Casas Reales

Los invitados que convierten la boda de Nicolás de Grecia y la heredera Chrysí Vardinoyannis en una pasarela de royals

La anterior boda de Nicolás de Grecia: con Tatiana Blatnik, en la catedral de San Nicolás en agosto de 2010

Bajo la luz dorada del invierno ateniense, la iglesia bizantina de San Nicolás Ragavas se prepara para ser escenario de una boda que parece extraída de una crónica del siglo pasado. Nicolás de Grecia, príncipe de sangre azul que acarrea el peso de un apellido con ecos de grandeza y exilio, une su destino al de Chrysí Vardinoyannis, hija de una de las dinastías navieras más influyentes del planeta. El evento, anunciado como una celebración "íntima" en términos de la realeza, promete reunir en sus esferas a la flor y nata de la aristocracia.

La historia de amor de los contrayentes no parece ser muy larga. Afirmar lo contrario sería poco menos que señalarles como adúlteros. Por tanto, historia de amor corta pero intensa. El relato de su romance con final feliz es por sí mismo, un símbolo de los contrastes. Nicolás, quien hace apenas diez meses cerraba su capítulo de catorce años junto a Tatiana Blatnik, se embarca ahora en un nuevo matrimonio que mezcla tradición y modernidad. Chrysí, de sonrisa enigmática y herencia opulenta, aporta al enlace el peso de una familia cuya riqueza domina los mares y cuya influencia parece no tener fronteras.

El príncipe y la heredera han optado por celebrar su boda en el corazón histórico de Atenas, en una iglesia como salida de un mosaico bizantino. Y aunque la ceremonia se anuncia como privada, la naturaleza de las invitaciones habla más de un desfile dinástico que de una reunión familiar. Al final, cuando tu árbol genealógico es un enredo de monarquías y apellidos empresariales ilustres, "familiar y cercano" adquiere una dimensión que bien podría llenar la nave principal de cualquier catedral.

Para comenzar, es seguro que la familia real griega está presente al completo, como corresponde a la relevancia del evento. La reina Sofía y la infanta Cristina, tía y prima del novio llegaban este jueves a Atenas. Pablo, hermano mayor del novio y actual jefe de la familia, encabezará el contingente junto a su elegante esposa, Marie-Chantal. A su alrededor girarán sus cinco hijos, una constelación de jóvenes que se mueven con soltura entre los salones neoyorquinos y londinenses. La princesa Olympia, conocida por su carisma y su sentido de la moda, aportar siempre un toque contemporáneo, mientras que los príncipes Constantino-Alexios y Achileas-Andreas representan la próxima generación de royals que saben posar tanto en portadas como en cenas de gala.

Junto a ellos, el resto de los hermanos de Nicolás ocuparán sus lugares. Alexia, radicada en España con su marido Carlos Morales Quintana, seguramente acuda con sus hijos, quienes comparten la doble herencia mediterránea. Philippos, el menor de los hermanos y conocido por su discreto encanto, llegará con su esposa, Nina Flohr, cuya propia boda en 2021 fue un recordatorio de que las alianzas reales siguen teniendo ese halo que deslumbra. Teodora, actriz y recién casada, cerrará la fila, siempre con ese aire de serenidad que parece heredar de su madre, la reina Ana María.

Si algo caracteriza a una boda real es su capacidad de convocar a los miembros más inesperados de otras casas reales. Los lazos de sangre, que en ocasiones parecen haber sido trazados por un maestro del arte barroco, aseguran la presencia de una representación significativa de Europa. Ya podemos confirmar desde este jueves como decíamos, que está la reina Sofía. Junto a ella hemos visto a Cristina, que acostumbran a asistir a eventos de esta índole con una puntualidad que raya en lo simbólico. Quizá alguno de los hijos de Cristina se apunten, pero no lo sabemos.

Desde Dinamarca, donde la familia real griega conserva vínculos directos (la reina Margarita es hermana de Ana María, la madrina), podríamos esperar a la princesa Benedicta y sus hijos, siempre atentos a reforzar los lazos que unen a las dinastías escandinavas y helénicas. En el pasado, Federico y Mary de Dinamarca han sido invitados recurrentes a bodas griegas, y esta vez no sería diferente.

Si ampliamos el mapa, Guillermo y Máxima de los Países Bajos, Carlos Felipe y Magdalena de Suecia, e incluso representantes de Hannover (de la misma casa, y por tanto parientes), como Christian y Sassa de Osma, son rostros habituales en estas celebraciones. Todos ellos, más allá de los protocolos, forman parte de un club exclusivo donde las alianzas matrimoniales siguen siendo moneda de intercambio social y político.

En medio de este alarde de linajes, la ausencia más notable será, sin duda, la de Tatiana Blatnik, quien durante años compartió con Nicolás el título de princesa. Tras el anuncio de su divorcio en abril pasado, Tatiana se ha mantenido en un discreto segundo plano, aunque su figura sigue proyectando una sombra alargada sobre este nuevo matrimonio. En una entrevista reciente, Tatiana habló del año "repleto de incertidumbre" que ha vivido, con una sinceridad que dejó entrever tanto el dolor como la fortaleza que la han definido. "Aprendí que incluso en los momentos más oscuros hay luz", confesó. Su declaración parece ser un epitafio digno para una relación que se cerró con la dignidad intacta.

Pero si algo parece garantizar esta boda, es la continuidad de un legado que mezcla lo íntimo con lo espectacular. Las imágenes de los asistentes, desde las joyas históricas hasta los gestos calculados, compondrán una narración visual que trascenderá las fronteras del papel cuché.

No se trata solo de una unión entre Nicolás y Chrysí, sino de un recordatorio de que las monarquías, incluso aquellas que han sido despojadas de sus tronos, siguen siendo protagonistas de un teatro que el público no puede dejar de mirar. En las colinas de Atenas, bajo un cielo que parece contener el aliento, los herederos de la historia se dan cita para demostrar que, aunque las coronas ya no brillen sobre sus cabezas, el poder del linaje nunca desaparece del todo. Y mientras las campanas de San Nicolás Ragavas resuenen por el barrio de Plaka, será inevitable imaginar a las antiguas figuras bizantinas en sus mosaicos observando, con cierta ironía, cómo el tiempo parece no pasar por las dinastías que alguna vez moldearon el destino de Europa.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBeloudBluesky