Casas Reales

La princesa Leonor se prepara por tierra, mar... y aire: cuenta atrás para pilotar una aeronave de última generación

Leonor prenderá a pilotar el moderno Pilatus PC-21, una aeronave de última generación que sustituye al clásico C-101

El 1 de septiembre, la princesa Leonor comenzará la última etapa de su formación militar en la Academia General del Aire y del Espacio (AGA) de San Javier, en Murcia. Y con ello, cerrará un trienio de preparación en las Fuerzas Armadas que ha servido para cumplir con su agenda institucional como heredera al Trono y consolidarse como una figura clave en el presente y el futuro de la monarquía española. Leonor está haciendo lo que debe: lo hace bien, con una actitud impecable, con responsabilidad, serenidad… Y una sonrisa.

En apenas dos años, la Princesa de Asturias ha pasado de ser una joven con un rol simbólico en la vida pública a convertirse en un rostro habitual, respetado y apreciado, dentro de las instituciones del Estado. Su paso por la Academia General Militar de Zaragoza, primero, y por la Escuela Naval Militar de Marín, después, la han presentado ante los ciudadanos no como una figura decorativa, sino como una líder en formación, comprometida con el país y con la institución que representa. Leonor no ha tenido una juventud común. No ha podido elegir su destino, es cierto, pero ha asumido su papel con naturalidad, sin quejarse, sin escándalos y sin titubeos. Lo ha hecho sabiendo que todo lo que representa —la monarquía, la unidad, la continuidad del Estado— necesita de una heredera capaz, formada y cercana. Y eso es precisamente lo que está demostrando.

Un modelo de hija, de princesa y de figura institucional

En su faceta más personal, como hija, ha sido el reflejo del ejemplo y la educación recibida por parte de los Reyes Felipe VI y Letizia. Discreta, respetuosa y aplicada, Leonor ha sabido estar a la altura de las circunstancias desde muy joven. Sus discursos —breves, medidos, pero firmes— muestran madurez y preparación. En ellos no hay impostura ni afectación, sino convicción. Como cuando pronunció unas palabras durante su jura de la Constitución, o al recibir el Toisón de Oro. En cada aparición pública, reafirma el vínculo entre la Corona y la sociedad.

En el ámbito institucional, cumple también con creces. La princesa ha entendido que su papel no se limita a cortar cintas o posar para las cámaras. Su presencia en actos de Estado, en homenajes militares, en premios escolares y visitas oficiales, ha ido ganando peso. Ha sabido conectar con los ciudadanos —en especial con los jóvenes— sin forzar cercanía ni sobreexposición. Su sonrisa no es una pose: es un reflejo de la seguridad que le da estar donde sabe que debe estar. Y en su labor como representante futura de la Jefatura del Estado, está construyendo una figura que inspira confianza. Porque no enamora por carisma ni por marketing: lo hace por méritos, por trabajo, por responsabilidad.

Una futura reina que no se impone, se gana

En un contexto internacional donde muchas monarquías atraviesan crisis de legitimidad o enfrentan controversias generacionales, Leonor representa una respuesta clara: el futuro de la monarquía española está en buenas manos. La suya es una forma de liderar que no se basa en el privilegio, sino en el deber. No ha pedido que le reconozcan nada, se lo está ganando. Lo ha demostrado embarcándose en un proceso formativo nada sencillo. Su paso por las Fuerzas Armadas no es un simple trámite, y quienes han convivido con ella lo confirman. La ministra de Defensa, Margarita Robles, lo resumía así: "Leonor se ha integrado plenamente, con una gran profesionalidad, como una alumna más. Tiene interés por aprender, mejorar cada día y mantiene una magnífica convivencia con sus compañeros".

La opinión es unánime, tanto entre mandos como entre cadetes. Ahora, en San Javier, la princesa completará su formación castrense como alférez del IV curso, en la 78 promoción de la AGA. Aprenderá a pilotar el moderno Pilatus PC-21, una aeronave de última generación que sustituye al clásico C-101. Se enfrentará a clases teóricas, entrenamientos exigentes, simuladores avanzados y largas jornadas que comenzarán a las seis y media de la mañana. Dormirá en una camareta compartida y se someterá a la misma disciplina que el resto de sus compañeros. Le espera incluso una posible "suelta", el primer vuelo en solitario, que simboliza la autonomía que va adquiriendo en todos los aspectos. También recibirá formación en tecnologías espaciales, trabajará con drones y participará en el desarrollo de un minisatélite que se lanzará al espacio en 2026. No será fácil, pero nada lo ha sido hasta ahora, y todo lo ha superado con firmeza.

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