La bolsa alemana vive en tiempo prestado
- Si la UE castiga con aranceles el Brexit los exportadores alemanes perderán
Matthew Lynn
En el último mes, el índice de referencia DAX, que incluye las treinta principales empresas del país, se ha anotado el auge más largo desde 1960. En poco más de ocho años y con una subida del 226% de las acciones, el repunte ha superado al auge de siete años que comenzó en 1982.
En un país donde, extraordinariamente, solo nueve de sus 81 millones de habitantes poseen alguna acción directamente o en fondos mutuos, tal vez incite el interés por participar en el mercado. Al fin y al cabo, no hay nada como muchos beneficios fáciles para despertar el interés por invertir.
El problema es que la subida da signos de haber pasado su fecha de caducidad. Y es que la economía alemana se enfrenta a cuatro grandes retos: su colosal excedente amenaza con generar una guerra comercial, el fin de la flexibilización cuantitativa del BCE le afectará más que a cualquier otro país, se dirige hacia unas elecciones cargaditas y, aunque no sea más que un riesgo de cola, si el euro empieza a fragmentarse Alemania será la que más sufra. El auge puede que haya sido largo pero parece mucho más arriesgado que casi cualquier otro mercado.
Todo gran índice mundial ha gozado de buena salud en los seis últimos meses y muchos han batido nuevos récords, pero Alemania podría haber alcanzado el hito más importante de todos. Para el DAX, con empresas como BMW o Bayer, ya es el mercado alcista más largo desde 1960. Según los cálculos de Commerzbank, se han producido seis grandes ciclos alcistas en la posguerra. Hasta ahora, el más duradero se prolongó siete años desde 1982 y vio una subida del índice del 313%, mientras que el más breve se extendió tres años desde 1967, con un aumento del 106%.
El repunte que empezó en 2009 ya se ha convertido en el más largo, con ocho años, aunque no el más rentable (sigue siendo el auge de siete años iniciado en 1992, cuando el índice se cuadruplicó con creces en valor).
No hay nada de sorprendente en eso. La economía alemana ha ido bien. El empleo es boyante, la inflación baja y las exportaciones han alcanzado récords, mientras que las demandas salariales, gracias a una mezcla de reformas laborales y altos niveles de inmigración, están bastante controladas. Para sus gigantes manufactureros, el panorama no podría ser mejor y por eso no sorprende que las acciones hayan subido.
Pero podrían haber tocado techo. El mercado alcista se enfrenta a importantes retos, como los cuatro siguientes, dignos de preocupación.
El primero son las guerras comerciales. El déficit comercial alemán ha acumulado nada menos que el 9% del PIB. Está claro que los alemanes hacen cosas estupendas, sus empresas son eficientes y los salarios se han mantenido bajo control, etc. A un 2% o 3% del PIB, esas explicaciones serían perfectamente aceptables pero con el 9% hay un problema. Donald Trump ya ha empezado a quejarse, junto con algunos candidatos a la presidencia francesa. Tarde o temprano, Alemania tendrá que ceder un poco o se verá enzarzada en un grave pulso comercial. De una manera u otra, no será bueno para los grandes exportadores del DAX, aunque la situación actual es insostenible.
Segundo, el BCE está pensando desmantelar la flexibilización cuantitativa y podría seguir los pasos de la Reserva Federal y subir ligeramente los tipos de interés también. El banco central ha imprimido más de un billón de euros de efectivo para bombear en la economía en los últimos años. ¿Adónde ha ido a parar?
Dado que Alemania es la mayor economía de la zona y también su principal exportadora, es razonable asumir que gran parte de esa cantidad se ha traducido en una demanda mayor para las empresas de ese país (directamente, a través de los consumidores alemanes, o mediante las exportaciones a otros países de la zona). Si Alemania ha sido la gran ganadora, también será la gran perdedora cuando el estímulo se retire gradualmente.
Después, los riesgos políticos no paran de aumentar. Desde que el dinámico Martin Schulz se alzó como líder de los moribundos socialdemócratas de centro izquierda, sus expectativas se han transformado. Las últimas encuestas les muestran igualados con los demócrata-cristianos de la cancillera Angela Merkel ante las elecciones generales de otoño.
Demasiado reñido como para adelantar resultados. Schulz no es precisamente un radical de extrema izquierda, pero si sigue adelante y asume el puesto de canciller a finales de año, revertirá sin duda algunas reformas laborales de la última década y presionará para conseguir términos más generosos para sus votantes principales: la clase obrera industrial. Al mismo tiempo, la derrota de la coalición centrista de Merkel podría introducir un periodo de inestabilidad. Nada de eso será bueno para los beneficios de las empresas que integran el DAX.
Por último, el euro sigue estando tanto en peligro como nunca. Con la populista Marine Le Pen garantizada en la segunda vuelta francesa, sobre una plataforma que defiende la restauración del franco, Grecia necesitada de otro rescate más e Italia al borde de un nuevo conflicto, la zona se encuentra sumida en el caos. Las probabilidades de ruptura tal vez no superen el 10% pero sigue siendo un riesgo importante dado que Alemania acabaría pagando la mayor parte de la factura de una desintegración repentina.
Hay más riesgos potenciales. Alemania es un gran exportador al Reino Unido. Si la UE ve la necesidad de "castigar" por el Brexit con aranceles y el país contraataca, serán los exportadores alemanas los que se lleven un golpe en sus ventas. El DAX lo dominan fabricantes de coches, pero el auge de los vehículos eléctricos y sin conductor podría transformar la industria. Si tenemos en cuenta eso y aunque el DAX podría vivir su auge más duradero, las probabilidades de que se alargue a su noveno o décimo año son cada vez más escasas.