La comunidad rusa exiliada en París se encuentra inmersa en una profunda controversia tras conocerse que Luiza Rozova, presunta hija del presidente ruso Vladímir Putin, trabaja en varias galerías de arte que exhiben obras de artistas rusos y ucranianos críticos con el régimen del Kremlin y con la invasión de Ucrania.
La revelación ha suscitado un debate ético de gran intensidad, en especial por tratarse de un espacio artístico que se ha convertido en refugio para creadores perseguidos por su oposición a la guerra y a la represión interna en Rusia. La noticia ha sacudido a una diáspora ya marcada por la tensión, el exilio forzado y la vigilancia constante de las autoridades rusas.
La denuncia que desató el escándalo
El caso saltó a la luz pública el pasado 4 de junio, cuando la escritora y artista rusa Nastya Rodionova, residente en la capital francesa desde 2022, publicó en redes sociales un mensaje en el que identificaba a Rozova como empleada de estas galerías. Según explicó, fue tras coincidir con ella en varios eventos artísticos que logró reconocer su identidad, como hija de Svetlana Krivonogikh, mujer señalada en diversos reportajes de investigación como antigua pareja de Putin y madre de Rozova.
El post de Rodionova se viralizó rápidamente y dividió a la comunidad de emigrados rusos en Francia. Mientras algunos defendían el derecho de Rozova a trabajar y vivir sin ser juzgada por el pasado o los actos de sus progenitores, otros consideraban su presencia como una afrenta a los principios de las instituciones en las que trabaja.
"Estamos hablando de artistas que han huido del régimen", declaró Rodionova al medio ucraniano Kyiv Independent. "Muchos de ellos están en peligro. Compartieron todos sus datos personales con el personal de la galería sin saber quién trabajaba allí. Cuando se enteraron, les afectó profundamente".
Silencio y especulaciones
El Kyiv Independent trató de obtener declaraciones de Rozova a través de su empleador. La galería confirmó haber trasladado la solicitud a la joven, pero hasta la fecha no ha habido respuesta ni pronunciamiento público por parte de Rozova, también conocida por su nombre de nacimiento, Elizaveta.
Aunque el Kremlin jamás ha confirmado oficialmente que Vladímir Putin sea su padre, varias investigaciones periodísticas —entre ellas una del medio ruso independiente Proekt— sostienen que Rozova es hija biológica del mandatario ruso. Durante años, ha llevado una vida relativamente discreta, alejándose del foco mediático, en contraste con otras figuras del entorno presidencial ruso.
Tensiones en el exilio cultural
El caso ha estallado en un momento especialmente delicado. Desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, miles de rusos críticos con el régimen han huido a Europa. Entre ellos, artistas, activistas, periodistas y ciudadanos perseguidos por expresar su rechazo a la guerra. París, junto con Berlín y Tiflis, se ha convertido en uno de los centros neurálgicos del exilio cultural ruso.
En ese contexto, las galerías donde trabaja Rozova se han consolidado como espacios de resistencia, visibilización y denuncia. De ahí que su vinculación con la presunta hija del principal impulsor del conflicto haya generado indignación entre muchos miembros de la comunidad.
Para algunos, su presencia representa un riesgo de seguridad. Existe el temor de que la información personal compartida por artistas refugiados —incluidos datos de contacto y familiares en Rusia— pueda ser utilizada con fines represivos por los servicios de inteligencia rusos.
¿Culpabilidad heredada?
El debate también ha tocado una cuestión espinosa: ¿es justo responsabilizar a alguien por el linaje del que proviene? Varios defensores de Rozova han argumentado que la joven no ha elegido ser hija de quien presuntamente es su padre y que, hasta el momento, no ha demostrado adherencia a las políticas del Kremlin.
Sin embargo, para muchos otros, su simple vínculo familiar y su inserción en espacios sensibles convierten su rol en estas galerías en un elemento perturbador. En especial, subrayan, cuando se trata de instituciones fundadas con el objetivo de ofrecer refugio y voz a personas directamente afectadas por el autoritarismo de Moscú.
El círculo de Putin bajo escrutinio
Este nuevo escándalo vuelve a poner de relieve las ramificaciones internacionales del entorno íntimo de Vladímir Putin, que —a pesar del secretismo oficial— ha sido objeto de múltiples investigaciones que revelan sus vínculos personales, propiedades ocultas y privilegios heredados por su círculo cercano.
El caso de Rozova no solo evidencia las grietas dentro de la diáspora rusa que se opone activamente al Kremlin, sino también los dilemas éticos que enfrentan las comunidades exiliadas cuando los lazos de sangre y poder cruzan las fronteras del arte, la política y la moral.
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