Política

Josep Borrell da un paso atrás y abre las puertas a Nadia Calviño en Europa

    Josep Borrell, ministro de Exteriores en funciones. Imagen: Archivo

    Carmen Obregón

    Mucho se ha criticado el abandono de Josep Borrell de su sillón como eurodiputado, habiendo ganado las elecciones del 26-M con clara ventaja. Las explicaciones oficiales abundan en la necesidad que tiene un país de mantener un ministro de Exteriores, en este caso en funciones, con la cabeza despejada y las ideas claras ante la agenda internacional a la que se enfrenta España.

    Ser eurodiputado raso y ser ministro, –quién sabe hasta cuánto tiempo en funciones–, no parece el mejor maridaje.

    Hasta ahí, los argumentos gubernamentales cuadran con el guión. Pero lo que no cuenta Moncloa y desdeña, con estudiado silencio, es el enorme sacrificio que Borrell hizo en su día, abandonando la política nacional al más alto nivel, para entregarse a las intrigas europeas, sin la certeza de conseguir un plaza segura en un comisariado de la Unión, o como Alto Representante de la institución europea. En su momento, el destino de Borrell a Bruselas fue un golpe estratégico, el diseño de un buen cartel electoral para arrasar a sus contrincantes.

    Lo cierto es que el golpe fue efectivo, y de paso Sánchez contentaba a los independentistas que pedían su cabeza. Pero ese tiempo pasó, y las plazas para comisario tienen muchos novios, entre ellos el de Nadia Calviño, quien gana enteros en las quinielas. Además, para Josep Borrell no es incompatible ejercer como ministro de Exteriores en funciones y, meses más tarde, obtener un nuevo reconocimiento de la UE, aunque no sea el de comisario.