Opinión

El oro brilla más que nunca: ¿vuelta al valor refugio o síntoma de desconfianza sistémica?

  • Muchas personas han comenzado a trasladar sus bienes más valiosos, oro, joyas, efectivo, fuera del hogar
  • El metal precioso ha superado ya los 3.300 dólares por onza, acumulando una revalorización del 26 % en lo que va de año
Lingote de oro

Seamus Fahy
Madrid,

En tiempos de zozobra, el ser humano tiende a volver a lo conocido, a lo que resiste el paso del tiempo y las sacudidas del presente. Y en este 2025, pocas cosas han brillado con tanta intensidad, literal y simbólicamente, como el oro. El metal precioso ha superado ya los 3.300 dólares por onza, acumulando una revalorización del 26 % en lo que va de año. No se trata de una moda ni de una burbuja especulativa. Es el reflejo de un fenómeno más profundo: una creciente desconfianza en los sistemas económicos y financieros tradicionales.

Lejos de la fiebre del oro del siglo XIX, la fiebre actual tiene su epicentro en otro tipo de incertidumbre. La económica, alimentada por la inflación persistente y las señales de recesión. La geopolítica, con tensiones abiertas entre Estados Unidos y China y una Europa fragmentada. Y la social, marcada por una pérdida de fe en las instituciones, los mercados y cada vez más en los bancos.

Lo significativo de esta nueva ola dorada es su transversalidad. Ya no se limita a grandes patrimonios o inversores sofisticados. Son cada vez más los pequeños y medianos ahorradores los que apuestan por el oro físico como fórmula para proteger su patrimonio. Y lo hacen, en muchos casos, no tanto por la esperanza de rentabilidad como por puro instinto de preservación. Frente a un sistema bancario percibido como frágil o desconectado de las necesidades reales de las personas, el oro vuelve a presentarse como un activo tangible, duradero y libre de intermediarios.

Esta tendencia se ve reforzada por el deterioro de otras alternativas tradicionales. La vivienda, por ejemplo, se ha encarecido hasta niveles que dificultan su acceso como refugio de valor. En regiones como Cataluña, la sobre-regulación del mercado inmobiliario ha empujado a muchos inversores a repensar sus decisiones. El oro, en cambio, ofrece portabilidad, liquidez y una historia milenaria como reserva de valor.

Pero junto al auge del oro emerge una pregunta inevitable: ¿Dónde guardarlo? Su atractivo es inseparable del riesgo que implica su posesión física. Y esa preocupación ha coincidido con otro dato alarmante: el incremento de los robos en viviendas. Solo en el último trimestre de 2024 se registraron más de 81.000 asaltos a domicilios en España. En provincias como Valladolid, Palencia o Salamanca, los aumentos interanuales superaron el 20 %, y en algunos casos alcanzaron el 45 %. La inseguridad no es una sensación: es una estadística creciente.

En este contexto, no resulta extraño que muchas personas hayan comenzado a trasladar sus bienes más valiosos, oro, joyas, documentos, dispositivos con criptomonedas o efectivo, fuera del hogar y del sistema bancario. Durante décadas, las cajas de seguridad eran un servicio reservado casi en exclusiva a la banca tradicional. Sin embargo, la progresiva reducción de oficinas y la eliminación de este servicio por parte de muchas entidades han generado un vacío que el sector privado ha empezado a llenar.

Desde The Vaults Group, hemos sido testigos directos de esta transformación. Lo que más llama la atención no es el volumen de nuevas contrataciones, sino los motivos que impulsan a los clientes. Miedo a un corralito, temor a un colapso financiero, desconfianza en el sistema. Pero también un deseo muy humano: dormir tranquilos sabiendo que lo más importante está a salvo, protegido por tecnología de última generación y sistemas de seguridad que operan las 24 horas, los 365 días del año.

Y no son solo particulares. Cada vez más pymes almacenan en cajas de seguridad documentos sensibles, liquidez, incluso respaldos físicos de información crítica. En un mundo cada vez más digitalizado, sigue existiendo, y probablemente existirá siempre, la necesidad de contar con espacios físicos donde la seguridad no se subcontrata ni se improvisa.

La demanda de cajas de seguridad no es una moda. Es una respuesta racional a una pérdida de confianza sistémica. Porque lo que se guarda en ellas no es solo valor material: muchas veces son años de esfuerzo, recuerdos irreemplazables o la tranquilidad ante lo imprevisible. El oro vuelve a brillar, sí. Pero su resplandor nos dice algo más que la cotización de una onza. Nos habla de una sociedad que busca certidumbre, control y autonomía. Nos recuerda que, cuando el sistema tambalea, el instinto no es especular, sino proteger. Y eso, más que una tendencia financiera, es una señal del tiempo que nos toca vivir.