Opinión

El impacto económico de no cuidar de la salud mental en las empresas


    Anabel Fernández Fornelino

    El cuidado de la salud mental ha empezado a preocupar a las empresas, lo que es una buena noticia porque hasta poco antes de la pandemia no solía estar en las agendas y sólo unas pocas compañías que estaban a la vanguardia abordaban los riesgos psicosociales asociados al trabajo como el estrés, la ansiedad, la fatiga o el desgaste laboral, conocido como síndrome de?burnout.

    Pero qué ha sucedido para que el cuidado de salud mental se haya convertido en una de las tendencias que las organizaciones están incorporando a sus estrategias de gestión responsable de sus equipos. En primer lugar, que la normalización del cuidado de la salud mental ha ido ganando notoriedad en la sociedad y ya no existe tabú a la hora de hablar de ella, lo que está contribuyendo a que las empresas integren en sus planes de Seguridad y Salud Laboral su prevención para fomentar el bienestar laboral de sus empleados. En segundo lugar, que las empresas han descubierto el gran impacto que tiene la inacción tanto a nivel económico como de capital humano.

    La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial 1.000 millones de euros. De este modo, los costes directos e indirectos de la mala salud mental de la población tienen un impacto negativo en el 4% del PIB mundial, según la OCDE, un porcentaje mayor que la combinación de enfermedades como el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias crónicas.

    Quizá porque se trate de la salud mental y no se haya hablado tanto de ella, pero el impacto de la salud mental es notorio y no lo podemos obviar. 300 millones de personas en el mundo sufren depresión, un trastorno que es la causa principal de discapacidad, como nos recuerda la OMS. O la pérdida de producción económica acumulada asociada con la salud mental en todo el mundo se proyecta en 16.300 millones de dólares entre 2011 y 2030, según datos del informe 2022 Global Health Care Outlook: Are we finally seeing the long-promised transformation? de Deloitte.

    No obstante, sigue resultando escaso que sólo el 3% del gasto en salud pública mundial se destine a la salud mental, aunque en España ese porcentaje ascendía al 5% en 2022, más teniendo en cuenta que la inversión en el tratamiento de la depresión y la ansiedad tiene un rendimiento del 400%, según la OMS.

    Más datos. Según la Encuesta Europea de Salud en España, aproximadamente el 12,74% de la población española ha sufrido algún trastorno mental en el último año y los más comunes han resultado ser la depresión, la ansiedad y los trastornos relacionados con el consumo de sustancias.

    Ante esta coyuntura las empresas se han dado cuenta que no pueden cerrar los ojos y tienen que abordar la prevención de los riesgos psicosociales en el entorno de trabajo, como, además, lo indica la normativa. Así, la prevención primaria resulta fundamental para que se pueda actuar antes de que los empleados puedan enfermar porque las patologías necesitan de ayuda médica.

    Si las empresas quieren integrar la salud mental en su gestión, primero tienen que realizar una evaluación de impacto psicosocial para analizar los factores de riesgo psicosocial y el estado de afectación de la salud psicológica de los empleados. Después es necesario potenciar el liderazgo saludable, facilitando herramientas que ayuden a gestionar el estrés mediante programas individuales de competencias y el autocuidado. Y, por último, el acompañamiento psicológico de los empleados, a través de programas de seguimiento con lo que las empresas podrán medir y evaluar los riesgos psicosociales de sus plantillas.

    Cada 10 de octubre, la OMS celebra el Día Mundial de la Salud Mental 2023 para recordarnos que es una cuestión de todos, también de las empresas porque necesitamos muchas más que se sumen a la gestión de los riesgos psicosociales para garantizar el bienestar de sus empleados en el trabajo. El retorno se refleja en la reducción del absentismo, descenso de bajas laborales, mayor compromiso de los empleados y mejora del clima laboral, así como en el aumento de la productividad. Los datos no engañan, pero si queremos contar con más empresas saludables será necesario cuidar de la salud mental de los empleados y ver la salud mental como un derecho humano universal.