Vanessa Kay Trump (nacida, Pergolizzi, después Haydon; Nueva York, 18 de diciembre de 1977) estuvo casada con Donald Trump Jr. desde 2005 hasta 2018. Donald Trump Jr., hijo mayor del Presidente, no fue su primer amor. Antes, la actriz y modelo fue novia de Valentín Rivera, miembro de la banda Latin Kings. Después, Vanessa Trump mantuvo una relación (entre 1998 y 2001) con el príncipe saudí Khalid bin Bandar bin Sultan Al Saud. Vanessa Trump quería casarse con él, pero rompieron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001; cuando él dejó Estados Unidos; ya que su padre, Bandar bin Sultan; era sospechoso de haber tenido algo que ver con Al Qaeda. También tuvo un queque chose con Leonardo DiCaprio.
No sorprende ahora que en la geografía pantanosa del poder y la fama, donde las relaciones se mueven como bolas de golf golpeadas por el azar, haya surgido este nuevo idilio que aún no es oficial pero que empieza a tomar forma. Tiger Woods, el legendario golfista cuya vida amorosa ha conocido más obstáculos que un campo en Augusta, y Vanessa Trump, la exnuera del expresidente estadounidense, han encontrado un punto de encuentro en la brisa cálida de Florida y en el eco distante de un putt bien ejecutado.

Un confidente de los protagonistas, de esos que siempre aparecen en el momento justo con la información precisa y la lengua afilada, asegura en tabloides norteamericanos que lo suyo "todavía no es serio", aunque el camino parece conducir en esa dirección. "Encajan bien, tienen mucho en común", dice. "Ambos han aprendido a navegar el escrutinio público y a blindar su vida privada. Y los dos son padres", puede leerse en medios como Page Six.
La historia comenzó como suelen empezar las historias que buscan pasar desapercibidas: con una amistad, una afinidad silenciosa que poco a poco fue convirtiéndose en algo más. La escena no es difícil de imaginar: una cena discreta en una terraza privada, el rumor de las olas, una conversación que salta de los desafíos del golf a la compleja orquesta de la crianza. La diferencia, claro, es que aquí los protagonistas tienen apellidos que, sin necesidad de invitación, encuentran siempre su camino a los tabloides.
Las casualidades en estos círculos no existen. Tiger y Vanessa residen a menos de veinte minutos de distancia en la soleada Florida, y si bien no se sabe con certeza cómo se cruzaron sus caminos, hay pistas dispersas que sugieren más de una posible confluencia. La hija mayor de Vanessa, Kai Trump, es una apasionada del golf y ha competido en torneos juveniles. Su abuelo, Donald Trump, no pierde oportunidad de presumir de su destreza en los campos, y en más de una ocasión ha compartido green con Woods.
Otra coincidencia es que los hijos de ambos estudian en el mismo colegio de Palm Beach, The Benjamin School, ese santuario académico donde se educan los herederos de las grandes fortunas y donde, entre pasillos y reuniones escolares, bien pudo haber ocurrido el primer saludo entre Woods y la exmodelo.
El caso es que, para cuando el Día de Acción de Gracias puso el pavo sobre la mesa y el aroma de la canela flotaba en el aire, la relación ya había adquirido la temperatura suficiente para que las cenas juntos dejaran de ser un gesto casual. Desde entonces, las visitas de Vanessa a la exclusiva residencia de Tiger en Jupiter Island han sido constantes, aunque los confidentes aseguran que, por ahora, cada cual conserva su independencia. "Ella va, pasa la noche, y por la mañana se marcha. Un par de veces por semana, tal vez más", murmura una fuente en algún tabloide.
Ni fotos en Instagram, ni declaraciones públicas, ni posados forzados en los eventos de la alta sociedad. Tiger y Vanessa han decidido llevar su romance con el sigilo de quienes ya han probado antes el sabor amargo de la sobreexposición. "Disfrutan juntos, cenan, conversan, pero no han querido hacer público lo suyo todavía", explica alguien que parece conocer bien la rutina de ambos. Prefieren quedarse en casa, sin focos, sin ruido.
Y no es para menos. Woods, con su historial sentimental salpicado de escándalos y demandas, aprendió a la fuerza que la discreción es un bien preciado. Su matrimonio con la exmodelo sueca Elin Nordegren se desmoronó en 2010 entre titulares incendiarios y acuerdos millonarios tras sus múltiples infidelidades. Después vino Erica Herman, la exgerente de uno de sus restaurantes, con quien mantuvo una relación de seis años que terminó en los tribunales en 2023.


Vanessa, por su parte, tampoco ha estado ajena a la exposición mediática. Su matrimonio con Donald Trump Jr. duró más de una década y dejó cinco hijos. El desgaste y las constantes ausencias de su entonces esposo, sumadas al estilo de vida que el apellido Trump impone, hicieron que el divorcio en 2018 fuera inevitable. Desde entonces, no se le ha conocido una relación formal, aunque su pasado sentimental incluye nombres tan rutilantes como Leonardo DiCaprio y un príncipe saudí.

¿Hacia dónde va la historia?
Las piezas encajan, los silencios son elocuentes y las fuentes susurran que este romance, aunque reciente, podría convertirse en algo "realmente serio y permanente". Woods, acostumbrado a relaciones con mujeres que, en palabras de quienes lo rodean, "no eran las adecuadas para él", parece haber encontrado en Vanessa una compañía que no se deslumbra por su fama ni por la leyenda que carga sobre los hombros. "A ella la celebridad no le interesa, y eso es lo que más le gusta a Tiger", dice alguien que observa de cerca la relación.
Entretanto, el mundo sigue girando y el espectáculo del poder continúa su función habitual. Donald Trump Jr., el exmarido de Vanessa, ha rehecho su vida sentimental con Bettina Anderson tras romper su compromiso con Kimberly Guilfoyle, y la jet set de Palm Beach observa con una mezcla de curiosidad y morbo cómo los destinos de estos personajes se entrecruzan en los mismos eventos y recepciones.
Quizá la relación de Woods y Vanessa sea solo una brisa cálida de invierno en las costas de Florida, un romance pasajero que se desvanecerá cuando llegue la próxima tormenta de escándalos políticos o deportivos. O quizá, entre los silencios calculados y las escapadas discretas, esté naciendo una historia que, contra todo pronóstico, encuentre su propio green en el que asentarse.
Por ahora, Tiger sigue afinando su swing y Vanessa sigue disfrutando de la tranquilidad de su anonimato relativo. En la partida del amor, como en el golf, lo importante no es el golpe inicial, sino la estrategia para llegar al hoyo final.
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