Opinión
Macron encienda la mecha de una crisis de deuda del euro, y ya no puede apagarla
- Macron encendió la mecha por una mala gestión con la deuda pública y la renta variable
- Bajar la edad de jubilación y una actitud estricta con las importaciones en la agenda de RN
Matthew Lynn
Expondrá a la derecha a todas las presiones del cargo. Dividirá a una oposición díscola. Y dará a su partido la oportunidad de reconstruirse de cara a las elecciones presidenciales de 2027. No cabe duda de que el famoso e inteligente presidente francés Macron tenía en mente algún plan profundo cuando sorprendió a todo el mundo con su decisión de convocar unas elecciones anticipadas tras los catastróficos resultados en las urnas europeas del pasado 9 de junio. Y, sin embargo, a medida que el polvo se asienta, un punto ya está claro. Cualquiera que fuera el plan, le ha salido el tiro por la culata. Con el aumento del rendimiento de la enorme deuda francesa y el desplome de la renta variable, Macron ha encendido la mecha de una crisis de la deuda de la eurozona, y ya no podrá apagarla.
No era el resultado que buscaba. En las elecciones al Parlamento Europeo, el partido centrista de Macron Renacimiento se desplomó hasta solo el 14,6% de los votos, mientras que la formación de Marine Le Pen obtuvo más del 30%. Macron ha convocado ahora elecciones generales, que se celebrarán en dos vueltas, con las votaciones finales el 7 de julio, y parece seguro que perderá, ya que los sondeos de opinión muestran a la Agrupación Nacional de Le Pen muy cerca de la mayoría absoluta, con la Izquierda en segundo lugar, y los centristas de Macron relegados al tercero. De hecho, algunos sondeos muestran que Renacimiento quedará reducido a 40 o 50 escaños. Sería una humillación para Macron, dejándole cojeando en el cargo durante un par de miserables años, o bien dimitiendo como hizo Charles De Gaulle en 1969.
Es cierto que la política francesa es a menudo caótica, y que los partidos suben y bajan. Sin embargo, esta vez lo más preocupante es la reacción de los mercados financieros, que normalmente ignoran los tejemanejes políticos. El lunes posterior al 9-J, los bonos y acciones franceses se hundieron, y desde entonces no han dejado de caer. El diferencial entre la deuda pública francesa y alemana a 10 años, la medida clave del riesgo del país, experimentó su mayor repunte semanal desde 2011, justo al comienzo de la crisis griega. El CAC-40 cayó 6 puntos porcentuales en la semana, incluso cuando las bolsas mundiales alcanzaban nuevos máximos, y el mercado bajó otros 2,4 puntos porcentuales el viernes inmediatamente posterior a los comicios europeos. Las acciones de bancos como Societe Generale cayeron 11 puntos porcentuales en la semana, mientras que el euro cayó frente al dólar hasta alcanzar su mínimo en un mes, e incluso frente a lo que en París se ha descrito con sorna como el "Gran Peso Británico", se desplomó a su nivel más bajo desde 2022. Si lo sumamos todo, una cosa está clara. Nadie ha tocado todavía el botón del pánico, pero los inversores están empezando a salir.
No es difícil entender por qué. En realidad, la crisis de la deuda francesa lleva años latente. Su calificación crediticia se ha recortado dos veces en los últimos seis meses, siendo la única gran economía europea que ha sufrido una rebaja. La carga global de la deuda se ha disparado hasta alcanzar el 112% del PIB. Es el tercer país del mundo con mayor deuda pendiente, sólo por detrás de Japón y Estados Unidos, economías mucho más grandes y con moneda propia. No ha equilibrado su presupuesto desde hace 50 años, e incluso con la economía de la eurozona recuperándose de la pandemia, sigue registrando un déficit del 5,1% del PIB este año, muy por encima de sus previsiones.
Mientras tanto, su economía se ha estancado, con un crecimiento de sólo el 0,2% en el último trimestre, menos de la mitad del nivel de Reino Unido, que por supuesto es también una de las economías más débiles del mundo. Las agencias de calificación no tenían mucha confianza en la capacidad del ministro de Finanzas de Macron, Bruno Le Marie, para llevar a cabo los 20.000 millones de euros de recortes de gastos prometidos para el próximo año. Con razón, tendrán aún menos confianza en quien acabe siendo su sustituto.
La Agrupación Nacional que parece que va a formar el próximo gobierno puede calificarse de "extrema derecha", pero su programa no tiene nada de liberal en el plano económico. Ha prometido reducir de nuevo la edad de jubilación, situándola drásticamente por debajo de la media europea, poner barreras a las importaciones que equivaldrán a un impuesto a los consumidores franceses, y repartir subvenciones a manos llenas. En el pasado ha coqueteado con salir del euro, una medida que podría beneficiar a la economía a largo plazo, pero que sería catastrófica para los inversores. Muchos analistas, además del ministro de Finanzas, advierten de un momento Liz Truss, en referencia al desplome de los mercados que llevó a la destitución de la desafortunada primera ministra británica en 2022. En realidad, podría ser mucho peor que eso. Mientras que Truss fue sustituida rápidamente, un Gobierno de Le Pen recién elegido no será tan fácil de destituir.
¿Cómo respondería la Agrupación Nacional? Tal vez con controles de capitales, aunque sean ilegales dentro de la zona euro, o bien con una represión draconiana de los especuladores, o bien exigiendo que el Banco Central Europeo intervenga en el mercado con un programa masivo de compra de bonos, aun a riesgo de desencadenar una nueva ronda de inflación. Lo veremos a su debido tiempo. Pero una cosa es cierta. No hay buenos resultados. En realidad, Francia lleva años viviendo por encima de sus posibilidades, incluso más que el Reino Unido y que muchos otros países europeos, acumulando enormes deudas para subvencionar una economía en la que el Estado es demasiado grande y la asistencia social demasiado abundante. Ahora parece que el punto crítico llegará muy pronto. Con su precipitada decisión, el presidente Macon ha encendido la mecha de una nueva crisis de la deuda euro, que rivalizará, y tal vez incluso supere, el caos griego de 2011 y 2012.