Opinión

Salud financiera: semilla de crecimiento económico y social

  • Se trata de conseguir el estado de bienestar bajo una educación primordial 

Juan Carlos Delrieu, Cristina García-Mochales

En los últimos años hemos sido testigos de cómo el cuidado de la salud y la búsqueda del bienestar se han convertido en tendencia, acaparando la atención desde conversaciones privadas y titulares mediáticos al discurso político. Se vive más tiempo y se quiere vivir mejor; y –aparentemente– se sabe cómo hacerlo, entendiendo que "llevar un estilo de vida saludable" abarca mucho más allá que la salud puramente física. Se hacen grandes esfuerzos por tener una alimentación sana, dormir bien, descansar la mente y hacer deporte y, por fin, se ha empezado hablar abiertamente y a priorizar la salud mental como pilar fundamental para el bienestar. Sin embargo, en medio de esta fiebre contemporánea por el cuidado de las personas, la salud financiera sigue siendo una asignatura pendiente, siempre relegada a un segundo plano.

La salud financiera es mucho más que un concepto económico: es un factor determinante de la calidad de vida y bienestar de los ciudadanos. Ignorar su importancia es pasar por alto una de las principales fuentes de estrés y preocupación para las personas. ¿Acaso se podría priorizar la nutrición, el descanso y demás buenos hábitos, si se vive con la angustia constante de no llegar a fin de mes, o no poder hacer frente a imprevistos? Difícilmente. De hecho, de acuerdo con una encuesta del Observatorio del Ahorro Familiar en 2022, es alarmante que más del 35% de la población española se sienta financieramente insegura.

España, como mucho otros países de la UE no ha tenido nunca una elevada sensibilidad por las finanzas, pero la crisis económica del año 2008 fue un baño de realidad para las familias y empresas que sufrieron las consecuencias de una errónea gestión del dinero. En concreto, para los ciudadanos, la crisis dejó al descubierto dos problemas fundamentales: la falta de conocimientos básicos sobre finanzas personales –educación financiera– y la incapacidad de aplicar esos conocimientos en la práctica –manejo financiero– incluso entre aquellos que creían estar bien informados.

Europa respondió poniendo el foco en la educación, invirtiendo en recursos y desarrollando políticas para mejorar la comprensión de las finanzas personales. El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, con el apoyo más reciente del Ministerio de Economía, diseñaron el Plan de Educación Financiera con el fin de mejorar los conocimientos prácticos sobre finanzas de la población. Un plan que alberga múltiples iniciativas públicas y privadas lideradas en la mayor parte de los casos por el sector financiero. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo, los últimos resultados de la encuesta de competencias financieras publicadas por el Banco de España en 2021, revelan que hoy por hoy, la educación financiera sigue siendo una asignatura pendiente. Sólo el 19% de los españoles domina los conceptos financieros básicos, contestando correctamente a tres preguntas básicas sobre inflación, diversificación del riesgo, y tipo de interés compuesto. Una cifra que apenas ha variado desde 2016, lo que subraya la persistente brecha en educación financiera.

Pero el problema no se queda ahí. Si bien el conocimiento teórico es la base, la salud financiera se construye en la práctica, ya que contrariamente a lo que nuestro sistema educativo tradicional predica: con saber no basta. El concepto de salud financiera –la gestión eficaz del dinero– es una variable mucho más compleja, en la que factores subjetivos como el comportamiento, la planificación y el acceso, entran en juego.

Por lo tanto, aunque en España se debe seguir insistiendo en el desarrollo de capacidades y conocimientos financieros, es necesario evolucionar hacia una visión más completa en el que la formación se integre con la digitalización y el acceso, así como con aspectos más emocionales de las finanzas personales, como el esfuerzo, el pensamiento crítico o el consumo responsable con el propósito de asegurar que el conocimiento se traduce en buenas decisiones financieras.

El rendimiento matemático y las competencias financieras de los ciudadanos españoles, aunque han mejorado ligeramente, siguen estando muy por debajo de la media europea. Por lo tanto, para reducir la percepción de vulnerabilidad económica es necesario incorporar competencias financieras en la educación primaria y secundaria, ya que, en general, los países europeos que reflejan un mayor grado de bienestar financiero son también aquellos que presentan un elevado grado de alfabetización financiera.

En paralelo, y de forma más alentadora, la brecha digital que prevalecía en España a principios del año 2000 respecto a otros países europeos prácticamente ha desaparecido en la actualidad. Por tanto, la tecnología, más allá de presentarse como un canal de acceso a los servicios financieros ofrece un abanico de posibilidades para mejorar la alfabetización y fomentar hábitos y conductas saludables: desde plataformas educativas interactivas hasta aplicaciones que ayudan a gestionar los gastos y planificar el futuro financiero de los ciudadanos. El desafío, sin embargo, es abordar el uso de la tecnología para mejorar las habilidades financieras de los ciudadanos, sobre todo, en la población más envejecida, ya que son los que más se ven afectados por la disminución del acceso físico y enfrentan más dificultades para absorber esta transformación.

Es hora de aprovechar este potencial y construir un futuro en el que la salud financiera sea una realidad para todos. La salud financiera no es un lujo, es una necesidad y, por tanto, no se puede seguir ignorando esta pieza clave del bienestar. Es fundamental impulsar acciones y políticas públicas destinadas a mejorar los hábitos de ahorro de los ciudadanos y afrontar la educación cognitiva y no cognitiva, así como la digitalización, como herramientas fundamentales para ayudar a la población a mejorar la gestión de su economía, reducir el temor a afrontar gastos imprevistos, reducir la percepción de vulnerabilidad y aumentar su bienestar financiero.