Opinión
¿Y si hubiera que aplicar los aranceles a las operaciones financieras?
- A los propietarios europeos ya se les retiene hasta el 15% por los dividendos pagados en EEUU
Francisco Puértolas
Madrid,
Ante el carácter crónico del déficit por cuenta corriente de los EEUU, hace casi 25 años, economistas como Obstfeld y Rogoff defendían que el dólar se debía de depreciar al menos un 35%. De hecho, si nos centramos en el euro, estos déficits sistemáticos por cuenta corriente, provocaron que de una cotización de 0,85 dólares por euro a finales del 2000, se alcanzara a mediados del 2008 los 1,55 dólares por euro, es decir, una devaluación del 45%.
En el 2006 se coronó el máximo (6,0%) para ir reduciéndose hasta un intervalo del 2,2%-2,5% durante los años 2013-2019. Posteriormente, ha vuelto a elevarse hasta el 3,9% de 2024, apreciándose el dólar en los últimos años. El tipo de cambio lo determina la oferta y la demanda de dicha divisa la cual esté influida por las transacciones comerciales (un déficit provocaría que se depreciara), y por las financieras (la inversión directa en EEUU por parte del resto del mundo, o la mayor demanda de títulos financieros emitidos en EEUU apreciaría al dólar). Adicionalmente, que se considere un activo seguro, facilitará que se incremente la demanda de esta divisa como reserva de valor, cuando, por ejemplo surgen tensiones geopolíticas o episodios de remarcada incertidumbre.
Paralelamente, el déficit fiscal de EEUU se ha incrementado desde el periodo 2013-2019 (promedio del 3,9% del PIB) hasta 2024 (6,7%), que como nos recuerda la hipótesis de los déficits gemelos, normalmente van parejos. En la medida que la balanza pagos es un documento basado en la partida doble contable, un déficit por cuenta corriente se debe de compensar con un superávit de la suma de las cuentas de capital y financiera.
Por consiguiente, únicamente si resulta menos atractivo invertir en EEUU, mediante, por ejemplo, la implantación de un impuesto a las transacciones financieras aplicado a los extranjeros, la menor demanda de estos títulos causaría una depreciación del dólar, cuyo efecto positivo se percibiría en la reducción del déficit por cuenta corriente. Su implantación no sería sencilla, en primer lugar, porque se debería de diseñar algún mecanismo que dificultara esquivar que se realizara la operación mediante una compañía estadounidense (en el movimiento de capitales no existe una aduana como en la de productos tangibles), y en segundo lugar, podría afectar a los acuerdos de doble imposición internacional. Sin embargo, no podemos olvidar que actualmente a los dividendos pagados a propietarios europeos se les retiene ya un 5% o un 15%, dependiendo del porcentaje de propiedad que se detente.
Basándonos en los datos del BEA (perteneciente al Departamento de Comercio de EEUU), el saldo por cuenta corriente en 2024 registro un déficit de 1,13 billones (europeos) de dólares (3,9% del PIB), frente a ello el saldo neto de transacciones financieras frente a extranjeros fue, a favor de estos, de 1,27 billones (europeos). Más concretamente, refiriéndose a las acciones de empresas estadounidenses cotizadas, recientemente Goldman Sachs indicó aportando datos de la Reserva Federal que a principios de 2025, los inversores extranjeros poseían el 18% de las acciones americanas, frente a un 2% en 1960 o un 7% en el 2000. El mundo entero ha estado seducido por la seguridad de los Treasury Bills y si se inclinaban hacia la renta variable, por la gran revalorización de los índices bursátiles estadounidenses frente a los del resto del mundo (al cierre de 2024, la revalorización experimentada durante los últimos 10 años del Nasdaq fue un 300%, y si escogemos un índice más diversificado como el del Dow Jones fue de un 138%, frente a la del EuroStoxx 50 que fue de un 57%).
En definitiva, nos encontramos con otra contradicción entre variables "stock", como el ahorro, y "flujo", como el comercio, o entre la economía "financiera" y "real". El carácter positivo para una de ellas, puede ser negativo para la otra, y viceversa ("trade-off"). Evidentemente, la administración Trump no va a desalentar al sector financiero, y por otra parte, socialmente, es más atractivo implantar aranceles a los productos extranjeros con la finalidad de defender la industria nacional, a lo que se uniría una rebaja de impuestos que del único modo que se puede lograr, a la vista del gran déficit público, es rebajándolos a los ciudadanos, para, en cambio, subírselos, a las empresas foráneas. Mientras tanto, y sin tener que esperar mucho, veremos qué ocurre con la inflación y con un crecimiento del PIB menos sólido.