Lanzadas a moro muerto
Joaquín Leguina
Gabriel Albiac nos recordaba hace unos días que ya Pascal advirtió que en cada una de nuestras memorias, lo bueno y lo malo, el acierto y el disparate, se amalgaman.
Ocurre lo mismo con todos nuestros recuerdos. Quedan las evocaciones y no porque haya en ellas verdad o mentira. Permanecen porque son las que tejieron nuestras fantasías, esas que nos definen. Shakespeare lo escribió con gran belleza: "Estamos hechos de la materia de los sueños, y nuestra vida entera se resume en un letargo".
Por eso, unir "memoria" a "democracia" sería obsceno si no fuera idiota, pues es un anacoluto que no significa nada.
Todo ello sea dicho a propósito del anuncio gubernamental de una nueva ley de la memoria, esta vez llamada "memoria democrática".
Le nueva norma busca el olvido de los miles de asesinatos cometidos por la retaguardia republicana
En verdad, estamos ante otra manipulación política que también pretende desorientar al público para que dirija sus miradas hacia el Valle de los Caídos y no a los terribles problemas entre los cuales navega nuestro país a causa de la pandemia.
Un Valle escurialense del cual esa ley pretende expulsar a los benedictinos y, de paso, sacar a José Antonio Primo de Rivera de su actual tumba para volver a enterrarlo en una anónima. Quizá para que se olvide que fue fusilado tras un juicio en el que importó poco la verdad de los hechos y sí la venganza. Aquel fusilamiento fue un asesinato, y punto.
La ley no pretende la memoria, sino el olvido de los muchos miles de asesinatos cometidos en la retaguardia republicana (17 obispos, miles de curas y de monjas, pues se asesinaba y robaba a todo quisque que no tuviera un carnet sindical). Aunque yo creo que el objetivo último de esta barbaridad es tener abierto el enfrentamiento entre españoles y, de paso, acabar con la Transición, que representó –antes que cualquier otra cosa- la reconciliación nacional que tanto el PCE de Carrillo como el PSOE de Indalecio Prieto venían reclamando desde los años cincuenta.
La nueva ley impone la censura y ataca la libertad de opinión
Para quienes sí estuvimos en contra de Franco cuando éste vivía exponiéndonos a persecuciones y a cárcel, que estos antifranquistas sobrevenidos saquen ahora pecho y pretendan penalizar a quien se atreva, por ejemplo, a elogiar los embalses que se hicieron aquellos años, resulta ridículo y también insultante. Volveré a Gabriel Albiac a propósito de esto:
"Esos que buscan apropiarse en beneficio electoral propio de nuestros sufrimientos y de nuestro pasado, son lo más repugnante de la España actual: los hijos y beneficiarios de jerarcas franquistas que hoy se apropian de la épica y de un combate en el cual jamás participaron. Son los antifranquistas de salón. Se beneficiaron familiarmente de la dictadura; y, para beneficiarse hoy igual de la democracia, necesitan inventarse un pasado: el que no tuvieron. No existe gente más repugnante que ésa. Yo, lo único que pediría a los redactores de la ley de "memoria democrática" es que diesen constancia de cuáles fueron sus vínculos familiares con el régimen de Franco. El ingenuo ciudadano se llevaría muchas sorpresas".
Para colmo, la nueva ley pretende no sólo imponer la censura y atacar la libertad de opinión, también recrear para los jóvenes una vieja asignatura franquista titulada Formación del Espíritu Nacional.