Stanley, los centenarios termos para obreros que ahora triunfan entre las mamás pijas
- Fue fundada en 1913 por el inventor William Stanley jr. gracias a su conocimiento en soldadura
- La marca de termos herméticos pasó de facturar 75 millones en 2019 a 750 millones en 2023
- Las 'influencers' de EEUU transformaron estas botellas de complemento de trabajo a símbolo de status
Javier Calvo, Remo Vicario
Madrid,
La mayoría de las empresas que se crean acaban fracasando. Son pocas las compañías que superan los 3 años de vida, muchas menos las que llegan a celebrar con vida una década... y superar los 100 años roza el milagro. Alcanzar un hito así requiere, además de ofrecer un buen producto o servicio, tener una capacidad de adaptación infinita, anticipándose a las tendencias y respondiendo con agilidad a los desafíos. Muchas son las instituciones que se quedan atrapadas en las sombras de sus propios éxitos pasados.
Una empresa centenaria que ha demostrado una gran capacidad para pivotar y adaptarse a nuevas tendencias es Stanley, la marca de termos que, tras más de 100 años, no solo demuestra longevidad, sino que está viviendo su mejor momento.
La compañía surgió en 1913, gracias a una patente del inventor William Stanley jr, de un termo diseñado puramente de acero. Este prolífico creador registró más de 100 inventos, casi todos relacionados con la electricidad, y cuya repercusión llega hasta nuestros días. Y cuenta la leyenda que quería poder tomar café caliente a diario mientras trabajaba. Con esta necesidad en mente, aplicó los conocimientos adquiridos sobre soldadura para crear una botella con cierre hermético hecha con acero en lugar de con vidrio, que eran los disponibles hasta entonces, menos resistentes y con menos capacidad para conservar el calor.
Era un producto perfecto, que cumplía con su cometido: mantener la bebida interior a la temperatura deseada, ya fuera fría o caliente. La nueva botella de acero de Stanley se anunció por primera vez en 1915, y ese mismo año se creó la Stanley Insulating Company, en Massachusetts. Gracias al apoyo económico de su amigo William H. Walker, empezó a producirlas masivamente. Sin embargo, tan solo un año después, Stanley fallecía, y meses más tarde su socio.
El éxito
El producto, aunque los referentes de la compañía ya no estaban presentes, era bueno, así que en 1921 la marca fue adquirida Landers, Frary & Clark, especializada desde hacía décadas en utensilios de cocina de todo tipo. Fabricaban casi 100 botellas al día, que se habían vuelto muy populares. Agricultores, rancheros, excursionistas o deportistas se habían convertido en clientes habituales. E incluso se decía que había jeques del desierto que utilizaban las botellas de Stanley.
El éxito era tal que, incluso en plena Gran Depresión, abrieron una nueva fábrica en 1933, para poder abastecer toda la demanda. Hay que tener en cuenta que hasta 1960 no existió ninguna alternativa, ningún otro termo o botella que se elaborasen exclusivamente con acero.
Su fiabilidad estaba fuera de toda duda. Tanto que incluso fue utilizado por el ejército de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial: estaban presentes en infinidad de bombarderos durante las batallas aéreas, y eran especialmente apreciadas por su resistencia extrema y su capacidad para mantener caliente el café durante horas a gran altura, donde la temperatura bajaba por mucho de los 0 grados.
Complemento para obreros y excursionistas
Pero entre los que de verdad triunfó fue entre los trabajadores de clase obrera. Era un complemento habitual para fontaneros, camioneros, mineros, trabajadores de la construcción, electricistas... además de su eficiencia para mantener la bebida fría o caliente, con el agua o el café como principales protagonistas, se sucedían las historias legendarias sobre su resistencia. Caídas de cientos de metros, camiones pasando por encima, incendios... lo aguantaban todo, y mantenían el interior en perfecto estado. Los más atrevidos, además, presumían de llevar hasta 20 años usando la misma botella.
La marca fue adquirida en 1965 por Aladdin, una empresa especializada en fiambreras metálicas, fundada a principios de siglo, y que era líder de este sector. El objetivo de esta operación era consolidar su liderazgo, y lo consiguió. Posteriormente, en 1988, trasladó parte de la producción a Brasil, dando los primeros pasos en el camino de la internacionalización.
Una vía que exploraría aún más a partir de 2002, cuando la compañía fue adquirida por PMI, que trasladó su fabricación a China. Cuando los termos de Stanley cumplen un siglo, la empresa decide ir un paso más allá. Tras toda una vida enfocada en un público eminentemente masculino, empiezan a estudiar la forma de acercarse a potenciales clientas femeninas.
Con este objetivo, en 2016 lanzaron un nuevo producto, las Stanley Quenchers, también conocidas como Stanley Cup. Rompía con el clásico color verde de las botellas, conocido como Hammerton Green, para buscar nuevos tonos más llamativos. Además, lanzaron nuevos envases, de diferentes tamaños, que por ejemplo se podían introducir en el posa vasos del coche. Sin embargo, y pese al esfuerzo, fueron un fracaso, así que en 2019 estaban decididos a poner fin a esta nueva línea de productos.
Éxito en redes sociales
Cuando parecía un producto sentenciado, llegaron las redes sociales al rescate. Un grupo de madres, creadoras de contenido, estaban enamoradas del producto. Así que, cuando se enteran de que van a cortar la producción, encargan 5.000 botellas, pero con una condición: que tengan colores pastel. Las pusieron a la venta en una plataforma llamada The Buy Guide, y apoyándose en otras madres influencers, las vendieron todas en menos de una semana.
Tras este éxito, Stanley se replanteó toda su estrategia. La botella se había convertido en un éxito entre las influencers, que no dejaban de publicar contenido, haciendo publicidad para la marca, que supo aprovechar la oportunidad.
Empezó a lanzar nuevas botellas en más colores, que eran un éxito. Y ni digamos con las ediciones especiales, fabricadas en asociación con otras marcas, como con Target, que llegó a tener filas de gente esperando para comprar una versión especial de San Valentín. Botellas que, además, se revendía luego en internet por cientos e incluso miles de dólares.
Un episodio llamativo se produjo en 2023, cuando a una chica se le incendió su coche, que quedó totalmente carbonizado. Salvo su botella Stanley, que estaba en el posa vasos, y no solo estaba intacta, sino que la bebida interior aún se mantenía fría. El vídeo fue tan viral y lo vieron tantos millones de personas, que el dueño de Stanley decidió comprarle un nuevo coche. La publicidad para la marca no tuvo precio.
Con esta estrategia, Stanley multiplicó sus ingresos, que se dispararon de 75 millones en 2019, a más de 750 millones en 2023. Los termos Stanley ya no son un complemento para ir a trabajar o para salir de excursión al campo, se han convertido en un auténtico símbolo de status.