Opinión
El Covid fiscal
José María Triper
El mismo día que los datos del desempleo nos enfrentaban con el peor mes de junio de la serie histórica, el presidente del Gobierno ratificaba su amenaza de una subida de impuestos, disfrazada de justicia fiscal, que afectaría en principio a los tramos altos del IRPF y al impuesto de Sociedades, sin descartar alzas en el IVA, añadidas a las previamente anunciadas tasas Google o ambientales.
Un asalto fiscal que coincide también en el tiempo con un máximo histórico de caída del PIB, el 5,2% en el primer trimestre, duplicando el retroceso del 2,6% sufrido entre enero y marzo de 2009 y que hasta ahora ostentaba tan adverso récord. Y eso que, de los tres meses reseñados, sólo los últimos quince días de marzo se vieron afectados por el cierre de actividad derivado del confinamiento, lo que aventura un segundo trimestre catastrófico.
Subir impuestos genera fuga de inversiones, caída de ventas y menos empleo
Desplome económico que muestra uno de sus síntomas más preocupantes en el desplome del consumo que se hundió un 6,6%, y que se añade a otros indicadores que también vamos conociendo en estos días como la caída del 80% del crédito al consumo en el mes de abril o el batacazo de las ventas del comercio minorista que cayeron un 70% en junio, ya en plena desescalada.
Y a esta grave recesión es a la que la coalición de gobierno socialcomunista pretende responder con las trasnochadas recetas del zapaterismo consistentes en mayor gasto público, más endeudamiento y subidas de impuestos. Recetas que ya fracasaron en 2009 y que derivaron en la congelación de las pensiones, la bajada de sueldos a los funcionarios y el rescate bancario, además de un empobrecimiento general, y que van en contra de lo que están haciendo nuestros socios europeos como Alemania, que ha anunciado ya una rebaja del IVA del 19 al 16% o Italia donde el gobierno de Giuseppe Conte ha aprobado una rebaja de impuestos a trabajadores y empresas que afecta a 16 millones de personas y que forma parte de un plan mayor y reduce la fiscalidad sobre las rentas por un importe de 7.000 millones de euros.
El Gobierno pretende responder a la recesión con las trasnochadas recetas del zapaterismo, que derivaron en la congelación de las pensiones, el recorte de los sueldos públicos, el rescate bancario y un empobrecimiento general
Rebajas fiscales que son el estímulo que necesitan las empresas para invertir y crear empleo y los ciudadanos para consumir, en contraposición al hundimiento de las ventas, la fuga de inversiones y la destrucción de empleo en que se suele traducir la obsesión por una presión fiscal esquilmatoria, y que se sustenta, además, sobre postulados falsos.
Porque no es cierto que la presión fiscal en España sea inferior a la de nuestros socios europeos. Los datos de la OCDE reflejan como la fiscalidad española en relación con la renta media es diez punto superior a la media de la OCDE. Y tampoco es verdad que estas sean las únicas alternativas a la crisis. Opciones hay, aunque a ellos no les gusten y pasan esencialmente por recortar el gasto público, adelgazando una administración que en España es claramente elefantiásica, con un Gobierno de 23 ministerios, el mayor de Europa y el doble de los que tenía el Ejecutivo de Rajoy. Un gobierno que ha aprovechado el Estado de Alarma para nombrar a dedo otros 23 cargos públicos y 26 directores generales eximidos de ser funcionarios y que ha multiplicado el gasto en asesores, un 46% más que su antecesor, todos ellos amigos y enchufados a la teta del Estado.
Son rebajas fiscales lo que las empresas necesitan para invertir y crear empleo y los ciudadanos para consumir
Eso y acometer, de una vez por todas y en serio, la lucha contra la economía sumergida, que en España alcanza el 25% del PIB, el doble que, en Europa, "como consecuencia de que no hay efectivos suficientes para controlar las prácticas de fraude", en palabras de los técnicos de Hacienda.
Son reformas estructurales y no la infección de un COVID fiscal lo que España necesita. De momento desde Europa ya han advertido que la reforma laboral no se toca y esperemos que la llegada de la presidencia alemana de la UE con una Angela Merkel al frente, que ya ha expresado su seria preocupación por la deuda de España e Italia, abre una puerta a que finalmente se imponga la cordura.