A Tita Cervera, baronesa Thyssen, siempre le ha inquietado el momento en que sus hijas abandonaran el hogar. Desde que Carmen y Sabina nacieron en Los Ángeles por gestación subrogada hace 18 años, la baronesa ha procurado mantenerlas bajo un férreo control, criándolas en la seguridad y discreción de Andorra. Allí, alejadas del bullicio, crecieron en un entorno casi aislado del mundo exterior, sin pasar por guarderías ni escuelas convencionales durante sus primeros años, siguiendo un modelo de crianza muy similar al que ya aplicó con su hijo Borja, educado en casa por su abuela, doña Carmen.

Durante su infancia, las mellizas (que son muy distintas) jugaban solas, pintaban, aprendían con profesoras particulares y apenas tenían contacto con otros niños. Cuando finalmente ingresaron en un centro escolar andorrano, sus rutinas seguían siendo distintas: almorzaban en la furgoneta familiar aparcada frente al colegio y luego volvían a clase. La baronesa no escondía su miedo ante la idea de que, al crecer, las chicas quedaran expuestas a los peligros del mundo juvenil: fiestas, alcohol, drogas o relaciones imprevisibles.

Tita, que ya superaba los 60 cuando nacieron sus hijas, ha sido siempre una madre extremadamente protectora. A lo largo de los años expresó con frecuencia su preocupación por ese salto inevitable a la independencia. Por eso no fue poca cosa cuando Carmen decidió dar el paso y se matriculó, en octubre de 2023, en la Escuela de Negocios Esade, en Barcelona, para estudiar un doble grado en Ciencias Políticas y Económicas. Se instaló en una residencia de estudiantes acompañada de su mejor amiga del colegio, pero algo no encajó: cambió de residencia, su amiga la siguió y, poco después, unas calificaciones insatisfactorias la llevaron a dejar los estudios y regresar a Andorra, animada por su madre. Desde entonces, Carmen vive de nuevo con Tita. Aunque no hay planes formales de retomar la universidad, se sabe que sigue formándose con profesores privados, en lo que parece un retorno a los hábitos de su niñez. El objetivo declarado: prepararse para gestionar el extenso patrimonio que algún día heredará. Lo dice María Eugenia Yagüe el El Mundo.

Sin embargo, algunos allegados a la familia ven con inquietud que, a sus 18 años, haya abandonado su formación universitaria y carezca de herramientas reales para desenvolverse en la vida adulta. Borja Thyssen vivió un proceso similar: educado en casa, se enfrentó tarde a la independencia. Hoy, convertido en empresario, padre de cinco hijos y con intereses entre Madrid y Dubái, ha conseguido manejar su fortuna, aunque el camino no fue sencillo.

Sabina, por su parte, ha permanecido más alejada del foco público. Su madre la describe como "la bohemia", "la artista" de la familia. Amante de la música y la pintura, es una joven de carácter dulce y reservado, muy afectuosa con su entorno. Rara vez aparece en actos públicos junto a su madre y su hermana, salvo en los posados familiares exclusivos para la revista favorita de Tita. No estuvo presente, por ejemplo, cuando Tita firmó con el Ministerio de Cultura la cesión de su colección privada al Estado español, ni en mayo de 2024, cuando la baronesa fue homenajeada en su 81 cumpleaños por Harper's Bazaar en el Museo Thyssen. Carmen la acompañó, vestida con un diseño vintage de Balmain extraído del vestidor materno. Tampoco asistió a la inauguración del hotel boutique 'The Pink Elephant' en la Costa Brava, donde Tita presentó a Carmen como su sucesora en los negocios, a pesar de su limitada formación académica.

Aparentemente, Sabina también recibe clases en casa, como si ambas hermanas vivieran aún en un tiempo detenido, educadas como las señoritas bien de una novela del siglo XIX. Esta semana, la revista Lecturas publicó imágenes de Sabina en Madrid en actitud afectuosa con un hombre mayor, al que incluso besa en la mano. No se trata, como se ha insinuado, de un romance, sino de una persona cercana que cuida de ella. Y no hay más. Sabina siempre ha necesitado figuras protectoras cerca. Hasta ahí podemos leer. Igual que Carmen parece necesitar, aún, el amparo de su madre. Y Tita, fiel a su instinto maternal, ha conseguido lo que temía perder: que por ahora, al menos, sus hijas sigan junto a ella.

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