Opinión
El castor y el cocodrilo de Simancas
José María Triper
"Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros". Esta frase atribuida a Groucho Marx parece ser hoy el lema y la razón de ser de la actual élite política española que está demostrando ser, con diferencia, la peor clase política de la democracia, como muestran con inusitada tozudez los barómetros del CIS, y que nos ha tocado padecer cuando nos enfrentamos a la mayor crisis sanitaria y económica de nuestra reciente historia.
Una clase política que ha recuperado los peores vicios y abusos del franquismo, y que ha sustituido los valores de libertad, respeto, diálogo y concordia emanados de la Transición por el enfrentamiento, la insolidaridad, el cortoplacismo y las ambiciones personales por encima del servicio a los ciudadanos y a la razón de Estado. Donde la coherencia y los principios han derivado en palabras moribundas cuando no en moneda de cambio dentro de ese gran mercado persa en que han convertido el Parlamento.
Esta clase política ha recuperado los peores vicios y abusos del franquismo
Así, y por ceñirme sólo a los hechos más recientes, en los últimos días hemos asistido con asombro, los que aún tenemos esa capacidad, como el PP y Vox se aliaban con el PSOE para tumbar en el Congreso la comisión de investigación sobre el almacén de gas Castor que había solicitado Compromís. Una investigación que el PSOE temía por las posibles responsabilidades de la vicepresidenta cuarta del Gobierno, Teresa Ribera, -fue quien firmó la declaración ambiental que permitió aprobar el proyecto- y que, miembros de la Cámara aseguran que consiguió evitar a cambio de otros acuerdos futuros que precisará el Partido Popular.
Claro que en esto de la incoherencia y el cinismo la palma se la lleva Pablo Iglesias y sus Unidas Podemos que en complicidad con el PSOE se han opuesto a la ley anticorrupción de Ciudadanos, la misma que sí habían apoyado antes de entrar en el Gobierno. "La corrupción no es un delito es una forma de gobernar", dijo entonces el hoy vicepresidente segundo del Gobierno. El mismo que acusó a Felipe González de tener "las manos manchadas de cal viva", y que el pasado jueves se negaba a apoyar una comisión de investigación sobre los GAL, para 24 horas después retractarse y apoyarla tras el tirón de orejas de su socio catalán, En Comú Podem y de los independentistas.
La coherencia y los principios se han convertido en palabras moribundas cuando no en moneda de cambio dentro de ese gran mercado persa en que han convertido el Parlamento
O el silencio que tanto podemitas como el sanchismo imperante en el PSOE y los medios de comunicación afines guardan ahora sobre el Caso Púnica y la supuesta financiación ilegal del PSOE de Madrid, cuando antes tanto cacarearon sobre las presuntas implicaciones del PP en el mismo affaire. El cocodrilo de Simancas, que tantos titulares acaparó hace días, y que ahora parece se refería no al saurio de la localidad vallisoletana sino al que amenaza con devorar al secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, Rafael Simancas, a raíz de la documentación aportada por el empresario David Marjaliza.
Unidas Podemos se han opuesto a la ley anticorrupción de Ciudadanos, la misma que habían apoyado antes de entrar en el Gobierno
Egoísmo, ambiciones e incoherencias que explican también la imposibilidad de ese pacto por la reconstrucción entre el PSOE y el PP que reclaman el 88% de los españoles, o que Sánchez no hable con Casado desde principios de mayo, o que esa reconstrucción imprescindible se encomiende a una Comisión Parlamentaria, politizada y sin preparación en la mayoría de sus miembros, en lugar de empresarios y economistas de prestigio, que son los que saben, como han hecho en Italia, Francia o Alemania, por ejemplo.
Como decía este fin de semana el periodista y ensayista Gregorio Morán, en una excelente entrevista, hoy "los partidos son máquinas de poder y entre los políticos nadie construye pensando en el futuro, sólo en su patrimonio personal". Amén.