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Melania Trump envió una carta a Putin hablándole de los niños ucranianos: la voz de la primera dama en la reunión de Alaska

Melania con su marido y Putin y Trump este viernes en Alaska

Melania Trump ha hecho llegar una carta personal al presidente ruso, Vladimir Putin, en la que expresa su preocupación por la situación de los niños ucranianos afectados por la guerra. El propio Donald Trump entregó el mensaje de la primera damaa su homólogo ruso durante la cumbre celebrada este viernes en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage.

Según confirmaron fuentes de la Casa Blanca, el contenido exacto de la misiva se mantiene en reserva. Sin embargo, medios norteamericanos aseguran que aborda directamente el drama de los menores ucranianos trasladados a territorio ruso o a zonas ocupadas por Moscú sin autorización de sus familias. Las autoridades de Kiev denuncian que decenas de miles de niños han sido sacados por la fuerza de su país desde el inicio de la invasión en 2022. Para Ucrania, este hecho constituye un crimen de guerra y un intento de borrar la identidad cultural de los menores. Rusia, por su parte, insiste en que las reubicaciones se realizaron para "proteger" a los niños de los bombardeos y de las duras condiciones en el frente.

La voz de la primera dama

Se trata de la segunda ocasión en que Melania Trump interviene de forma directa en asuntos vinculados a la política exterior con Rusia. De origen esloveno y con una sensibilidad especial hacia la región, la primera dama ha mostrado en diversas oportunidades preocupación por el destino de la población civil en Ucrania, en particular de los más vulnerables. En los últimos meses, según admitió el propio presidente estadounidense, Melania influyó en la postura de su esposo, animándolo a endurecer su tono hacia Moscú y a incrementar la ayuda militar destinada a Kiev. Donald Trump relató recientemente que, tras conversaciones telefónicas con Putin, era su esposa quien le recordaba que los compromisos del líder ruso no se traducían en hechos. "Llego a casa, le digo a la primera dama: 'Hoy hablé con Vladimir, fue una conversación excelente'. Y ella me responde: '¿Ah, sí? Pues otra ciudad acaba de ser atacada'", contó el mandatario el mes pasado.

La carta entregada este viernes cobra especial relevancia en medio de un momento diplomático delicado. Mientras en Alaska ambos presidentes buscaban avances hacia un posible alto el fuego, la iniciativa de Melania puso el foco en una de las dimensiones más dolorosas del conflicto: el futuro de miles de niños separados de sus familias. El gesto también tiene un trasfondo personal. Eslovenia, el país natal de la primera dama, mantiene tensas relaciones con Rusia desde el inicio de la invasión en febrero de 2022. Este vínculo explica, según analistas, la firmeza con la que Melania se ha referido al sufrimiento de Ucrania y su insistencia en mantener la presión internacional sobre Moscú. Aunque todavía no se conoce la reacción oficial de Putin a la misiva, la acción de Melania Trump añade un componente inesperado al encuentro bilateral y refuerza la idea de que la dimensión humanitaria del conflicto sigue ocupando un lugar central en la agenda internacional.

"¡Deja de matar civiles!": el grito de una mujer a Putin en Alaska que el presidente ruso no quiso escuchar

No hubo acuerdo y no hay alto el fuego. La guerra sigue. Pero Trump dijo que la reunión fue "muy productiva". Duró cuatro horas menos de lo previsto. La escena estaba cuidadosamente coreografiada. Para el apretón de manos, los atuendos de Vladimir Putin y Trump fueron un traje negro impecable y corbata granate para el presidente ruso y el norteamericano, que sonreía ampliamente, lucía traje azul marino y corbata roja. El presidente de Estados Unidos y el presidente de Rusia componen una imagen condensada entre la diplomacia y un mensaje que muchos analistas tratan de descifrar. La guerra sigue y seguirán muriendo civiles.

Ambos líderes llegaron casi al mismo tiempo a la Base Conjunta Elmendorf-Richardson de Anchorage, a las 11:09 de la mañana hora local (3:09 de la tarde en la Costa Este). Descendieron por las escalerillas de sus respectivos aviones y se dieron un firme apretón de manos antes de avanzar por la alfombra roja hacia un estrado para las fotografías oficiales. El encuentro, el primero de la segunda presidencia de Trump y al menos el séptimo entre ambos, se produce en medio de la guerra en Ucrania y con expectativas inciertas sobre un posible alto el fuego. "Quiero ver un alto el fuego rápido", declaró Trump a bordo del Air Force One, en vuelo hacia Alaska. "No sé si será hoy. Pero no voy a estar contento si no es hoy". No hubo acuerdo, pero sí bonitas palabras.

En un gesto inusual, Putin y Trump compartieron la limusina presidencial estadounidense sin intérprete, conversando directamente en inglés. El Kremlin tenía estacionada la propia limusina de Putin en la pista, lo que sugiere que la decisión de viajar juntos se tomó en el momento. Ese viaje en común, breve pero simbólico, recordó a la conversación privada que mantuvieron en Hamburgo en 2017, envuelta en misterio. La cita tenía un objetivo declarado: negociar el fin de una guerra que ha dejado decenas de miles de muertos y ha puesto a prueba el orden internacional. Sin embargo, Trump admitió que "no hay nada escrito en piedra" sobre un acuerdo. De hecho, incluso mencionó que se retiraría de la negociación si Putin se negaba a aceptar un cese de hostilidades. El portavoz del Kremlin, Dmitri S. Peskov, anticipó que las reuniones podrían extenderse entre seis y siete horas. Pero le sobraron cuatro. Entre los temas sobre la mesa figuraban la posibilidad de reanudar lazos económicos, algo que Trump condicionó al fin de la guerra, eventuales intercambios de territorios entre Ucrania y Rusia, que Kiev rechaza tajantemente, y garantías de seguridad para Ucrania fuera del marco de la OTAN.

Horas antes, Trump había añadido un elemento de incertidumbre al comunicarse con Aleksandr G. Lukashenko, presidente de Bielorrusia y estrecho aliado de Putin, al que calificó en redes sociales como "altamente respetado". Lukashenko, considerado uno de los líderes más autoritarios del mundo, facilitó el inicio de la invasión rusa en 2022.

En el campo de batalla, Rusia llegaba a la cita con ventaja. Sus fuerzas han avanzado en el este de Ucrania y concentran tropas y material para nuevas ofensivas. Este contexto refuerza la percepción de que Putin asistió al encuentro desde una posición de fuerza. Pero el simbolismo de la visita va más allá de la estrategia militar. Para Putin, el recibimiento con alfombra roja en territorio estadounidense representaba un retorno a la esfera de las grandes potencias tras años de sanciones, aislamiento diplomático y una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra. Estados Unidos no es miembro de ese tribunal, lo que le permitía recibir al mandatario ruso sin riesgo legal.

La llegada casi simultánea, el apretón de manos, el paseo por la alfombra roja y el viaje conjunto en la limusina

Trump no dejó nada al azar. La llegada casi simultánea, el apretón de manos, el paseo por la alfombra roja y el viaje conjunto en la limusina presidencial proyectaron una imagen de cordialidad y cooperación. Sin embargo, la puesta en escena contrastaba con la complejidad de las conversaciones: se jugaban la posibilidad de poner fin a un conflicto terrible. La conferencia de prensa conjunta estaba prevista para después de la reunión en la base. La Casa Blanca anunció que Trump partiría hacia Washington a las 5:45 p.m. hora local (9:45 p.m. en la Costa Este). Analistas señalaron que el resultado era imprevisible. Todo dependía tanto de la disposición de Putin a hablar de alto el fuego como de la voluntad de Trump de ejercer presión mediante sanciones o con apoyo adicional a Ucrania, algo que exigen los aliados europeos. No hubo acuerdo.

El atuendo de Putin también ha alimentado especulaciones. El traje negro con corbata granate en la llegada transmitía sobriedad y autoridad, un contraste con el traje azul marino y la corbata roja que lució Trump, percibido como un guiño al simbolismo de poder y al acercamiento diplomático. Algunos expertos en comunicación política sugieren que la vestimenta podría haber sido planificada para transmitir un mensaje de firmeza en la postura inicial pero una disposición al diálogo en el espacio de negociación. Trump mantuvo silencio ante las preguntas de los periodistas tanto en la pista como en las fotos interiores, un comportamiento poco común en él. La decisión puede responder a una estrategia de dejar que las imágenes, y no las palabras improvisadas, definan el momento.

El telón de fondo sigue siendo la guerra. Mientras ambos líderes se encontraban en Alaska, las fuerzas rusas continuaban los bombardeos en Ucrania, recordando que el conflicto no se detiene por un acto protocolario. Esto plantea una pregunta clave: ¿puede un encuentro cargado de simbolismo generar un cambio real sobre el terreno? Para Putin, la sola foto junto a Trump en territorio estadounidense ya suponía una victoria en el plano de la imagen. Para Trump, el riesgo era doble: fracasó en el objetivo del alto el fuego y al mismo tiempo apareció como demasiado conciliador con un líder acusado de crímenes de guerra. La línea que separa la diplomacia del apaciguamiento es fina, y Alaska fue su escenario. El mundo observaba las declaraciones oficiales, los gestos, las sonrisas y, sí, los trajes y corbatas. Y escuchó cómo una mujer, al pasar el presidente ruso, le gritó en inglés: "¡Deja de matar civiles!". De momento, Putin no les va a hacer caso ni a esa señora ni a la primera dama.

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