Ni Cadaqués ni Blanes: el pueblo costero más encantador de la Costa Brava es también uno de los más infravalorados
- Una villa marinera con esencia medieval y apenas 5000 habitantes
- Parece el Caribe, pero es la única playa española que figura entre las 50 mejores del mundo: aguas cristalinas rodeadas de dunas y naturaleza
- Dónde colocar la planta cuna de Moisés para atraer la energía positiva, la tranquilidad y la paz, según expertos en Feng Shui
María León
Si hablamos de playas espectaculares, sin duda alguna, la Costa Brava es una de las grandes joyas que tenemos en nuestro país. A lo largo de sus 214 kilómetros, se disponen una infinidad de pueblecitos costeros, a cada cual más especial, y una larga lista de calas donde reina la paz y la tranquilidad. Esta franja litoral comienza con la localidad de Blanes y se extiende hasta Portbou, prácticamente en la frontera con Francia.
Ahora bien, a pesar de destacar algunos puntos como Calella de Palafrugell y sus barquitas marineras, el castillo medieval de Peratallada o las postales de Begur, encontramos también otros puntos menos masificados y con el mismo encanto. Estamos hablando de Llançà, un pequeño pueblo de pescadores que ha sabido conservar a la perfección su encanto y la calma característica del Mediterráneo.
Olor a mar y salitre
Pensar en la frontera de la Costa Brava con Francia, es hacerlo en la famosa localidad de Cadaqués. No obstante, la región de Alt Empordà esconde muchas más joyas. Una de ellas es Llançà, una villa marinera caracterizada por la tranquilidad de sus calles y la belleza de sus calas. Aquí, su color azul turquesa es uno de los principales atractivos, y la responsable de ello es la posidonia, una planta acuática que domina esta parte de la costa.
Cuenta con más de siete de kilómetros de costa y entre ellos podemos encontrar más de una veintena de playas, todas ellas rodeadas de las escarpadas montañas y el color verde de sus árboles. Destacan la de Sant Jordi, la de Port, la de Grifeu y la de La Farella, aunque en todas es posible disfrutar de un ambiente de paz y tranquilidad en un enclave natural único.
Ahora bien, aquellos más aventureros también encuentran aquí su paraíso personal, ya que también es posible practicar una gran lista de deportes acuáticos.
Una villa con encanto medieval
Más allá de sus calas, que se llevan casi toda la atención, el pueblo de Llançà también merece la pena recorrerlo. Ha sabido preservar su esencia medieval y prueba de ello es su espectacular patrimonio histórico, como la Capilla de Sant Silvestre de Valleta y su torre románica. La mejor forma de visitar su casco histórico, es pasear por sus callejuelas empedradas y sus murallas primitivas del siglo XVII.
Entre las paradas obligatorias, se encuentra la iglesia de Sant Vicenç del siglo XVIII y la torre homenaje que se ha alzó justo al lado y que a día de hoy es posible visitar.