Firmas
El déficit del Presidente Sánchez
Juan Fernando Robles
Son muchos los déficits que presenta el Gobierno de Pedro Sánchez. Tiene, entre otros, déficit de apoyos parlamentarios, déficit de agenda de Gobierno inteligible, déficit de iniciativas legislativas y déficit de dar solución a los graves problemas patrios. Con todo, no se diferencia mucho del Gobierno anterior en algunos de esos déficits, aunque quizás ahora estén corregidos y aumentados. Lo que sí parece patente es que no tiene interés en alcanzar un déficit público del nivel requerido por Bruselas y comprometido por el anterior ejecutivo y, sobre todo, necesario para ir sentando las bases que nos permitan superar una próxima crisis.
El coyuntural Sánchez no se puede preocupar de la próxima crisis cuando su máxima preocupación es que unos presos preventivos y algunos prófugos le voten el presupuesto. Es por eso que tenemos también un Gobierno a la fuga, pero sin tocata, y huye hacia adelante como alma que lleva el diablo desde el mismo momento en el que accedió al poder, tan solo para no perderlo, algo que parece menos en su mano que ganar por goleada en las encuestas, que, de tan favorables que son, debería convocar elecciones después del próximo y triunfal CIS, en el que seguramente obtendrá los 350 escaños, eso sí, sin cocina.
La economía es obvio que no interesa a Sánchez ni a su gabinete y ven más la Hacienda Pública como un enfermo a cuyo frente debe estar un médico, aunque, por lo que se va sabiendo, no para sanarla o sanearla. Quizás el Dr. Frankenstein sería más adecuado para los propósitos del Presidente, puesto que intenta insuflar vida de gasto al cadáver de un erario público que no soporta semejante cosa sin aumentar decididamente la fiscalidad, lo que desea hacer fervientemente empujado por el populismo tributario de Podemos.
Prometer el cielo en la tierra es costoso. Subir las pensiones a cargo del erario público y machacando a colectivos como los autónomos no parece una jugada muy limpia, sobre todo porque lastrará el presupuesto para siempre, gobierne quien gobierne, y pondrá al sistema de pensiones más en riesgo de lo que ya está, que es mucho. Se trata de aflojar el bolsillo para todo aquel colectivo que pueda suponer un nicho de votos que lancen a Sánchez al estrellato. En efecto, ha nacido una estrella donde había un estrellado y como la fama cuesta, la factura se le quiere pasar a todos los españoles, porque el cuento ese de que pagarán los ricos ya nos lo sabemos y es la clase media la que acaba por pagarlo todo.
Ahora que el candidato Errejón nos ha ilustrado sobre las tres veces que los venezolanos comen, lo que sería un gran logro del madurismo si fuera verdad, que no lo es, ya sabemos lo que nos espera a largo plazo con este gobierno de Podemos en la sombra. La destrucción del Estado está en la agenda del populismo, que Sánchez abraza con alborozo, y lo primero que hay que destrozar es la Hacienda Pública, generando el mayor agujero posible a base de repartir entre quien no lo merezca lo que no hay. Esas son las bases del socialismo hacia las que está virando el PSOE de Sánchez y de ahí la preocupación de los empresarios, cuyas empresas pueden acabar siendo las grandes paganas del desaguisado, con la consiguiente pérdida de actividad y empleo, algo que no puede preocupar al populismo puesto que así hay más necesitados a los que dar tres veces de comer, es decir, más clientes y más votos.
Aun así, no todo van a ser malas noticias para el déficit, pues parece que el independentismo catalán quiere convertir a Rajoy en el Cid Campeador presupuestario, seguramente por la cercanía geográfica con Valencia, y que sus presupuestos gobiernen en 2019. Si se niegan a apoyar al Gobierno, Sánchez solo podrá prorrogar los de 2018, aunque ya han avisado que harán todas las trampas que puedan, algo de lo que Tezanos ya nos ha convencido.
Este Gobierno quiere ignorar que van a subir los intereses, que la economía se está desacelerando, que seguramente habrá que afrontar gastos imprevistos y que las subidas fiscales anunciadas no darán de sí lo que pretenden. Si Jardiel Poncela dijo que la medicina era el arte de acompañar al sepulcro con palabras griegas, nuestra médico ministra de Hacienda nos acompañará a la ruina si tenemos la mala fortuna de que Sánchez sea capaz de sacar adelante los presupuestos de Podemos.