Por qué la 'vía portuguesa' no sería fácil de aplicar en un Gobierno con Podemos
- España es el único país de la UE que no se ha estrenado con una coalición
Carmen Obregón
Madrid,
Esta semana, y con motivo de su visita al Palacio de Marivent, donde despachó con el Rey, Pedro Sánchez hizo alusión a los modelos de Gobierno que hay en Europa, para sortear así un pacto de coalición con Unidas Podemos -de quien desconfía-, o con PP o Ciudadanos, a los que cita para pedirles la abstención si Pablo Iglesias lo deja tirado en el camino. En ese encuentro con los medios, el dirigente socialista abrió la baraja y citó el modelo portugués, el danés, o pactos puntuales de legislatura.
La situación de bloqueo político en España, sumergido en un gobierno en minoría y en funciones, alcanzando una estadística sin precedentes, no es suficiente acicate para que las formaciones políticas se muevan en direcciones innovadoras, empezando por quien ha ganado las elecciones generales del 28-A.
En la actualidad, España ostenta el curioso título de ser el único país de la Unión Europea en el que nunca ha gobernado una coalición de distintas formaciones políticas. Una práctica de lo más habitual en el Viejo Continente. Solo hay que echar un vistazo a los países vecinos, incluyendo todavía a Reino Unido, para reparar en que de los 28, en 18 de ellos rigen gobiernos de coalición, en otros nueve hay Ejecutivos monocolor, y solo en Austria pervive un Ejecutivo tecnocrático hasta las elecciones adelantadas a septiembre.
El secreto de Portugal
El modelo que más reproduce Pedro Sánchez es el portugués -fruto de una moción de censura de la izquierda a Pedro Passos Coelho-. De hecho, cada vez que tiene ocasión, el presidente en funciones lo menciona y lo justifica, además recuerda que en este periodo de su post-moción de censura él ha gobernado con apoyos externos y acuerdos puntuales con la formación morada, si bien no le ha servido para aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2019.
El problema del modelo portugués estriba en que, si Sánchez quiere lograr el apoyo desde fuera de Unidas Podemos, como ocurre en Lisboa -el Partido Socialista cuenta con los miembros del Bloque de Izquierdas, el Partido Comunista Portugués y el Partido Ecologista de los Verdes-, antes debería explicar que el éxito internacional del Gobierno de Antònio Costa se sustancia en grandes reformas económicas como un amplio recorte de impuestos, beneficios fiscales para atraer al país a grandes fortunas y empresas, además de otra suerte de incentivos para la inversión de ciudadanos extranjeros -Golden Visa, una medida que concede el permiso de residencia en el país luso a aquellos inversores que son capaces de crear 10 puestos de trabajo o compran inmuebles de una cuantía superior a 500.000 euros-. En eso ha consistido el milagro portugués, tan ponderado por los organismos internacionales y los analistas económicos. Pero es que estas son precisamente las políticas que dibujan una línea roja frente a los manuales de la izquierda que se posiciona más allá del PSOE.
No obstante, el portugués -un modelo que incluye la paleta de colores que maneja la patronal CEOE, siempre y cuando se apliquen las recetas fiscales Costa- caducará en el tiempo. Concretamente este otoño cuando nuestros vecinos lusos vuelvan a las urnas.
Pero Pedro Sánchez también nombró en Marivent el modelo danés. En estos momentos, en Dinamarca existe un Gobierno monocolor con apoyo externo, como en Portugal, y con orientación ideológica de centro-izquierda. Lo que ocurre en el país de la Sirenita inspirada en el cuento de Andersen es que un presidente como Lars Lokke Rasmussen, el cabeza de la tercera lista más votada, puede convertirse en el máximo mandatario. Es una tradición parlamentaria nacional, que puede desalojar al partido ganador a la oposición. Un escenario que no contempla Sánchez. El propio Rasmussen, con un gabinete técnicamente débil, tuvo que recurrir a otro con ministros de coalición, dependiendo por tanto del apoyo externo.
Alianzas francesas
En Francia ha gobernado hasta en dos ocasiones la izquierda plural ('gauche plurielle'), primero en 1981 con François Miterrand, y más tarde, en 1997, con Lionel Jospin. Los dos mandatarios socialistas incorporaron en sus gabinetes a los comunistas, aunque la experiencia con la extrema izquierda acabó en frustración.
Hoy, Enmanuel Macron gobierna en coalición, pero antes de llegar al Elíseo su plataforma En marche! hizo añicos el bipartidismo izquierdas-derechas, y en estos momentos son partidos de centro lo que sostienen al presidente de la República Francesa, en un país muy centralizado, y donde no hay brotes de nacionalismo, salvo los de Córcega, en el Mediterráneo.
Los franceses, además de coaligarse, pueden cohabitar. Es decir, que entre la Presidencia de la República y el jefe del Gobierno, fruto este de la mayoría parlamentaria, no tiene porque haber coincidencia ideológica. A ese extraño maridaje se le denomina cohabitación en el poder Ejecutivo, lo que en la historia reciente de Francia ha sucedido hasta en tres ocasiones entre 1986 y 2002.
La Gran Coalición
Alemania es el paradigma de la Gran Coalición, junto a Austria. Angela Merkel, en tres de las cuatro legislaturas en el Gobierno ha decidido formar equipos con otros partidos políticos con orientaciones ideológicas antagónicas. Y es curioso, porque lo ha hecho tanto con los socialdemócratas, los verdes, como también con los liberales.
En España, el primer político que pronunció el concepto de Gran Coalición fue el dirigente del Partido Popular, Mariano Rajoy. Tras los resultados obtenidos en las elecciones generales de 2015 -donde admitió que con los escaños obtenidos no podía formar Gobierno-, verbalizó esta fórmula que fue rechazada de plano y de forma inmediata por el Partido Socialista de Pedro Sánchez.
Y mientras en España se resisten a fórmulas más originales que las adhesiones ideológicos -más el plus de los nacionalismos para sumar el número de escaños suficientes,- el resto de Europa camina por coaliciones o apoyos externos antes que por un Gobierno en funciones que bloquea leyes y reformas.
Curioso es el caso de Letonia, antiguo territorio de la URSS, que en enero de 2019 logró formar por fin un Gobierno de coalición mayoritario con cinco partidos políticos, el más débil de los cuales, Unidad (Vienotiba), paradójicamente recibió el puesto de primer ministro en la persona de Krisjanis Karins.
En Suecia, el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores gobierna en coalición con el Partido Verde. Y lo hace después de abandonar esa vieja costumbre, 50 años atrás, de gobernar en solitario con el apoyo externo de otras fuerzas políticas.
En Eslovaquia, el Gobierno es fruto de la alianza dispar entre socialdemócratas y conservadores, con el aderezo de la extrema derecha nacionalista y los liberales conservadores. En Polonia -donde este viernes ha dimitido el presidente del Parlamento por usar un avión oficial para viajes privados-, sin embargo, la coalición para poner en marcha el Gobierno es la suma de tres partidos de orientación ideológica de derechas.
Minorías reducidas
En el resto de los países que conforman la Unión Europa coexisten ocho países de gobiernos monocolores. Unos con mayoría, pero con apoyos externos -como es el caso de Grecia, Malta, Portugal y Dinamarca-, frente a los que lo hacen con absoluta minoría, como le sucede a Chipre -país en el que el presidente de la República puede decidir el jefe de Gobierno-, Reino Unido, Irlanda, y finalmente nuestro país, España.