Sara Carbonero no necesita dramatizar su historia. La vive como quien ha aprendido a encontrar belleza en lo cotidiano: un zumo verde, un hijo riendo, una ola vencida, un cumpleaños sin ausencias. A veces, vencer no significa conquistar un imperio, sino simplemente despertar sin dolor y saber que uno está vivo.
En su vida de Sara siempre hubo algo de postal veraniega y crónica sentimental. Periodista de voz templada y ojos que parecieran mirar desde un rincón invisible del alma, supo siempre posar el pie con delicadeza sobre el mármol de la fama sin hacer ruido. Pero un día, a los 35 años, la enfermedad le abrió una grieta. Desde entonces, ya no solo habla de moda, poesía o infancia; también lo hace del cáncer, esa palabra que antes se decía en voz baja y que ahora ella pronuncia sin temblor, con la serenidad de quien ha atravesado un temporal y no olvida el estruendo de las olas.
En una entrevista con Women's Health, Sara habla con honestidad y sin grandilocuencia. Recuerda que, hace un año, cuando la invitaron a una jornada de surf en Biarritz junto al campeón Natxo González, no pudo participar. Venía de estar ingresada en el hospital de Pamplona, en otra de esas etapas que nunca se anuncian pero llegan como un vendaval. Este verano, sin embargo, sí se subió a la tabla. "Le prometí a Natxo que, si este año estaba bien, lo haría. ¡Y ya has visto cómo lo he logrado! Check hecho", dice como quien tacha un miedo del cuaderno de la vida.
Hay en sus palabras una mezcla de ligereza y profundidad que solo poseen aquellos que han sentido de cerca el temblor del abismo. "Mi mayor felicidad es estar bien ahora mismo", confiesa. Y añade, casi como una sentencia escrita con tiza sobre una pizarra de hospital: "Cuando una persona tiene salud, puede tener muchos problemas, pero cuando le falta la salud, solo tiene uno".
Con esa verdad sencilla, Sara ha aprendido a mirar el mundo con otros ojos. Celebra los cumpleaños como quien brinda con la vida después de un naufragio. Cumplir años, dice, "es maravilloso porque la otra alternativa no mola". Cumplió los 40 con una fiesta inolvidable y un deseo que se le adivina más firme que el maquillaje de los días buenos: seguir cumpliendo muchos más.
El amor, mientras tanto, ha vuelto a su orilla con un nombre nuevo y acento atlántico. José Luis Cabrera, conocido como Jota, empresario canario y compañero de travesía desde principios de este año, es la figura que ha devuelto el equilibrio a su balanza emocional. Tras su divorcio de Iker Casillas, y algunos amores de paso —Kiki Morente como un acorde breve, Nacho Taboada como una melodía más larga—, ahora disfruta de una relación serena, sin flashes ni estridencias, como le gusta a ella.
Este verano, sin grandes planes ni promesas al viento, será especial. Julio y agosto llegan como un regalo de sal y sol, los primeros que compartirá con Jota lejos de la obligación y cerca del deseo. Habrá escapadas, silencios compartidos, quizás algún paseo por la playa al atardecer.
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