Empresas y finanzas

Uber sufre presiones por no cumplir con la "obligación moral" de las empresas de economía colaborativa

  • Algunas compañías se sitúan en el limbo legal y perjudican al sector regulado
Vehículo autónomo de Uber. <i>Foto: Archivo</i>.

elEconomista.es

Resulta evidente que las compañías buscan maximizar sus beneficios. Pero, salvo en excepciones como los mercados monopolísticos, la buena imagen de la compañía en su entorno social es imprescindible para que el consumo crezca. La proliferación del concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) durante los años 90 sirve a ese propósito. Pero Uber - y otras compañías basadas en el concepto de economía colaborativa - no parece darse por enterado.

Después de granjearse las iras de los taxistas de medio mundo por irrumpir en el sector con menos restricciones que las que suelen asumir los trabajadores de este gremio, Uber anunció la puesta en marcha de sus vehículos autónomos, que ni siquiera necesitan fuerza de trabajo. Bajo este punto de vista, no sólo es que la multinacional quite el trabajo a los taxistas, sino que además lo hace sin generar empleos.

Precisamente en la ciudad en la que la compañía empezó a probar estos vehículos sin conductor, Pittsburgh (EE.UU.), las reticencias van en aumento. El alcalde de la ciudad, Bill Peduto, que apoyó la llegada de la empresa a esta urbe, ha instado a Uber a cumplir con su "obligación moral con la sociedad". "En una asociación, no se trata sólo de lo que podamos hacer por ellos".

Peduto ha reprochado la falta de implicación de Uber con los problemas de la ciudad, como cuando se solicitó su colaboración para lograr vencer en el Smart City Challenge (Reto de la Ciudad Inteligente), que habría supuesto para la urbe ingresar 50 millones de euros del gobierno federal destinado a desarrollar sistemas de transporte de tecnología punta.

Por ello, el regidor ha afirmado que pedirá a Uber que se comprometa con mejorar las condiciones de trabajo de sus conductores, que ofrezcan servicios a ancianos, y que mejoren su consumo de gasolina.

Cuando la economía colaborativa es perjudicial

En los últimos meses, Uber aparece en los medios fundamentalmente con motivo de noticias que empañan su marca, como las polémicas declaraciones de su CEO a uno de los conductores, la dimisión de su presidente, el cierre de la compañía en Dinamarca, las acusaciones de robo de tecnología o la cancelación temporal de sus servicios con vehículos autónomos por un accidente de tráfico.

Pero no es la única compañía que se basa en la economía colaborativa y que se ve envuelta en la polémica. Si los vehículos autónomos ya no pueden considerarse "colaborativos" - simplemente la empresa ofrece un servicio de transporte que el consumidor paga - y causan un grave perjuicio al sector del taxi, otras plataformas también enfrentan sus problemas.

En el caso del alojamiento, Airbnb lastra los resultados del sector hotelero de todo el mundo y se la acusa de competencia desleal. En Londres se ha impuesto un límite de 90 días por año como periodo máximo en que puede alquilarse un alojamiento mediante esta plataforma, en Amsterdam el límite es de 70 días, Valencia inició procedimiento sancionador contra la compañía por no mostrar el número de registro en los apartamentos turísticos, mientras que el Ayuntamiento de Barcelona ha mostrado su frontal oposición a lo que consideran "alquileres ilegales".

La aplicación de compraventa Wallapop, por su parte, es el escenario ideal para estafas y actividades ilegales de todo tipo. Desde la banda que vendía móviles y videoconsolas que luego nunca eran entregados al tiempo que usurpaban la identidad de otros usuarios, a la venta de pastillas de éxtasis, a usuarios que venden productos robados o revenden entradas de espectáculos.

En todos estos casos, se abandera la economía colaborativa y los beneficios que conllevan para los consumidores, que pueden adquirir productos o servicios a un precio menor que antes de su aparición, y que benefician también a quien ofrece en el mercado esos productos o servicios. Pero todas están muy lejos de parecerse a organizaciones sin ánimo de lucro: Wallapop aún no da beneficios pero ya está valorada en 1.000 millones de euros, Airbnb supera los 30.000 millones de valoración y Uber la dobla hasta batir los 65.000 millones de dólares.