Internacional

La Cámara de los Lores lanza el primer aviso a Johnson: no permitirán la ruptura del tratado con la UE

  • La votación ha sido de 395 votos contra la ley y 169 a favor
  • Los Lores pueden bloquear la aprobación de una ley durante un año
La Cámara de los Lores. Foto: Reuters.

Víctor Ventura

La Ley de Mercado Interno, el polémico texto con el que el primer ministro británico, Boris Johnson, amenaza con romper el Tratado de Salida de la UE, ha sufrido una gélida recepción en la Cámara de los Lores. La segunda ala del Parlamento británico ha dejado claro por una mayoría aplastante que no aceptarán las cláusulas en cuestión, en una de las votaciones más concurridas de su historia.

Nada más empezar su tramitación, la oposición ha presentado una moción rechazando todas las cláusulas que "dañan el estado de derecho y la reputación internacional del Reino Unido". El texto ha sido aprobado por una amplia mayoría de 395 a 169, una cifra espectacular en una cámara en la que las votaciones rara vez atraen a más de 300 parlamentarios. En contra del Gobierno de Johnson han votado 39 de sus propios lores, los 7 obispos con escaño y 101 de los 102 independientes (jueces y figuras de fuera de la política) que han participado en la votación, así como todos los laboristas y los liberales.

Este resultado no tiene efectos prácticos en este momento, pero en las próximas semanas estos mismos lores podrán eliminar esas cláusulas. Los artículos de la polémica, que sí aprobó la Cámara Baja británica, permitirían a Johnson romper el acuerdo firmado con la UE en lo que respecta a la situación de Irlanda del Norte, uno de los puntos más delicados del Brexit, e "ignorar sentencias judiciales y cualquier ley nacional o internacional" que intente hacerle cumplir con las obligaciones que el país adquirió el año pasado, al firmar el tratado.

La Cámara de los Lores no tiene poderes para anular completamente una ley que no apruebe, pero sí puede vetarla durante un año. Dado que el tratado entra plenamente en vigor en poco más de dos meses, el 1 de enero de 2021, ese plazo sería más que suficiente para bloquear los objetivos de la ley y poner a Johnson en un aprieto internacional.

Por el momento, el negociador jefe del Reino Unido, David Frost, ha anunciado esta misma tarde que retomaría las negociaciones con la UE después de que su homólogo continental, Michel Barnier, se ofreciera para viajar a Londres este jueves para seguir hablando. "Debemos aprovechar al máximo el tiempo que queda. Nuestra puerta sigue abierta".

La Cumbre europea para ratificar la salida de Reino Unido quedó pospuesta a final de mes, en la que teóricamente es la última oportunidad para que un acuerdo sea implementado a tiempo para fin de año. La siguiente fecha clave será a mediados de diciembre, si no hay acuerdo, para intentar preparar un Brexit caótico, antes de que el 31 de diciembre expire el período de transición del Brexit, que significará el levantamiento automático de aduanas y aranceles.

Las relaciones comerciales entre los bloques quedarían fijadas bajo las directrices de la Organización Mundial de Comercio OMC. El primer ministro británico, Boris Johnson, suele utilizar la expresión "pacto al estilo australiano" como eufemismo para referirse a esta opción de Brexit duro.

Australia no tiene un tratado de libre comercio con la Unión Europea, sino únicamente un Acuerdo Marco de cooperación, tan estrecho que obliga a ambos territorios a que la mayoría de sus intercambios se rijan por las reglas genéricas de la OMC.

En la práctica, este modelo implica anular casi por completo la cooperación comercial entre el Reino Unido y la UE que ha estado vigente durante los últimos cuarenta años.

Las exportaciones e importaciones británicas estarían sujetas a aranceles, las empresas del Reino Unido no tendrían acceso preferencial al mercado único y los bancos británicos perderían su derecho a operar en la Unión.

Entre otros efectos, un arreglo de esas características podría disparar los precios de los automóviles y algunos alimentos como el queso, la leche y la carne en el Reino Unido, además de dificultar el funcionamiento de las industrias ubicadas en las islas británicas con cadenas de montaje que dependen de que sus piezas crucen la frontera sin fricciones.