Empresas y finanzas

Las diez consecuencias de los tipos negativos para su bolsillo

  • Las familias han perdido más de 5.500 millones en intereses por sus depósitos
Mario Draghi, presidente del BCE. Foto: Archivo.

Fernando Tadeo

La situación de tipos en negativo que pretende alargar el BCE como mínimo en los próximos veinte meses está provocando reacciones encontradas entre los economistas, los expertos y el sector bancario. No todo el mundo ya comparte la idea de que esta estrategia sea la adecuada para reactivar la economía y eleve la inflación, que es el propósito último del organismo comunitario. Tiene sus efectos positivos, pero también muy contraproducentes que afectan también al bolsillo de los ciudadanos. Estas son las consecuencias más significativas de la decisión de la institución que gobierna Mario Draghi.

Entre las positivas, se encuentran, sobre todo la caída en los intereses que abonan las familias y las empresas por sus créditos constituidos a tasas variables y la mayor capacidad para hacer frente a sus compromisos de pago. Entre las negativas, destaca la perdida de ahorro. Este impacto es significativo en España, porque la población necesita contar con recursos suficientes para poder encarar el envejecimiento de la población, que hace insostenible el actual sistema de las pensiones públicas.

1. Bajada de las cuotas en las hipotecas ya constituidas

Todos aquellos consumidores que tengan constituida una hipoteca a tipos variables, que son más del 93% de la población española, se beneficiarán como en los últimos años de una bajada de las cuotas que pagan al banco. El euribor se sitúa en tasas negativas desde principios de 2016, lo que está rebajando los intereses que tienen que abonar aquellos que deben dinero. Por ejemplo, para una hipoteca cuya revisión se realice en julio la rebaja para una hipoteca media de unos 120.000 euros con un plazo de vencimiento de 25 años asciende al entorno de los 8-10 euros mensuales, es decir, aproximadamente 100 euros anuales. Se estima que en la actualidad hay firmadas en nuestro país en torno a 7 millones de hipotecas. En esta cifra se incluye préstamos a tipos fijos y de todo tipo de inmuebles, no solo viviendas.

2. Mayor capacidad de pago de familias y empresas

Gracias a la bajada de los intereses y de las cuotas que los hipotecados y también de las empresas que tienen referenciados los préstamos a tasas variables, que son la mayor parte. Por tanto el riesgo de impago disminuye en un contexto de crecimiento económico más débil y de control salarial. Las insolvencias fueron uno de los problemas que generó el estallido de la crisis y que elevó la tasa de morosidad al 15%. En la actualidad está por debajo del 6%. La banca llegó a soportar más de 200.000 millones de euros de créditos morosos en 2013, una cuantía que se sitúa ahora en menos de 70.000 millones. Una parte relevante de esta montaña de activos deteriorados se transformaron en inmuebles que se adjudicaron las entidades por los impagos, que se han venido vendiendo de manera individualizada y a través de grandes carteras a fondos de inversión.

3. Coste más alto de los nuevos créditos

Aunque los préstamos constituidos salen más baratos, los de nueva producción son cada vez más caros debido al euribor en negativo. Las entidades están elevando los diferenciales que aplican, a pesar de que las ofertas gancho se mantiene por debajo de euribor más un 1% en la modalidad de tipos variables. Además, la banca está incentivando la venta de hipotecas mixtas o fijas, que tienen un coste mayor. La TAE, interés que incluye las comisiones, que reclaman las entidades en la actualidad por las fijas supera de media el 2%. El porcentaje de hipotecas que se firman ahora a tasas que no varían durante su vigencia sobrepasa el 40%, un hecho que da más tranquilidad a futuro a los clientes ante posibles subidas futuras de los tipos en un futuro, pero que encarece la financiación hasta que eso no ocurra. Y la posible subida del precio oficial del dinero por parte del BCE lleva ya dos años de retraso sobre las previsiones iniciales ante la debilidad de la economía. Se estimaba inicialmente que el movimiento se iba a producir en 2018.

4. Pérdida de ahorro y merma en la capacidad de la inversión

Los tipos negativos han provocado que el dinero ahorrado por los ciudadanos pierda capacidad de generar valor, al igual que la de las empresas de invertir. Las entidades han dejado de retribuir tanto por los depósitos a plazo como por las cuentas corrientes de los particulares. Las grandes compañías, incluso, tienen que pagar por guardar sus reservas de liquidez en las entidades, una situación completamente extraordinaria y anómala. En los próximos meses los bancos se están planteando extender el cobro por los depósitos a un mayor número de empresas, pero en ningún momento tienen previsto, por ahora, poner una tarifa a los particulares, tal y como ha destacado esta semana el presidente de la patronal del sector AEB, José María Roldán. Los tipos que ofrecen por el dinero nuevo los bancos apenas llega al 0,03 o 0,04%. Esta casi nula rentabilidad ha llevado a que los hogares hayan disparado el dinero en cuentas a la vista -de libre disposición- a más de 664.228 millones y hayan recortado a mínimos de 156.000 millones el de los depósitos a plazo. Las familias, desde 2014, han perdido por el camino unos rendimientos por las imposiciones que se estima en unos 5.600 millones, a tenor de que las cuentas a la vista se remuneraban en 2014 a 0,12% y los depósitos al 0,75%.

5. Incremento de la asunción de riesgos

Las entidades, ante la caída de los márgenes provocados por el hundimiento del euribor y la baja remuneración de los depósitos, están animando a los clientes a incrementar sus posiciones en fondos de inversión y de pensiones, lo que conlleva un aumento de los riesgos. La volatilidad de los mercados está provocando pérdidas para los inversores de estos productos. El año pasado ningún producto financiero genero beneficios. De ahí que sea necesario aumentar los plazos de vencimiento de los productos para obtener rentabilidad, lo que supone una apuesta de medio y largo periodo

6. Aumento de las comisiones

Con esta estrategia de trasladar el ahorro a fondos de inversión y de pensiones, las entidades están consiguiendo aumentar los ingresos por comisiones. El año pasado su facturación aumentó un 8% a pesar de la incertidumbre de los mercados en la recta final del año y la bajada de las posiciones. Pero, los particulares y las empresas también están teniendo que abonar cada vez más altas tarifas por servicios que antes salían, incluso, gratis. Este fenómeno se ve especialmente si las operaciones bancarias se realizan en las oficinas. Hacer transferencias, ingresar cheques, llevar a cabo movimientos en cajeros, etc, cuestan más y se espera que cada vez el precio se incremente. La subida de tarifa no sólo se debe a la baja rentabilidad de los bancos, que tienen la necesidad de aumentar sus ingresos por alguna vía, sino también por las elevadas inversiones que están desembolsando en sus procesos de transformación digital y, como consecuencia, tienen que encauzar a los clientes a que operen por internet o por el móvil. Las entidades, con esta política comercial, también están desplazando a los clientes que consideran no rentables, aquellas cuyas operaciones no compensan los costes que generan y, en muchas ocasiones, personas mayores.

7. Más crédito y reactivación de la actividad

El objetivo del BCE, con sus medidas, es estimular la concesión de préstamos que conceden los bancos y que no guarden el dinero en su ventanilla. El organismo se plantea elevar el tipo que cobra a las entidades por estos depósitos, del 0,4 hasta un máximo del 0,7% con el fin de que todo ese dinero circule y ayude a financiar a familias y empresas. Con esto pretende reactivar la economía de toda la zona euro, que da señales de agotamiento, principalmente en aquellas economías de mayor importancia (Alemania y Francia). En 2014, cuando comenzó su estrategia, los resultados fueron positivos. Los bancos comenzaron a abrir el grifo del crédito, pero en estos momentos carecen de demanda suficientemente solvente como para regar de dinero barato a la industria y los hogares. Las entidades no están dispuestas -y los reguladores, entre ellos el BCE no lo permitirían- a cometer los errores del pasado. De hecho, la subida exponencial de los créditos al consumo en los últimos años está derivando en un alza, en estos momentos, de la morosidad en este segmento, por lo que el Banco de España lleva tiempo apremiando al sector a que frene la concesión, a pesar de que este tipo de financiación es menos sistémica por su volumen y mucho más rentable a corto plazo.

8. Alza de la inflación

La política monetaria que está impulsando el BCE, de alargar el periodo de tipos oficiales el cero, tiene como misión impulsar la economía y, por ende, elevar la inflación, que se sitúa en tasas bajas, inferiores al 2% de aspiración. El organismo comunitario quiere evitar a toda costa con sus medidas el riesgo de deflación gracias al impulso de la economía y la reanimación del consumo interno. Un escenario de precios a la baja es catastrófico si no se corrige pronto, tal y como se ha comprobado en Japón, porque alimenta un circulo vicioso de dificultades económicas.

9. Economía y empleo

La pretensión de estimular la economía por parte del BCE es, en teoría positiva, ya que la capacidad de generación de riqueza por parte de los países europeos aumenta y, con ello, sus posibilidad de crear empleos. En España, con tasas de paro elevadas, es vital que el PIBcrezca. Pero, para ello, es necesario que el dinero circule y los bancos se están encontrando con problemas de demanda solvente. Sus problemas de rentabilidad, en parte por el euribor en negativo, les está llevando a tener que tomar decisión de recortes drásticos en sus plantillas, unos ajustes que continuarán en los próximos años. Para que los objetivos que persigue el BCE se requiere de una banca rentable y sólida, algo que estos momentos no ocurre y que si el escenario se mantiene su situación empeorará. El sector bancario español, durante la crisis, ya ha rebajado el volumen de sus empleados en un 40% -más de 100.000 personas- con el fin de mejorar su eficiencia operativa.

10. Endeudamiento menos abultado

Con los tipos en negativo y el bajo rendimiento de los productos garantizados, como los depósitos- las familias y las empresas están destinando el ahorro o los recursos disponibles a amortizar la deuda bancaria contraída. Es decir, que están recortando su endeudamiento. Es una consecuencia positiva, ya que uno de los problemas que surgieron en la época del boom fue el excesivo nivel de endeudamiento privado de la economía, que llegó a superar el 200% sobre el PIB. En estos momentos, la tasa se sitúa en el 134%, convergiendo así con la media europea. Pero un umbral bajo de endeudamiento también tiene un lado negativo, ya que demuestra que las empresas y familias no están dispuestas a emprender proyectos o a consumir más allá de sus limitaciones actuales, lo que impide un mayor dinamismo de la economía. Por ejemplo, una empresa prefiere disminuir la deuda pendiente que solicitar una nueva línea para ampliar su negocio, lo que acorta las posibilidades de creación de empleo. El escenario que se presenta es de continuidad, de menor endeudamiento.