Casas Reales

La noche de la guayabera: Felipe VI impone la prenda más fresca para los hombres en Marivent

Marivent vivió este lunes una noche de verano más ligera y desenfadada que en años anteriores. Con una brisa amable y sin la habitual ola de calor que suele azotar la isla en estas fechas, la recepción ofrecida por los reyes se convirtió en una velada tan cómoda como simbólica. La noche se acunó con el soplo suave del viento mallorquín y fue la confirmación de que los símbolos cambian, y que incluso un pequeño gesto de moda puede decir mucho más que un discurso.

Porque si algo marcó esta edición del tradicional besamanos fue la clara señal del rey Felipe VI: la guayabera es ahora el nuevo traje de gala para las noches estivales.

El monarca, fiel a su estilo sobrio y moderno, apareció con una elegante guayabera blanca, ligera y perfectamente planchada, marcando tendencia entre los caballeros asistentes. La elección no fue casual. En una velada en la que ya no se exige traje, que busca representar la cercanía con la sociedad balear, Felipe VI optó por una prenda fresca, autóctona de climas cálidos, que combina sencillez y elegancia sin sacrificar comodidad. La guayabera, hasta hace poco relegada a eventos informales, alcanzó en Marivent categoría de prenda real.

Otro vip que también lució la prenda en Marivent fue el presidente y consejero delegado de Meliá, Gabriel Escarrer.

Un evento relajado y colorido

Mientras el dress code masculino se simplificaba sin perder el decoro, en la vestimenta femenina reinó la diversidad. Tacones dorados, cuñas de esparto y tejidos tradicionales se mezclaron en una alfombra improvisada donde cada invitada intentó brillar con estilo propio. Marga Prohens, presidenta del Govern, apostó por un conjunto en tonos suaves diseñado por Joana Borràs, una creadora local con atelier en Alaró. También destacó el vestido de Antonia Roca, vicepresidenta del Consell de Mallorca, confeccionado a partir de una mantelería típica mallorquina y transformado por la diseñadora María Genovard en una pieza única.

El negro, sobrio y elegante, también tuvo su momento: tanto la presidenta del Congreso, Francina Armengol, como Lourdes Roca, regidora de Afers Socials de Palma, eligieron ese tono para la ocasión.

Marivent como escenario de unidad

Poco antes del inicio de la recepción, el jardín de Marivent mantenía un silencio expectante, roto apenas por el canto persistente de las chicharras. Al aparecer los reyes, acompañados por la princesa Leonor, la infanta Sofía y la reina emérita Sofía, comenzó el desfile de personalidades. Durante más de veinticinco minutos, representantes de los cinco territorios insulares y de todos los sectores sociales fueron saludando a la familia real: diseñadores como Pablo Erroz y Alex Sobrón, empresarios, cineastas, músicos, deportistas y artistas jóvenes que ofrecieron una imagen rica y plural de la sociedad balear.

Entre los asistentes se respiraba una atmósfera distendida, de selfies en la explanada, mensajes reenviados y emociones contenidas. No todos pueden decir que han estado en Marivent, y quienes lo hacen, lo saben.

Una noche sin estridencias

Frente a las puertas de la residencia veraniega, un grupo reducido de manifestantes antimonárquicos alzaba sus voces. Este año, su presencia fue menor que en otras ocasiones, y se notó la ausencia del histórico activista Manel Doménech, recientemente fallecido.

A pesar de las protestas, el ambiente dentro del recinto fue festivo y respetuoso. La familia real saludó con cercanía y sin rigidez, consolidando una nueva forma de ejercer la representación institucional. La naturalidad del evento, marcada por la guayabera de Felipe VI, fue vista por muchos como un guiño a la modernización silenciosa de la Casa Real.

Rafa Nadal en la recepción de Marivent como marqués de Llevant de Mallorca

Una prenda, un mensaje

La elección de la guayabera no es menor: se trata de una prenda profundamente arraigada en la cultura del Caribe y América Latina, pero que también ha encontrado su espacio en climas mediterráneos como el de Mallorca. Su adopción por parte del rey simboliza no solo una adaptación al contexto climático, sino también una ruptura con la rigidez protocolaria que durante décadas ha marcado estos encuentros.

Con su aparición, Felipe VI no solo marcó tendencia, sino que también dio una lección de sensibilidad hacia el entorno. En tiempos donde el exceso y el formalismo resultan ajenos para muchos ciudadanos, la guayabera se convirtió en emblema de una monarquía que busca parecerse un poco más a su gente.

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