevelt que emitiera una declaración apoyando su permanencia, como una manera de fomentar la confianza. Alentó al presidente electo a apoyar, y hasta recomendar, a miembros de la delegación de Estados Unidos designada por Hoover para la conferencia internacional programada para discutir las deudas de guerra europeas y el restablecimiento mundial del patrón oro.

    Roosevelt reconoció el peligro de atarse las manos con este sistema cambiario y se negó a comprometerse antes de asumir la Presidencia. Ante el desaire del presidente electo, Hoover, furioso, difundió copias de los documentos en los que se afirmaba en esa actitud, atizando a la opinión pública.

    De la misma manera, podemos esperar que Biden rechace las exigencias de Trump- si las hay- y evite compromisos que limiten su espacio de maniobra política. Pero Trump ya lo ha limitado de otras maneras. En particular, sus nombramientos judiciales plantearán un desafío para el esfuerzo del nuevo presidente de hacer política a través de órdenes ejecutivas y directivas regulatorias. Mientras tanto, los esfuerzos por proponer legislación y confirmar a los nominados para puestos administrativos probablemente se vean frustrados por el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, suponiendo que no haya ninguna otra sorpresa electoral proveniente de Georgia (un Estado que Biden parece haber ganado y en el que en enero se llevarán a cabo elecciones de segunda vuelta para una parte del Senado).

    Biden debe reiterar su mensaje de esperanza y unidad como antídoto al Covid y a Trump

    La transición de Hoover a Roosevelt tuvo lugar en un momento peligroso. Las movilizaciones políticas espontáneas de todo tipo estaban en aumento. Un contingente de más de 43.000 veteranos de la Primera Guerra Mundial y sus familias había marchado hasta Washington, a mediados de 1932, exigiendo el pago de certificados de servicio a sus veteranos. Los manifestantes fueron dispersados de manera violenta, con pérdidas de vidas, por la policía de Washington y el Ejército bajo el liderazgo del general Douglas MacArthur. Ese episodio no fue irrelevante en la derrota electoral de Hoover (un resultado que podría haber servido como advertencia para Trump, que también llamó a las tropas para dispersar a los manifestantes contra la violencia policial).

    Por otra parte, había protestas, algunas violentas, contra las ejecuciones hipotecarias que tenían lugar en los tribunales en todo el país. Había un creciente respaldo popular a políticos extremistas como Huey Long de Louisiana. Las penurias, el desempleo y la desesperanza económica formaban el telón de fondo frente al cual Giuseppe Zangara, un albañil desempleado con problemas físicos y mentales y opiniones anti-sistema extremas, intentó asesinar a Roosevelt 17 días antes de jurar su cargo. 

    Hay dos lecciones en todo esto. El presidente electo y quienes lo rodean necesitan tomar precauciones adicionales para su seguridad personal, dado el clima político encendido y los continuos esfuerzos por parte de Trump por avivar las llamas. Y Biden ahora, al igual que Roosevelt entonces, debe reiterar su mensaje de esperanza y unidad como un antídoto para el coronavirus y la división política. En 1933, era "el propio miedo" lo que los norteamericanos tenían que superar. Hoy, cuando es el miedo mutuo lo que los norteamericanos deben superar, la afirmación de Biden de que "no hay Estados rojos o azules, sólo Estados Unidos" es un buen comienzo.