Opinión

Sombras y riesgos de una opa hostil

  • Una fusión sólo merece la pena si la entidad resultante tiene menos costes y/o más ingresos
  • Los costes de reestructuración estimados son de más de 1.400 millones de euros

Francisco de la Torre Díaz

El pasado jueves, el BBVA lanzó una Oferta Pública de Adquisición (OPA) voluntaria y "hostil" por el 100% del capital de Banco Sabadell. El BBVA ofrece una acción nueva, derivada de ampliar su capital por 4,83 acciones del Sabadell. Esto es un canje, o en jerga, pagar en papelitos. Esto quiere decir que la eventual prima de los accionistas del Sabadell sólo se materializará cuando, en su caso, vendan las acciones del BBVA. Por otra parte, los actuales accionistas del BBVA verán diluida su participación. Pero, todo esto, con ser lo más comentado, es la parte puramente privada de la operación.

Sin embargo, hay importantes repercusiones públicas. Empecemos por el principio, el sector financiero está regulado, y la estabilidad financiera es esencial para el crecimiento de la economía. Esto, como sabe perfectamente el lector, no es sólo teoría, sino que los españoles hemos tenido que pagar una enorme factura para conseguir salir de la crisis financiera y garantizar un mínimo de estabilidad financiera. Según los últimos datos de la IGAE, el coste del rescate ya ascendía a más de 73.000 millones de euros, y seguirá subiendo, inevitablemente, en los próximos años.

Es cierto que ninguna de las dos entidades, ni BBVA ni Sabadell, fueron las que originaron con su pésima gestión este gigantesco desembolso de fondos públicos. Sin embargo, ambas entidades ampliaron su cartera, sus oficinas, y en términos generales su negocio, absorbiendo antiguas cajas que recibieron ingentes cuantías, como la CAM o Caixa Catalunya, nada menos que 12.000 millones de euros. En algunos casos, también recibieron, a cargo del contribuyente, Esquemas de Protección de Activos, es decir que si había problemas en la cartera de créditos adquirida (casi regalada), el contribuyente pagaba buena parte de la factura.

Las consecuencias fiscales, en forma de menos recaudación y más gasto público, no sólo una cosa lejana, sino que la seguimos padeciendo. Por ejemplo, en 2020, el impuesto de sociedades de las grandes entidades de crédito (grupos consolidados) salió a devolver. Los grandes grupos financieros ingresaron por este impuesto 308 millones de euros, pero solicitaron la devolución de 1.160 millones en activos fiscales diferidos, en jerga DTAs (que nadie había ingresado). El año pasado se produjo otra devolución por este concepto de 995 millones de euros. Los DTAs no se computan en el coste del rescate, pero son un aval a unas pérdidas de la banca que, como vemos, se producen con más frecuencia de la que parece.

Uno de los efectos de este proceso de "reestructuración financiera" fue la gran concentración de entidades que tenemos. Probablemente, fue la solución menos mala, pero tuvo otros efectos, además de un ingente desembolso público. Esto tiene diversas implicaciones muy relevantes que se verían muy acentuadas, si la OPA sale adelante y el BBVA adquiere el Banco Sabadell.

En primer lugar, esta operación hará más "sistémico" al nuevo BBVA-Sabadell. Si cualquiera de los tres grandes bancos en España tiene un problema, no hay forma de que sea adquirido por otra entidad. Además, la inyección de recursos públicos que se necesitaría llevaría a España a un rescate total. Esto tampoco es teoría, es lo que le pasó a Irlanda cuando cayeron sus dos grandes bancos. Y la situación fiscal de Irlanda era (y es) mucho mejor que la de España. Esto no parece nada probable, pero tampoco parecía hace unos años que el banco más rentable del mundo tuviese que se adjudicado unos años después por -2.000 millones, tras una gravísima crisis. Y eso pasó, como saben con el Banco Popular.

Muy relacionado con este carácter sistémico, está el problema de la concentración bancaria, especialmente grave en algunas zonas. En Cataluña, y en menor medida en la Comunidad Valenciana, estaríamos hablando de duopolio entre la nueva entidad y Caixabank. Esto supone un riesgo para la competencia. De hecho, la propia presidenta de la CNMC ha señalado que una eventual fusión estaría sujeta a "compromisos", es decir a vender activos, oficinas…

Otro problema adicional es la concentración de riesgos, que podría dar lugar a una contracción del crédito especialmente a las empresas. Si una empresa ha pedido créditos a ambos bancos el riesgo está repartido. Si el riesgo pasa a una sola entidad, la normativa bancaria obliga a "consumir" más capital. Además, y esto es lo más importante, las empresas tendrían una entidad menos a la que pedir crédito, lo que daría lugar a menos crédito y más caro. También habría aún menos competencia por los depósitos. Y los efectos de esta escasa competencia, ya los estamos sufriendo en España, país de la Unión Monetaria donde menos ha crecido la retribución de los depósitos con la subida de los tipos de interés.

Además de todo esto, tenemos el problema de los "costes de reestructuración", estimados en su oferta por el BBVA en más de 1.400 millones de euros. Esta cuantía es superior a la recaudación del gravamen bancario (de todas las entidades sujetas) que fue en 2023 de 1.263 millones. Además, como este coste se deduce en el impuesto de sociedades (en los bancos al 30% nominal, aunque el tipo efectivo es inferior), una parte significativa de este coste vuelve a ir a cargo de las Arcas Públicas. Si miramos la operación en conjunto, hay que tener en cuenta que los trabajadores que reciben la indemnización tributan muy poco en el IRPF (entre exención y reducción por irregularidad). Este tratamiento fiscal me parece correcto, pero está pensado para ayudar en una crisis, y aquí lo que favorecería es un importantísimo recorte de empleo cualificado, que es lo que se deriva de unos costes de reestructuración previstos tan elevados. Ambos bancos han pasado dos importantes expedientes de regulación de empleo en los últimos años, y ambos están en beneficios, con lo que esta importante reducción de empleo no parece muy justificada.

En general, una fusión sólo merece la pena si la entidad resultante tiene menos costes y/o más ingresos. Esto suele suceder si las entidades previas no tienen tamaño suficiente para ser eficientes. Pero ese no es el caso, de un gigante sistémico (BBVA) y un banco grande (Sabadell). En ese caso, el incremento del margen se fía al aumento de ingresos. Y si ya se tiene una elevada cuota de mercado, especialmente en mercados maduros como el español, entonces el aumento de ingresos sólo puede venir de aumentar los márgenes en el crédito, y/o disminuirlo en los depósitos. Y esto, obviamente, tiene repercusiones sobre la economía en su conjunto, no sólo sobre los accionistas de ambos bancos. Aunque, las restricciones de competencia que, en su caso, se establezcan afectarán, y mucho, al atractivo de la oferta, al ser en acciones y no en efectivo.

Habrá que esperar al obligado pronunciamiento de las autoridades de competencia, en una operación, que, en mi opinión, y más allá de los intereses de ambos consejos, y de los accionistas de ambas entidades, proyecta riesgos y sombras para muchos otros actores económicos, especialmente en Cataluña, que afronta unas elecciones decisivas el domingo.