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La segunda dama de EE.UU. echa de menos ser "una persona normal": su reveladora primera entrevista tras pasar a las filas de Trump

Cuando el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, y su esposa Usha acudieron al Centro Kennedy en Washington D. C., el pasado 13 de marzo, para disfrutar de un concierto de música clásica, no esperaban ser recibidos entre gritos y abucheos. Al menos, así lo ha contado la segunda dama estadounidense a The Free Press, en su primera entrevista tras pasar a formar parte de las filas de Donald Trump.

Formar parte del Gobierno de Donald Trump es lo que tiene: desde su llegada a la presidencia el pasado mes de enero, el líder republicano ha protagonizado una larga lista de polémicas, marcadas, entre otros motivos, por su agresiva cruzada antiinmigrante o por sus políticas arancelarias. Sin embargo, a Usha Vance le asombra el temor y la rabia que la Casa Blanca inspira a buena parte del mundo. Ya con su viaje a Groenlandia hace unas semanas se palpó la tensión en el ambiente. Ella y su esposo no son bien recibidos en algunos lugares. Solo hay que ver las imágenes que dejó el inicio del concierto al que asistieron hace unos días.

Nada más sentarse en el palco, el matrimonio fue abucheado desde las gradas durante, al menos, treinta segundos, lo que retrasó el inicio de la ceremonia. El director estaba a punto de subir al escenario y, tras el revuelo, se decidió apagar las luces por petición de D.C. Vance para cortar cuanto antes con el mal ambiente. Algunos aplaudían, sí, pero otros llegaron a increpar al vicepresidente al grito de "Que le den", entre otras frases.

"JD saludó a la multitud y luego disfrutamos del concierto al que habíamos venido", ha explicado Usha Vance en su entrevista, donde declara sentirse todavía algo "extraña" en su nueva vida. Su prioridad, dice, es ser "una persona normal", tal y como se sentía hace unos años, cuando vivía alejada del foco.

Nacida en California en 1986, Usha Chilukuri Vance es hija de inmigrantes indios. Estudió Derecho en la prestigiosa Universidad de Yale. Antes de coronarse como segunda dama, trabajó como abogada especializada en litigios en la firma Munger, Tolles & Olson, una de las más importantes de EE.UU. Su carrera incluye un periodo como asistente legal del juez Brett Kavanaugh, del Tribunal Supremo, lo que la situó en el círculo de poder conservador mucho antes de que su marido ascendiera en la política.

Usha Vance y Melania Trump

Lo cierto es que, a la espera de conocer qué causa benéfica pretende defender durante su mandato, Usha Vance es descrita en la página web de la Casa Blanca como una "esposa feliz" y la "madre de tres preciosos hijos", aunque también se destaca su formación profesional y su pasión por la música clásica.

En la plataforma también se menciona su formación y su pasión por la música clásica. El artículo de Free Press sugiere, por otro lado, que ella es una de las asesoras más cercanas de su marido, y que discute temas políticos con él tanto en persona como a través de mensajes de texto. Aunque describe su experiencia como "casi unánimemente positiva", deja caer lo sola que se siente en su nueva vida.

Un matrimonio forjado en Yale

Usha y J.D. Vance se conocieron en la facultad y, desde entonces, han formado un matrimonio con una proyección pública creciente. Mientras él saltaba a la fama con su libro Hillbilly Elegy (2016), que narraba la lucha de su familia trabajadora en el Medio Oeste estadounidense, Usha permanecía en un segundo plano, ejerciendo como su principal consejera y apoyo.

El éxito del libro de Vance lo convirtió en una figura clave en la política estadounidense. Pasó de ser un analista y escritor a postularse como senador por Ohio, y en 2024, Trump lo eligió como su compañero de fórmula en la carrera por la Casa Blanca. Desde entonces, Usha ha acompañado a su marido en su ascendente carrera política, aunque siempre con un perfil más discreto que el de otras esposas de líderes republicanos. Juntos tienen tres hijos y residen en Cincinnati, Ohio, aunque el nuevo cargo de J.D. Vance los ha llevado a trasladarse a Washington D.C., donde la familia está más expuesta al escrutinio público.

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