Opinión
La tragedia de la gota fría de Valencia
- Este es el momento de la solidaridad y no el de buscar culpables por la gestión de la DANA
Joaquín Leguina
La tragedia que la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha dejado caer especialmente en la provincia de Valencia no es nueva. Existen datos fiables desde el siglo XIV y quien escribe aún recuerda el desbordamiento del Turia en 1957, las muertes en el Vallès o la rotura de la presa de Tous. Quienes hoy aseguran que esta DANA es consecuencia del cambio climático deberían abandonar de momento la fe y avenirse a usar la razón.
A este propósito, el jefe de Climatología de la Aemet en Valencia, José Ángel Núñez, nos ha recordado varios de estos desbordamientos. Por ejemplo, el 23 de septiembre de 1517, día en que se produjo una catastrófica riada del Turia. Unas horas antes se produjeron precipitaciones torrenciales en las comarcas del sur y centro de la provincia, de forma que la crecida del Júcar provocó el derrumbamiento de cientos de casas en localidades de la Ribera como Sumacàrcer, Gavarda, Alzira o Algemesí. Las lluvias torrenciales de 1517 no solo afectaron a localidades de costa y prelitoral, sino que sus efectos también se sintieron en comarcas interiores de la provincia de Valencia.
Núñez escribió el pasado domingo:
"Los climatólogos trabajamos con un concepto que se llama periodo de retorno y que, en resumen, significa que cualquier fenómeno extremo que se haya producido en el pasado, se repetirá en el futuro. No sabemos cuándo, pero algún día volverá a llover como lo hizo en octubre de 1957. Desde la conquista de la ciudad en 1238 por Jaume I, se han documentado 11 riadas catastróficas en Valencia".
Ese mismo domingo, el gran escritor valenciano Manuel Vicent nos recordaba algo elemental:
"La tierra, el aire, el fuego y el agua son los cuatro elementos, que según Aristóteles, conforman la materia que te salva o te mata de forma irracional, pero también a veces según uno se comporte con ella. La tierra que te da de comer con sus frutos, puede aplastarte con un terremoto; el aire con esa brisa tan agradable que respiras puede convertirse en un huracán devastador, el fuego que arde en la chimenea es capaz de incendiar los bosques y el agua que bebes puede llevarse por delante tu vida con todos tus enseres".
Este es el momento de la solidaridad y no el de buscar culpables, pero llegará pronto el de aplicarse a evitar que otra DANA vuelva a matar y a destruir como ésta, para lo cual se deberá empezar por eliminar los errores del pasado.
Es evidente que las riadas antiguas buscaron su camino hacia el mar sin encontrar delante de sí casas a derribar y habrá que comenzar por ahí, por construir cauces y pasos que impidan el desbordamiento que la semana pasada se llevó por delante tantas vidas y haciendas. Y es que (son palabras de Manuel Vicent), "a lo largo del tiempo los cauces [de la riada] se fueron cegando debido a que el desarrollo económico le disputó su territorio, hasta el punto que en la servidumbre de paso del agua se han levantado pueblos, fábricas, autopistas e interpuesto millones de automóviles. Se trata de un desafío entre los hombres y la naturaleza. Está claro que contra la naturaleza no se puede".