La DANA urge a adaptar los territorios a la emergencia climática
- El desastre provocado por el temporal evidencia la necesidad de adecuar los modelos urbanísticos
- En España cerca de 2,7 millones de personas viven en zonas inundables
Inés Oria
Un temporal histórico, más cruel que la tragedia de Biescas (Huesca) y más destructivo y mortífero que el huracán Milton, en Estados Unidos. No existen adjetivos para definir el calibre y alcance de la Dana que ha arrasado gran parte de la provincia de Valencia y que ha afectado también a otras zonas de Albacete, el Bajo Aragón o Andalucía occidental.
La peor gota fría del siglo, según la Agencia Estatal de Meteorología, se ha saldado con un número de víctimas mortales inasumible para un país desarrollado. También ha volatilizado un volumen de infraestructuras imposible aún de cuantificar. España y la Unión Europea, que entiende como propio el desastre, han despertado súbitamente a una realidad que, si bien ya hacía por representarse, ahora lo ha hecho con toda su fiereza: la Dana de 2024 ha catapultado a todas las conversaciones la ya inesquivable necesidad de mejorar las estrategias de prevención y gestión de adversidades, adecuar los modelos urbanísticos y elevar las inversiones en infraestructuras que permitan hacer frente a la nueva realidad marcada por el imparable avance del cambio climático.
Todas las voces expertas coinciden al afirmar que sólo de esta manera, con un cambio de paradigma, se podrá hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos que, según todas las previsiones, cada vez van a ser más usuales y peligrosos.
"La temperatura de la atmósfera ha subido 1,3 grados por encima de la era preindustrial y esto hace que el vapor de agua se quede retenido en ella durante más tiempo. Por otro lado, el vapor que expulsan los mares y océanos ha crecido un 9% debido al calentamiento que están experimentando estas grandes masas de agua como consecuencia del cambio climático. Estos factores atmosféricos hacen que las precipitaciones sean mucho más potentes", afirma Isabel Moreno, física meteoróloga, quien también avisa de que es muy probable que este tipo de fenómenos puedan volver a producirse. "No sabemos cuándo ni con qué intensidad porque hay multitud de factores locales que son muy difíciles de predecir, pero si ha ocurrido una vez, puede volver a pasar", insiste.
Este último episodio se ha representando en forma de fuertes lluvias que cobraron especial intensidad en las comarcas interiores de Valencia (la Plana de Utiel-Requena, la Foya de Buñol-Chiva y La Serranía), donde se llegaron a registrar casi 500 l/m2 en pocas horas, la misma cantidad que llueve en todo un año. Ese súbito aluvión saturó rápidamente los suelos, generando en un corto espacio de tiempo importantes crecidas en torrentes, cauces y ramblas que provocaron el desbordamiento de numerosos barrancos. Los datos del Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) muestran que el caudal de la Rambla del Poyo -formada por la unión los barrancos el Grande, la Cueva Morica y Chiva- subió de 250 metros cúbicos por segundo hasta los 2.000 en sólo dos horas, un caudal cinco veces superior al que habitualmente vierte el río Ebro al mar Mediterráneo. La avalancha de agua descendió a toda velocidad arrasando las localidades ubicadas aguas abajo en las que, paradójicamente, apenas se habían registrado precipitaciones.
La crecida del Turia a su llegada a Valencia capital encontró en su nuevo cauce un alivio y, aunque llegó a registrar puntas de 2.000 m3/segundo, mantuvo a la ciudad ajena al desastre.
El riesgo de construir en zonas inundables
La gravedad de estos episodios suele verse incrementada por factores de carácter urbanístico como la alta ocupación del territorio o la ubicación de las zonas residenciales en perímetros fácilmente anegables (orillas de los ríos, ramblas o barrancos) que están secos la mayor parte del año, pero tienden a acumular el agua procedente de la lluvia y desbordarse con facilidad. Por tanto, adaptar los planes de gestión de inundaciones y dejar de construir en zonas inundables se revelan como las medidas más urgentes para evitar los daños físicos y materiales que pueden llegar a producir en el futuro este tipo de eventos y también para crear entornos más resilientes ante futuras emergencias.
"No resulta admisible que se sigan construyendo edificios habitacionales, de servicios o infraestructuras de comunicación en zonas inundables", señalan desde la Asociación Española de Climatología (AEC). Sin embargo, actualmente hay en España unos 25.000 kilómetros inundables en los que viven cerca de 2,7 millones de personas, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica.
La zona de Levante es una de las más expuestas, especialmente la provincia de Valencia, cuyo modelo de ocupación presenta importantes deficiencias derivadas de la expansión urbana. Tal y como muestra el Plan de Acción Territorial de Prevención de Riesgos de Inundaciones de la Comunitat Valenciana (Patricova) casi 600.000 habitantes de la región residen en una zona con riesgo eventual inundación y otros 250.000 viven en lugares que corren menos peligro pero no están del todo exentos.