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La estúpida y genuina idea americana que casi levanta a toda una nación y termina con la inflación de los 70

  • Gerald Ford lanzó en 1974 la campaña "azota la inflación ahora"
  • La subida de precios era la principal preocupación de las familias
  • El plan fracasó porque no contaba con ninguna iniciativa concreta

Francisco S. Jiménez
Madrid,

En 1974, el trigésimo octavo presidente de EEUU, en un solemne discurso a la nación, declaró la guerra a la inflación y la calificó como el número uno de los enemigos públicos del país. Gerald Ford, el hombre de paja de Nixon, tenía un plan y no se iba a quedar solo en palabras. Lanzó una de las mayores campañas de marketing político de la historia para doblegar los precios. Por supuesto, terminó en fracaso.

La inflación en EEUU, por primera vez desde la II Guerra Mundial, superó el 12%, el paro comenzaba a golpear a las familias y la economía estaba inclinada sin remedio hacia una dura recesión. Las consecuencias del embargo petrolero de los países árabes de 1973 todavía hacían cimbrear los cimientos de la primera economía del mundo.

Los problemas económicos habían dado carpetazo a la Guerra de Vietnam. La expansión del comunismo pasó a un segundo plano. Y la subida de precio era la principal preocupación de las familias estadounidenses. Gerald Ford llegó a la presidencia de EEUU en agosto de 1974, en plan paracaidista, tras la salida por la puerta de atrás de la Casa Blanca de Richard Nixon, por un asuntillo de espionaje, que ha pasado a la historia, como el caso Watergate.

El nuevo presidente necesitaba un golpe de efecto, para romper con las malas noticias económicas. Todo el equipo de Ford estaba volcado en presentar un paquete de medidas anti-inflación. Dos meses después de asumir su nuevo cargo ya tenía un plan económico y, lo que es mucho mejor, un eslogan político espectacular. Su estrategia política iba a recaer sobre la campaña WIN (Whip Inflation Now), algo así como "azota la inflación ahora", en sentido literal, y, algo así como el Yes, We can de Obama, para el spin doctor de turno del ala oeste de la Casa Blanca de 1974.

Los asesores de comunicación y los publicistas de la época se pirraban por un acrónimo resultón. En el plan de Ford, había alguna medida seria, con el claro objetivo de contener el gasto de las familias y empresas para doblegar la dichosa inflación. Hablamos de subidas de impuestos para compañías y grandes fortunas. Así como recortes obligatorios en las importaciones de petróleo, decisiones dolorosas para un republicano, pero todo valía para luchar contra el monstruo de los precios. Pero el protagonismo se lo iba a llevar el espíritu WIN.

La inspiración de Borrell

La historia siempre se repite. Y la economía siempre tiene los ejemplos perfectos. La década de los setenta se ha convertido en el espejo donde mirar ante la creciente inflación. Durante más de una década parecía un fenómeno enterrado para siempre, pero tras la pandemia y, en pocos meses, ha puesto patas arriba al mundo que conocemos. A los más veteranos, que la han vivido de cerca en el pasado, no sorprendió el tono belicoso utilizado por Josep Borrell, el ministro de exteriores y casi de Defensa de la UE, cuando apeló a economía guerra y recomendó a los europeos bajar este invierno la calefacción, para doblegar a la inflación.

La puesta de largo de la campaña azota a la inflación fue el 8 de octubre de 1974 en el Congreso de EEUU. Ford, cuando abordaba el final del discurso, en el que se anunciaba iniciativas de calado, se giró a una cámara y dijo: "Ganar nuestra lucha contra la inflación y el despilfarro implica la movilización total de los mayores recursos de EEUU, todos debemos hacer lo posible para ayudar a producir más alimentos, cultivarlos, conducir menos y ahorrar en calefacción". Si esta intervención de Borrell puede parecer demasiado dramática, la de Ford tuvo nominaciones a los premios de teatro clásico.

Ford acarició con fuerza una chapa roja, que llevaba en la solapa, con letras en blanco, en las que se podía leer con dificultad por televisión WIN. "Este símbolo es el de una nueva movilización", comentó, mientras señalaba su pecho. "Llevo una sola palabra: WIN (ganar, en inglés) y hago un llamado a todos los estadounidenses para que se unan a una movilización masiva y la mantengan hasta que ganemos como nación". El 38º presidente de EEUU hizo llamamiento patriótico, como si el país hubiera entrado en guerra.

"Les digo con toda sinceridad que nuestra inflación, nuestro enemigo público número uno, destruirá nuestro país, nuestros hogares"

Si el discurso se hubiera alargado un poco más, lo mismo sí declara la guerra a un enemigo invisible. "Solo dos de mis predecesores han venido en persona a pedir al Congreso una declaración de guerra", y añade, "no lo haré". Pero a pesar de ello, Ford se puso en lo peor, como si EEUU hubiera sufrido otro ataque a Pearl Harbor. "Les digo con toda sinceridad que nuestra inflación, nuestro enemigo público número uno, destruirá nuestro país, nuestros hogares, nuestras libertades, nuestra propiedad y, finalmente, nuestro orgullo nacional, a menos que la azotemos, con tanta fuerza como a cualquier enemigo en tiempo de guerra".

Si hay curiosidad por el discurso, se puede comprobar que el presidente Ford sí menciona a Pearl Harbor. Lo hace para pedir unidad y sacrificio. La campaña WIN apeló al sentimiento patriótico de cada estadounidense para defender a la patria, pero la iniciativa estaba pensada para no parecer una imposición, sino un acto de constreñimiento voluntario y colectivo.

El país, en cierta medida, estaba cansado de soportar medidas de control sobre la economía para frenar la inflación. Las tasas superiores al 10% son propias de mediados y finales de los setenta, pero EEUU ya venía castigado con precios descontrolados desde la década anterior. Antes que Nixon, la Administración de Lyndon B. Johnson había presionado a empresas y sindicatos para evitar una escalada de precios y nóminas. Y el propio Nixon había topado los salarios.

Una idea increíblemente estúpida

Al discurso presidencial, se le unió la producción de millones de chapas rojas WIN para que circularan por todo el país. El mítico banquero central Alan Greenspan, por aquellos tiempos jefe del Consejo de Asesores del presidente, estuvo presente en las reuniones dónde se gestó el discurso y la campaña del azote. "Los redactores de discursos habían pedido millones de chapas rojas", cuenta espeluznado en su libro 'La era de las turbulencias'. "Estuve muy de acuerdo con las prioridades económicas del presidente, pero me horrorizó cómo planeaba abordar el problema de la inflación", explica. El equipo de Ford convenció al presidente para que adoptara el perfil de Roosevelt, en la antesala de la II Guerra Mundial, para pedir sacrificios a los estadounidenses, pero sin ser lo suficiente duro para imponer duras medidas.

Ford prefería dejarlo en manos de los propios estadounidenses. No solo las medidas de ahorro, también el fondo de las iniciativas. Si ha llegado hasta aquí y se pregunta por qué el artículo no encuentra iniciativas concretas, aquí tiene el motivo. La campaña WIN carecía plan de concreto. Era un cascarón, sin contenido. La idea era recoger que el programa prácticamente se autogestionara con las sugerencias de la sociedad civil. "Mi primera experiencia de medidas políticas en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca casi me envía de vuelta a Nueva York". Greenspan tuvo el privilegio de ver nacer un magno plan. "Fue una reunión de personal senior en la que el departamento de redacción de discursos presentó una campaña llamada Whip Inflation Now, WIN, como querían que se llamara y estaba basada en el esfuerzo de voluntarios y reuniones de ciudadanos para luchar contra el aumento de los precios", advierte en su libro Greenspan, que tachó la propuesta de una idea "increíblemente estúpida".

Algunos de los productos lanzados para promocionar la campaña.

¿Cuál fue la recomendación Greenspan? Por supuesto no lo cuenta. Pero el presidente Ford incluyó en su famoso discurso algunas de las iniciativas ciudadanas. Antes de la puesta de largo del programa WIN, diez días antes, también en el Congreso, pidió ideas a la sociedad civil en una sesión centrada en la subida de precios. Esa fue la petición oficial. En toda la prensa del país se publicó una especia de cartilla de alistamiento para reclutar boyscouts anti-inflación. Pero antes ya se había empezado a fraguar la campaña. A finales de septiembre, Ford ya había solicitado por radio y televisión, que los ciudadanos mandaran sus propuestas y la Casa Blanca había fichado a la periodista financiera Sylvia Porter, para publicar columnas en buena parte de los periódicos estadounidenses, con consejos para poner freno a los precios. También se encargaría de coordinar todo el ejército civil que combatiría a la inflación.

Por supuesto, el eslogan político pasó por las manos de afamados publicistas. Los asesores del presidente no conseguían dar con la tecla, recuerda el historiador y columnista de Bloomberg Stephen Mihm. Se habían quedado atascados en el concepto luchadores de la inflación, en inglés Inflation Fighters, que llevaba aparejado las siglas IF. Pero la idea fuerza, que debía acompañar a la palabra clave, perdía toda la intención por ser estructuras condicionales en el lenguaje Shakespeare. Finalmente, el equipo de asesores contrató a los Mad men de la agencia de publicidad Benton and Bowles, la firma de cabecera de Procter and Gamble para poner sus artículos en circulación, y que terminó "ganando" la partida con su juego de palabras.

El presidente menos listo de EEUU

Aquí conviene hacer un inciso importante, para tener en cuenta la personalidad del presidente Ford y entender por qué abrazó con tanto entusiasmo la propuesta WIN. Lo hizo con una ferviente fe. No perdía oportunidad de ponerle la chapa WIN a cualquier personalidad, incluido a George Harrison de los Beatles, en una visita a la Casa Blanca o lucir el acrónimo en bordados de un jersey, puesto para la ocasión en una foto familiar.

Ford ha pasado a la historia por ser el presidente que retiró las tropas de Vietnam, en una guerra perdida, que recibió de herencia política; pero también por ser el único estadounidense que ha asumido el cargo de vicepresidente y presidente a través la Vigesimoquinta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. Es decir, de rebote. Fue elegido por Nixon para que fuera el vicepresidente de consenso, después de entregar la cabeza Spiro Agnew, en un caso de corrupción, y terminó sustituyendo al propio Nixon. Para muchos era una especie de tonto útil del Partido Republicano. El expresidente Lyndon B. Johnson no se escondía cuando repetía que a Ford le costaba masticar chicle y caminar a la vez. Greenspan, amigo íntimo de Ford, casi terminó escribiendo de él que de tan bueno que era, era tonto. "Es la persona más honesta que he conocido", le recordó en sus memorias.

Ford presentando la campaña al 'Beatle' George Harrison y al teclista Billy Preston.

¿Por qué iba a salir mal el plan WIN, en la cabeza de presidente? La idea era tan descacharrante como la que tuvo la CIA para sacar al cuerpo diplomático estadounidense de la embajada de Teherán, en 1979, en plena revolución de los ayatolas en Irán. Y lo mejor de todo al principio fue todo un éxito. El New York Daily News recogía declaraciones del jefe de la campaña WIN, Russell Freeburg, en las que afirmó que su "pequeño equipo" recibía más de 1.000 llamadas telefónicas al día y 200.000 cartas dirigidas al presidente Ford. Las chapas comenzaron a inundar el país. Las llevaba el flamante gobernador de California de la época, un tal Ronald Reagan. Muchos supermercados utilizaban la imagen del círculo rojo en sus escaparates. Y a Ford no le importaba hacer un posado robado con su familia y un jersey con el bordado de WIN. Incluso, el presidente y la primera dama Betty Ford firmaron públicamente un compromiso para luchar personalmente contra la inflación. "Prometo a los estadounidenses que compraré, cuando sea posible, solo aquellos productos y servicios cuyo precio sea igual o inferior a los niveles actuales", declaró el presidente y destacó que la promesa se aplicaba especialmente a su esposa, "que gasta todo el dinero", recoge The Washington Post. El programa exigía el esfuerzo especial de las amas de casa.

El Comité de Acción Ciudadana para Combatir la Inflación, liderado por la reportera Porter, se reunió con el presidente Ford, pocos días después de su conocido discurso. El organismo estaba formado por ciudadanos, organizaciones civiles y empresas del sector privado, y tenía el valeroso objetivo de coordinar el "esfuerzo nacional para controlar la inflación y ahorrar energía", explican los documentos del Museo encargado de la figura del presidente Ford. El Comité solo se reunió una vez, pero le dio tiempo para que algunas de las empresas y personas implicadas elaboran merchandising muy loco sobre la campaña del azote a la inflación.

Las misivas al presidente Ford, en poco más de un mes, llegaron a cuatro millones de cartas y se pusieron en circulación más de 15 millones de chapas rojas. Pero el mismo acrónimo WIN, lo mismo valía para ensalzar el esfuerzo colectivo, que para hacer gracietas. La campaña y sus chapas murieron de éxito, como la canción del verano. Bob Hope, uno de los humoristas más populares de la época, hizo el descarnado chiste que fue el funeral de la iniciativa: "El presidente Ford apareció en la televisión para decirnos cómo podemos azotar la inflación y en media hora el precio de los látigos subió 50 centavos". Los enemigos políticos comenzaron a sacar chapas con acrónimos ingeniosos, como LOSE, o WIN, pero con otro significado: Where Is Nixon?.

Como todas las modas, la campaña fue enterrada en vida. "Casi tan pronto como Ford dio a conocer el programa WIN, se tambaleó, los críticos lo ridiculizaron como irresponsable y trillado, y a los pocos meses Ford lo abandonó, en parte porque una profunda recesión se apoderó del país, lo que convirtió a la campaña antiinflacionaria en la medicina económica equivocada", explica Yanek Mieczkowski, autor de 'Gerald Ford and the Challenges of the 1970s'. Desde la Fed de Atlanta, algunos de sus economistas lamentaban y recordaban que el fracaso de la campaña WIN se llevó por delante las medidas más serias de la Administración Ford.

En esos meses, también se presentaron iniciativas legales para mejorar la producción industrial, recortar la dependencia del petróleo y subidas de impuestos. Ford no logró convertir ninguna iniciativa en ley. Dilapidó su capital político, con la promoción del círculo rojo. También hay reconocer que si el monstruo de la inflación era grande en el 74, todavía lo fue más a final de la década. Hasta los ochenta, EEUU no pudo domesticar a la inflación. En marzo de 1975, Sylvia Porter, la periodista y cabecilla de los boyscouts de la inflación, escribió en el The Washington Post el epitafio de la campaña WIN. "Como acrónimo está muerto, que Dios lo bendiga".