Internacional
Michael Bloomberg, el hombre que quiere comprobar si el dinero puede 'comprar' la presidencia de EEUU
- Su intención es presentarse como el 'Trump bueno', que hace todo mejor
- Su campaña y su programa están en la línea normal de su partido
Víctor Ventura
Barack Obama gastó 338,3 millones de dólares en anuncios durante la campaña de 2012, un récord hasta ahora. El 18 de febrero de este año, en concreto. Michael Bloomberg ya había batido esa marca, con 338,7 millones gastados en anuncios. La diferencia es que Obama era presidente en activo y tenía un enorme equipo de voluntarios y donantes, que llevaban cuatro años funcionando. Bloomberg solo tiene una ventaja sobre él: dinero infinito. 50.000 millones de dólares, en concreto. Y su apuesta es que eso es suficiente para conseguir la presidencia.
Estados Unidos tiene una larga experiencia en elegir a millonarios para dirigir el país. Más allá de Donald Trump, con sus 3.000 millones de patrimonio, otros seis presidentes superaron los 100 millones de dólares. Entre ellos grandes figuras históricas como George Washington (587 millones de sus latifundios en Virginia), Thomas Jefferson (236) o Lyndon Johnson (109). Y John Kennedy, JFK, pertenecía a una familia que poseía 2.000 millones de patrimonio cuando fue elegido, de los que habría heredado una gran parte si no hubiera muerto antes que sus padres.
Pero lo de Bloomberg es diferente. En muchos sentidos. La mayoría de los otros multimillonarios eran políticos de carrera, con equipos formados. El propio Trump llevaba al menos cuatro años cultivando la base republicana y los medios de su bando, con apariciones frecuentes en Fox News, antes de presentarse. Bloomberg se lanzó en nvoiembre con la campaña bien empezada, a tres meses de comenzar las votaciones.
Al contrario que cualquier otro candidato, no acepta donaciones de ningún tipo. Su equipo de campaña está pagado íntegramente de su propio bolsillo. Y su estrategia ha sido radical: romper con la tradición de presentarse a los primeros estados, que aportan más ruido que delegados, y centrarse de lleno en el 'Súpermartes', en el que se reparten un tercio de todos los delegados del país, includidos los de los estados más grandes, California y Texas.
La última vez que alguien tuvo éxito así fue en 1992, cuando Bill Clinton, gobernador de Arkansas, aprovechó su gran imagen al frente de uno de los estados del sur para arrastrar con él a todos sus vecinos, entre ellos los importantísimos Texas y Florida. El estado de Bloomberg, Nueva York, no votará hasta finales de abril, cuando casi todo el pescado esté vendido. Su única arma es la publicidad, y no se está cortando en usarla: medio país está inundado de sus anuncios. Es imposible vivir un solo día en Florida, California o Texas sin encontrarse con uno de ellos. Y dice que está dispuesto a invertir 1.000 millones en publicidad este año, sea el candidato o no.
Un demócrata normal...
Bloomberg, de todas formas, no está fuera de lugar en el Partido Demócrata actual. Desde que dejó la alcaldía de Nueva York, sus obsesiones han sido frenar el cambio climático y detener la violencia armada, dos de los asuntos que más animan a los votantes del partido. Su programa está en la línea del de sus rivales moderados, como Joe Biden o Pete Buttigieg. Y sus donaciones en las pasadas legislativas fueron decisivas para llevar a los suyos al triunfo: de los 25 candidatos a diputado a los que apoyó, en circunscripciones clave donde habían ganado previamente los republicanos, 22 vencieron, marcando la línea entre la actual mayoría demócrata en la Cámara de Representantes o una derrota por la mínima.
Y su propuesta electoral es muy simple: él es el 'Trump bueno'. Es más rico que él, tiene más experiencia política que él, ha tenido mucho más éxito apoyando causas mundiales que él, es más duro en aspectos de crimen y justicia que él, es mejor negociador que él, trata mejor a sus trabajadores que él, da más confianza a los empresarios que él, y hará todo lo que sea por vencerle.
...pero con debilidades
Pero Bloomberg tiene enormes debilidades. En un partido inclinado hacia la izquierda, su riqueza es tan problema como ventaja. Las sospechas de abusos contra mujeres que flotan alrededor de él no hacen más que crecer por el hecho de que haga firmar a muchas de ellas acuerdos de confidencialidad, y por sus críticas al movimiento 'Me Too'. Durante su mandato como alcalde, se presentó, por turnos, como republicano e independiente. Y una de sus principales políticas de seguridad, "detener y cachear" a sospechosos de tener armas o drogas, se centró de forma desproporcionada en jóvenes negros e hispanos, las dos minorías que votan masivamente demócrata. Todas ellas, armas que sus rivales no dudaron en utilizar en los debates contra él, de los que salió magullado.
Así, la gran duda ahora es si Bloomberg logrará limpiar esos problemas, la falta de una campaña con voluntarios en todo el país y la inexistencia de un mensaje motivador a lo Obama -o hasta populista a lo Trump o Sanders, en sus diferentes estilos-, a base de dinero. Su chequera es infinita. La duda es si eso basta para ganar unas elecciones presidenciales en EEUU.