Hay entrevistas que tienen el potencial de iluminar verdades ocultas y otras, como ésta, que nos revelan lo que ya sabíamos, pero con un toque de purpurina y barniz aunque con más elipsis y grietas que la cara de Mick Jagger. La biógrafa de don Juan Carlos, Laurence Debray, ha tenido el privilegio –o la osadía, según se mire– de sentarse a charlar con la infanta Elena para ¡Hola! y recordarnos que, aunque no lo parezca, hay destinos en este mundo más duros que los de los simples mortales. Ellos llaman a la entrevista "Retrato íntimo de la infanta Elena en su cumpleaños".
Doña Elena, que este viernes cumple 61 años, es descrita como una niña guapa, y ahora, gracias a las palabras de Debray, sabemos que ese atractivo infantil ha evolucionado en un cuerpo de atleta "que genera envidia". ¿Envidia a quién? A los centauros mitológicos, quizás. A los demás nos deja preguntándonos si esas horas en las caballerizas son simplemente un entrenamiento ecuestre o un ritual secreto de eterna juventud. Todo esto, por supuesto, mientras cumple una agenda llena de deberes filantrópicos. Porque, recordemos, la infanta no solo es guapa: es también diligente, disciplinada y, por lo visto, impermeable a la fatiga.
El sacrificio diario de una obrera sometida a la disciplina laboral de la Fundación Mapfre
Por las mañanas, la infanta se levanta, como cualquier trabajadora, y acude a las oficinas de la Fundación Mapfre, donde (dicen que por 300.000 euros al año) se dedica a proyectos sociales. Si alguien se preguntaba cómo es la vida laboral de una infanta apartada de las funciones reales, aquí tenemos la respuesta: administrar las donaciones de millones de euros. Todo ello, por supuesto, desde su apartamento "en el centro de Madrid". Un dato que podría parecer irrelevante, hasta que recordamos que dicho apartamento cuenta con casi 500 metros cuadrados y está a un paso de El Retiro. Son noticia en esta entrevista disfrazada de reportaje algunas ausencias porque no encontramos referencias a su cuñada, la reina Letizia, a su ex marido Jaime de Marichalar, a su hija Victoria Federica, ocasional propagandista política, influencer y concursante de un programa de televisión. Sí habla de su querido Froilán, y también cita algo a su hermano Felipe VI, a su madre, a la que ve todas las semanas en Zarzuela, y a su padre, a quien visitará en Año Nuevo porque la Fundación Mapfre le da vacaciones, ya que su hijo está también en ese país que tan bien trata a las mujeres. Al menos si su sangre es tan azul como la de Elena, doña Elena.
"Cortada brutalmente de su destino"
Entre los momentos más conmovedores de la entrevista, Debray describe cómo la infanta fue apartada de la agenda oficial de la Casa Real, una decisión que ella lleva con "discreción" y resignación. Fue, según la biógrafa del Emérito (que de momento no publica su biografía, a pesar de haberse anunciado) como "cortarla brutalmente de su destino". Si alguien tenía dudas sobre lo que es el verdadero sufrimiento, ahí lo tienen: no un terremoto ni una pandemia, sino el desgarro existencial de no estar en la tribuna oficial el 12 de octubre. Claro que la infanta, con la entereza que la caracteriza, decide entonces mezclarse con el pueblo en la calle, entre las familias de la Guardia Civil, demostrando que, aunque apartada, sigue siendo una infanta del pueblo… Pero con un linaje impecable.
Navidades de altos vuelos
Por si esto fuera poco, también sabemos que la Navidad no será fácil para doña Elena. Su padre, el rey emérito, no estará con los suyos. Lo confirma ella. Un "vacío doloroso" que, sin embargo, como decíamos, se llenará con desplazamientos estratégicos: primero, pasará la Navidad con su madre en Zarzuela, y luego, el Año Nuevo con su padre en Abu Dabi. Porque, cuando se trata de reconciliar a la familia real, los kilómetros no son un obstáculo y los billetes de avión no son tan caros. Lo que sí es un reto es compatibilizar la agenda ecuestre con las visitas regulares a su madre, a quien, según confiesa, ve todas las semanas. Todo esto sin perder ni un ápice de esa "disciplina heredada de la Zarzuela", donde "no tengo ganas" no era una frase permitida. Algo que probablemente explique cómo soporta estos sacrificios con una sonrisa inquebrantable.
Si algo queda claro tras leer esta entrevista, es que la infanta Elena no solo es una mujer de carácter, sino también una especie de heroína trágica con una conexión casi mágica con los animales. Desde su lakeland terrier hasta los gatos que consigue amansar con naturalidad, parece que su capacidad de empatizar no tiene límites. Debray asegura que Elena puede comer una cena fría sin quejarse para no incomodar a la anfitriona, un gesto de cortesía que quizá solo sea superado por su habilidad para enviar tarjetas manuscritas, porque, ya lo sabemos, el WhatsApp es demasiado vulgar para alguien de su estirpe.
Y al final, lo que nos queda es una imagen de sacrificio y resiliencia. La infanta Elena, apartada de los focos pero aún radiante, entregada a sus compromisos con una devoción que solo puede explicarse por una mezcla genética de disciplina borbónica y pasión ecuestre. Ya sea organizando donaciones millonarias desde Mapfre o subastando capones por causas benéficas, doña Elena no pierde nunca su aire de dignidad discreta y su simpatía universal.
Esta entrevista disfrazada de reportaje nos recuerda que ser infanta en el siglo XXI es una cruz que no todos podrían soportar. Porque, mientras los demás luchamos con nuestros pequeños dramas cotidianos, Elena carga con la pesada losa de vivir entre dos mundos: el oficial y el personal, el real y el ficticio. Pero no temáis, que ahí sigue ella, un faro de luz y elegancia en un mundo que no siempre está a la altura de sus estándares. Si eso no merece envidia, ya no sabemos qué lo hará. Ánimo querida infanta. Usted puede.