Una semana después del 8,2% marcado por el refrito de La Voz, el talent musical de Antena 3 escala posiciones, hasta el 13,2% de share y más de un millón de espectadores. En cambio, la nueva aparición de Bárbara Rey ha perdido fuelle en ¡De Viernes! y la vedette arrastra al programa a la baja, pasando del 13,7% de la anterior edición a un 10,1% de share y apenas 772.000 espectadores.
Como avanzó Informalia hace un mes, Bárbara Rey denunció a Mediaset y tendió la mano para retirar su demanda a cambio de dinero en mano por comparecer en programas de la cadena. El pacto, como también adelantamos (por mucho que se empeñe la periodista Beatriz Miranda en contarlo ella un mes después con el cartel de exclusiva), se concretó y ahí tienen ustedes a la ex amante del Emérito desfilando por Fuencarral. Pero todo tiene un límite. Por cierto, no es verdad que el monto total del dinero pactado entre Mediaset y Bárbara llegue al millón de euros ni de lejos.
En el gran escaparate de la televisión, donde todo cabe y todo se vende, Bárbara Rey volvía a la palestra este viernes como una suerte de heroína trágica y, a la vez, villana incomprendida. Telecinco apostó este viernes de nuevo por convertir el plató en un confesionario grandilocuente. El primer exitoso especial dedicado a la vedette y sus tormentas vitales conquistó al público, embelesado por saber que Juan Carlos I dejaba billetes en la mesilla del dormitorio a su compañera de cama. Pero después de eso, el diluvio: y en esta enésima entrega el tema bajó en audiencias. Tras el artificio de luces y dramatismo, la promesa era clara: ofrecer una noche de revelaciones y verdades que dejarían sin aliento. Sin embargo, la audiencia cambió de canal. Antena 3, con una nueva entrega de La Voz, recuperó su trono con un respetable 13,2% de share. Mientras tanto, ¡De Viernes! anotó un 10,1%, rozando el unidígito.
El espectáculo giraba, cómo no, en torno a una retahíla de anécdotas que oscilaban entre lo kafkiano y lo sórdido, y Bárbara intentó encarnar la figura de la mujer acorralada por una red de traiciones y engaños. Ahí estaba ella, desmenuzando con voz trémula el peso de sus secretos, como si cada palabra pudiera redimirla. "Ellos me chantajearon", dijo en más de una ocasión, sin que quedara claro quiénes eran esos "ellos". Nombraba a exparejas, familiares y espías del CESID en un cóctel inverosímil, tan complejo como inconsistente.
Las tensiones entre la protagonista y los colaboradores del programa añadieron ruido al ruido. La sombra de las contradicciones planeaba sobre ella: en un momento proclamaba su inocencia; en el siguiente, admitía haber aceptado dinero y firmado acuerdos con quienes supuestamente la traicionaron.
Algunas frases se quedaron suspendidas en el aire como puñales: "Tú no quieres a nadie más que a ti misma y al dinero", le espetó Jenny Llada, antigua amiga y hoy uno de sus mayores detractores. Estas palabras, pronunciadas con una contundencia casi cruel, encontraron eco en otros colaboradores que, lejos de darle un respiro, desenterraron episodios aún más turbios de su vida. ¿Qué buscaba Telecinco? ¿Rescatar a Bárbara Rey o lapidarla en un juicio público?
Una trama desgastada por el tiempo
No es la primera vez que los escándalos de Bárbara Rey se convierten en espectáculo. Su tormentosa relación con Ángel Cristo, su sórdida y según ella prostibularia conexión con el rey emérito y los chantajes que orbitan alrededor de cintas comprometedoras han sido narrados y reinterpretados en innumerables ocasiones. Sin embargo, lo que antaño despertaba morbo, hoy provoca en una parte de la audiencia indiferencia o incluso rechazo. La audiencia, que hace apenas unos años habría devorado cada detalle de esta crónica de excesos y conspiraciones, ahora parece buscar algo más auténtico, menos contaminado por la impostura. El intento de revivir viejas polémicas con una nueva capa de dramatización resultó contraproducente. Los testimonios de Bárbara, plagados de recriminaciones y relatos enrevesados, parecían sacados de un guion mal ensamblado.
Una de las escenas más comentadas fue la intervención de su hijo, Ángel Cristo Jr., quien, con una mezcla de indignación y resignación, arrojó una sombra de duda sobre el relato de su madre. "Mamá, tú sabes que yo hice las fotos", declaró en un momento de tensión que hizo temblar la narrativa cuidadosamente construida por Bárbara.
El programa, lejos de profundizar en este conflicto familiar, lo utilizó como otro ingrediente más en su fórmula del espectáculo. No hubo introspección ni reflexión sobre el daño emocional que tales revelaciones podían causar; todo quedó reducido a un intercambio de reproches y acusaciones, destinado a alimentar titulares al día siguiente.
Bárbara también apeló a la emotividad, hablando de su amor por su hija y de las dificultades que ha enfrentado como madre. "Lo único que quiero es que mi hija y yo nos apoyemos", confesó entre lágrimas. Sin embargo, estas palabras, que podrían haber resultado conmovedoras en otro contexto, se perdieron en un mar de inconsistencias y contradicciones previas.