Este viernes, en la penumbra dorada de San Nicolás Ragavas, bajo la mirada serena de los iconos bizantinos y el murmullo de los salmos, se escribirán los primeros párrafos de una nueva historia. Una historia que, como el propio barrio de Plaka, combina las huellas del pasado con la promesa del futuro, la sangre azul con el poder del dinero y el oro negro. En la intrincada geografía emocional de las segundas oportunidades, el príncipe Nicolás de Grecia y Chrysí Vardinogianni han decidido unir sus caminos y la ceremonia que consagra su matrimonio pretende ser acorde al peso de la historia y la tradición. Este viernes, los novios pronuncian el "sí, quiero" en la iglesia bizantina de San Nicolás Ragavas, un rincón cargado de espiritualidad en el barrio ateniense de Plaka, bajo la mirada de amigos cercanos y familiares que sellarán con su presencia la legitimidad de este amor relámpago que, desde sus inicios, fue el susurro persistente de los círculos más selectos de Atenas.
El tercer hijo de los reyes Constantino y Ana María se casa con Chrysi Vardinogianni, hija de Yiorgos Vardinogiannis, magnate naviero antiguo propietario y presidente del club de fútbol Panathinaikos y, sobrina de Vardis Vardinogiannis, el rey del petróleo y el transporte marítimo griego. Los hermanos Vardinogiannis (el padre y los tíos de la mujer que sustituye a Tatiana Blanik como princesa consorte del príncipe griego) son conocidos por haber levantado un imperio familiar, naviero y petrolero.
Apenas nueve meses después de anunciar su separación de Tatiana Blatnik, con quien compartió 14 años de matrimonio, Nicolás se adentra en una nueva historia junto a Chrysí, quien tampoco es ajena al capítulo de las segundas nupcias. Esta unión no solo se inscribe en el contexto de las elites griegas, sino también en un marco religioso donde la tradición ortodoxa, a pesar de su reverencia por la indisolubilidad del matrimonio, deja espacio para el perdón, la renovación y la gracia.
La relación entre Nicolás y Chrysí se oficializó en enero, pero para entonces ya era un secreto a voces en las tertulias más exclusivas de la sociedad griega. Chrysí, hija del citado armador Giorgos Vardinogiannis y Agapi Politi, se encontraba en un momento de tránsito emocional tras finalizar una relación con el actor Konstantinos Markoulakis en diciembre de 2023. Su historia con el príncipe surgió en un momento inesperado, como esas olas que llegan sin aviso pero que rompen con una fuerza arrolladora.

Ambos compartieron momentos significativos que cimentaron su vínculo, aunque lejos de los flashes indiscretos. Chrysí acompañó al príncipe en el homenaje a Constantino II, padre de Nicolás, durante el segundo aniversario de su fallecimiento en Tatoi. Meses antes, también había estado presente en la boda de la princesa Teodora, hermana de Nicolás, aunque en aquella ocasión prefirieron mantener su relación en un discreto segundo plano. Ahora, esa discreción ha cedido el paso a una declaración pública de amor que culminará en el altar.
La boda de Nicolás y Chrysí es un recordatorio de cómo la tradición y la modernidad conviven en el seno de la Iglesia Ortodoxa griega. El matrimonio es considerado un sacramento sagrado e indisoluble, pero el derecho canónico ortodoxo ofrece una notable flexibilidad bajo el principio de "?????????" (economía). Este concepto permite que quienes han atravesado la ruptura de un matrimonio puedan hallar redención y esperanza en una segunda o incluso tercera unión, siempre bajo ciertos límites: un cuarto matrimonio está estrictamente prohibido. Chrysí, quien estuvo casada con el cantante pop Stefanos Xypolitas, conocido como Nino, y con quien tiene dos hijos, se acoge a esta segunda oportunidad con la misma dignidad que Nicolás, quien vivió un largo matrimonio con Tatiana Blatnik antes de la separación. Para ambos, la ceremonia es un compromiso ante Dios pero también ante la sociedad: a esa altura social, no se podían permitir otro tipo de relación tan furtiva como cuando surgió y Tatana Blanik aún era la mujer de Nicolás. La boda es también un acto de reconciliación con su pasado y un puente hacia el futuro.
Antes de llegar al altar de San Nicolás Ragavas, los contrayentes han tenido que superar los pasos legales y religiosos que exige la Iglesia Ortodoxa. En Grecia, los tribunales civiles tienen la última palabra en la disolución de un matrimonio, y solo después de obtener el divorcio civil puede gestionarse el eclesiástico. Una vez completados ambos trámites, los futuros esposos deben presentar los certificados correspondientes para legitimar su nueva unión.

La ceremonia, aunque idéntica en su estructura al rito del primer matrimonio, porta una carga simbólica distinta. Es un acto que mezcla solemnidad y humildad, en el que las oraciones y bendiciones enfatizan la renovación espiritual de los contrayentes. Para quienes no celebran su primera boda, las palabras recitadas en el altar adquieren un tono aún más penitente y reflexivo. ¿Será el caso de Nicolás y Chrysí?
La elección de la iglesia de San Nicolás Ragavas no es casual. Construida en el siglo XI, esta joya bizantina situada en el corazón de Plaka, el barrio más pintoresco y antiguo de Atenas, ofrece un marco de serenidad y espiritualidad ideal para una ceremonia que aspira a ser tan íntima como trascendental. El eco de los cánticos bizantinos y el fulgor de los iconos dorados envolverán a los novios en una atmósfera que parece hecha para reconciliar la modernidad de sus vidas con el peso de una tradición milenaria.
Nicolás de Grecia, el tercer hijo de Constantino II y Ana María de Dinamarca siempre ha sido una figura discreta dentro de la ya de por sí difusa monarquía griega, abolida oficialmente en 1974. Su vida, marcada por el exilio y la diplomacia, ha estado alejada de los escándalos que suelen acompañar a las casas reales europeas. Chrysí, por su parte, ha forjado su identidad más allá del poderoso apellido que porta, equilibrando su papel como madre y su presencia en la esfera social de Grecia. Juntos, parecen haber encontrado un equilibrio que desafía los prejuicios y las expectativas. Aunque su relación surgió en un contexto de transición para ambos, han sabido construir un vínculo que promete estabilidad y complicidad.
La boda de Nicolás y Chrysí es más que un acontecimiento familiar. En un país donde las tradiciones son el ancla de una identidad que se resiste a los embates de la globalización, este enlace es un recordatorio de que la fe y el amor, aunque moldeados por los errores del pasado, pueden encontrar nuevas formas de expresarse.