Por un 12 de octubre contra el indigenismo
- Detrás de las ideologías de este tipo, laten impulsos totalitarios
- La 'leyenda negra' española en este ámbito se basa en relatos falsos como el propio de De las Casas
Joaquín Leguina
La Fiesta Nacional del 12 de octubre conmemora, como es sabido, la llegada de Colón a un nuevo continente, y este año, pese a la grave situación sanitaria, económica y social, debería celebrarse el Descubrimiento con más fuerza, con el fin patriótico de reafirmar nuestra unidad por encima de las actuales dificultades y también superando el empeño que tiene el actual Gobierno por abrir brechas en la Reconciliación Nacional. Se trata, pues, de recordar con orgullo el descubrimiento de América, porque fue una hazaña realizada por españoles y denigrarla resulta histórica e intelectualmente ridículo.
Es buena ocasión para denunciar el negacionismo que hoy se ve, por ejemplo en EEUU, porque, ¿a qué viene denigrar a los descubridores (derribar estatuas de Colón) o a quienes llegaron allí valores humanitarios como Fray Junípero Serra?
Estos destrozos tienen, por un lado, una componente antiesclavista. Pero, ¿a cuántos africanos esclavizados llevaron los españoles de los siglos XV ó XVI a América? A ninguno.
En efecto, ahora es más pertinente que nunca recordar aquella aventura, mientras el presidente de México (un descendiente directo de asturianos) reclama que el Rey de España pida perdón por un pretendido genocidio que nunca existió. Hubo desmanes, sí, pero hubo muchas más aportaciones positivas, empezando por la de la rueda y también la modernización que representó el Renacimiento europeo.
Digamos bien alto que el indigenismo es una ideología mentirosa en la que se juntan el mito del buen salvaje y el relativismo cultural. Estas falsedades no han nacido hoy, pues ya hubo un auge efímero del indigenismo en la primera etapa de las guerras de la independencia americana, como un arma más contra la colonización española, y también para lograr la adhesión de los indios a los ejércitos criollos.
Abismo imposible de cerrar
Pero el movimiento por la independencia iba en sentido contrario al de los derechos de los indígenas. Sus dirigentes más avanzados se proponían superar la etapa colonial no para volver al pasado precolonial, sino para alcanzar el nivel de las sociedades europeas de la época, profundizando así el abismo con las sociedades indígenas.
Entre los indigenistas originarios se encuentra, sin duda, Garcilaso de la Vega, llamado El inca, que en el inicio del siglo XVII ya escribió Historia general del Perú. Garcilaso era hijo de un noble español y de una princesa inca. Detrás de sus escritos está el recuerdo nostálgico, desde la lejana Andalucía, a su infancia peruana, sumado a su fantasía desbordante y a su gusto por lo exótico.
Otro referente histórico es, sin duda, Bartolomé de las Casas, cuyas críticas a los colonizadores están plagadas de mentiras. Existe hoy una historiografía indigenista que lo único que busca es desprestigiar a España basándose en las invenciones de Las Casas, el cual relató unas imaginarias civilizaciones indígenas anteriores a la conquista donde reinaban la paz, el amor entre los hombres y la igualdad. Todo falso.
Construcción de mitos
A mediados del siglo XX y a remolque de los movimientos populistas y tercermundistas surgió una nueva generación de ideólogos indigenistas. Los regímenes nacionalistas y populistas que abundaron en América Latina a partir de los años treinta, y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, utilizaron con frecuencia al indio como un mito en la construcción de una supuesta identidad nacional y en oposición al europeísmo. Ése es el caso del aprismo peruano, los regímenes de Lázaro Cárdenas y Echeverría en México, de Torrijos en Panamá o el Movimiento Nacional Revolucionario Boliviano.
Los indianistas, como todo mesianismo, tienen visos totalitarios y pretenden poseer una nueva visión del mundo, aunque en este caso la novedad consista, por ejemplo, en reclamarse de una religión india.
A este propósito, Carnero Hoke escribió lo que bien puede definirse como un cúmulo de mentiras y estupideces: "Al combatir a Occidente le oponemos no su contrario, sino un nuevo pensamiento. […] Nosotros, los indios latinoamericanos no podemos aceptar la moral, la religión, la filosofía y la ciencia occidental, porque ellas no son justas ni éticas ni científicas. Nosotros demostraremos que el pensamiento de nuestros abuelos del Tahuantinsuyu es justo, moral, científico y cósmico, es decir, insuperable".
Y uno se pregunta si este necio incluye en su negación de la ciencia occidental a Jenner y a Fleming.
Más cerca del presente, estos movimientos encontraron apoyo en el neopupulismo latinoamericano liderado por Hugo Chávez. Los intereses de la política exterior del líder venezolano y sus estrechos vínculos con los fundamentalistas islámicos lo llevaron a extravagancias tales como promover la conversión al islam de los indígenas wayú.
En Bolivia, el movimiento indigenista creyó triunfar con el gobierno del líder cocalero aymara Evo Morales, que sin embargo, no satisfizo las demandas de los colectivos indígenas, llegando en su última etapa al disparate socioeconómico.
La realidad que encontraron al llegar los españoles eran tribus que luchaban a muerte entre ellas. Existían la esclavitud y la antropofagia. Los pueblos más fuertes dominaban a los más débiles y las religiones exigían sacrificios humanos. Por ejemplo, los mapuches chilenos, cuyos supervivientes son hoy iconos del indigenismo, practicaban sacrificios humanos, el último de los cuales se realizó en 1960.
En cuanto al exterminio realizado supuestamente por los españoles, fue materialmente imposible que unos pocos cientos de conquistadores pudieran exterminar con sus manos a millones de indios.