Casas Reales

Corinna contra Juan Carlos o viceversa: La Guerra de los Rose, y el mercader de armas que mece la cuna

Juan Carlos de Borbón, Corinna y Abdul Rahman El Assir

La vieja máxima que afirma que el poder corrompe y el dinero lo hace aún más indescifrable se podría aplicar a la última farsa judicial que ha sacudido el ya de por sí convulso imaginario español: la lucha entre Juan Carlos I y su ex amante más revoltosa, Corinna Larsen, un drama tan turbio y cargado de giros inesperados que más bien parece salido de un guion escrito por los creadores de Dallas o Dinastía, pero con un toque de realismo decadente propio de la política y las altas esferas de poder.

La contienda, en apariencia una mera disputa sobre dinero (mucho dinero), va mucho más allá. Es una guerra de vanidades, de secretos por desvelar, de pasiones que nunca se extinguieron del todo y de resentimientos que nunca se cicatrizaron. En medio de la batalla, las sombras de un pasado lleno de excesos, cacerías en Botsuana, cuentas suizas, sociedades en paraísos fiscales y, por supuesto, los 65 millones de euros que Arabia Saudí transfirió en 2008 a una cuenta en Suiza de Juan Carlos I, se perfilan como el motor que mueve este complejo engranaje de traiciones, mentiras y juegos de poder. Corinna Larsen, la mujer que compartió una parte significativa de su vida con el que fuera rey de España, parece estar preparada para enfrentarse al antiguo monarca en los tribunales. La demanda que ha presentado Juan Carlos I contra ella por supuesto fraude tiene todos los tintes de un clásico conflicto de egos. El rey emérito, ahora en sus 87 años, parece haber decidido dar un paso atrás en su retiro dorado en Abu Dabi para revivir una de las historias más espinosas de su largo reinado.

No es solo una cuestión de dinero, sino también de honor y de venganza, un juego peligroso al que él, según algunos de sus más cercanos asesores, se ha lanzado sin medir las consecuencias. Si La guerra de los Rose (Danny DeVito, 1989), narraba con ácido humor aquella lucha feroz y sin escrúpulos entre un matrimonio de multimillonarios en los años 80, nos mostró hasta qué punto una relación rota puede arrastrar consigo todo tipo de miserias y verdades a medias, lo que acontece ahora con estos Michael Douglas y Kathleen Turner representados por Jun Carlos y Larsen parece una versión aún más corrosiva de aquella comedia.

Los millones, claro está, son el factor que mueve el conflicto. La historia es conocida: en 2012, el rey emérito decidió regalarle a Corinna 65 millones de euros, una donación que, según ella, fue un gesto de agradecimiento y afecto por los cuidados que le brindó durante sus momentos de salud más delicados. Pero, como ocurre en todas las historias de dinero envenenado, el asunto no quedó ahí. El dinero fue a parar a una cuenta en Nassau (Bahamas), a través de una serie de complejas maniobras que implicaron a abogados y sociedades en paraísos fiscales, un camino sin retorno que ya de por sí olía a escándalo.

En teoría, la guerra entre ambos parecía haberse calmado. La donación de los 65 millones había sido declarada irrevocable en su momento, y la justicia había tomado una dirección que, aparentemente, dejaba a Corinna en una posición favorable. Sin embargo, la reciente demanda interpuesta por Juan Carlos I pone de manifiesto que las aguas jamás estuvieron realmente tranquilas. A pesar de las derrotas pasadas y de los duros golpes mediáticos, el rey emérito ha decidido reabrir el caso, pidiendo ahora la suma de 70 millones y acusando a Larsen de haberle engañado.

La situación ha dejado perplejos a muchos de los cercanos al monarca. La idea de reavivar una disputa que había quedado en segundo plano y que solo traería más contaminación mediática para Felipe VI por lo que toca a la Familia Real (a la que pertenece aún Juan Carlos). Zarzuela se apresuró a dejar claro que se desmarcan y no tienen nada que ver con la jugada, una jugada que no parece tener lógica alguna. El rey emérito, rodeado de un pequeño círculo de colaboradores, parece más atrapado en sus emociones y en el consejo de sus abogados londinenses, quienes probablemente ven en esta demanda una oportunidad de mantener a Juan Carlos I en los titulares y, de alguna manera, reafirmar su control sobre un pasado que se resiste a morir.

¿Es su amigo El Assir quien está tras la decisión del rey de reabrir la disputa por los 65 millones?

Entre los personajes que conforman este relato de traiciones y venganza, emerge una figura casi tan intrigante como Juan Carlos I: Abderramán El Assir, el mercader de armas hispano-libio. En una extraña mezcla de sombras y luces, El Assir parece haberse convertido en uno de los más influyentes consejeros del rey emérito en Abu Dabi, un hombre de negocios con una vida llena de misterios, investigaciones y órdenes de captura, cuya influencia sobre Juan Carlos I no pasa desapercibida para quienes conocen bien el entorno cercano del antiguo monarca. ¿Es El Assir quien ha influenciado en la decisión del rey de reabrir la disputa por los 65 millones? Su cercanía con el anterior jefe del Estado y su presencia constante en su círculo más íntimo generan más dudas que certezas, tal y como se puede leer en n artículo firmado por José María Irujo en El País. Si a esto sumamos la figura del abogado Dante Canonica, un hombre crucial en la gestión de los fondos de Juan Carlos I, y que ahora está en el centro del radar judicial del rey, la trama se complica aún más. Canonica, como un titiritero en las sombras, parece tener muchas cartas que podrían destapar secretos aún por desvelar.

Más allá de la cuestión legal, este enfrentamiento entre Larsen y Juan Carlos I deja al descubierto una faceta mucho más humana y frágil de un hombre que, a sus 87 años, ve cómo los fantasmas del pasado no le permiten disfrutar de la paz que, en teoría, le habría correspondido. Mientras su salud se debilita y su retiro en Abu Dabi se llena de visitas de antiguos colaboradores, la guerra por los 65 millones se convierte en un símbolo de un legado que se resiste a morir.

La cuestión ahora es si esta batalla legal, que parece más una obra de teatro que una disputa judicial, puede dañar aún más la imagen de la monarquía española, que ya atraviesa por uno de sus momentos más delicados. A pesar de las críticas, de las demandas y de las polémicas, Juan Carlos I sigue siendo, en el fondo, un rey que no acepta ser olvidado ni por sus amigos ni por sus enemigos. La guerra de los Rose terminó en su época con una mezcla de tragedia y comedia. En el caso de Corinna Larsen y Juan Carlos I, mucho peor que esa guerra. Este drama tiene el poder de seguir alimentándose de su propio veneno, prolongando la lucha mucho más allá de lo que podría haber imaginado nadie. Sin un final claro a la vista, este relato continuará siendo una de las historias más fascinantes y oscuras de la historia reciente de España.

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