Opinión

¿Qué nos ha enseñado la caída de Redsys al sector las finanzas y los usuarios en España?

    Pago con datafono. iStock

    Carles Marcos

    La caída generalizada en España de la plataforma de pagos Redsys hace unas semanas, utilizada por el grueso y principales actores de la banca tradicional, ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades y desventajas de un sistema que nos parecía invencible hasta la fecha. Empresas, comercios y usuarios vieron bloqueada su actividad transaccional a las puertas de uno de los días de mayor actividad comercial de todo el año, el Black Friday. Y como es lógico, el nerviosismo y las preguntas se apoderaron del personal.

    Redsys es el mayor procesador de pagos con tarjeta del mercado español. Esta plataforma da servicio a los principales bancos españoles, con más de 1,3 millones de datáfonos que hacen uso de esta tecnología. Si alguien realiza una operación de compra recurrente en su día a día por la vía del pago digital existen altas posibilidades de que sea esta la plataforma utilizada. Por tanto, los problemas y derivadas que generan una potencial caída o bloqueo de la red de pagos en la economía de cualquier país no conviene tomárselos a la ligera.

    Con este bloqueo y caída, hasta por dos veces, de Redsys nos hemos dado cuenta de que las finanzas reales, las de a pie de calle y el día a día, o son digitales o directamente no lo son. No concebimos ya el mundo ni nuestra actividad corriente sin el pago digital. Por tanto, debemos velar por el correcto funcionamiento de un sistema que, a mi juicio, no puede encontrarse en manos de unos pocos. La economía de cualquier país no debiera permitirse el bloqueo generalizado de su actividad corriente por un fallo ocasionado por una sola compañía.

    No hay ninguna duda de que herramientas como Bizum son imprescindibles y útiles para la dinamización y la adaptación de las finanzas corrientes a un sistema cada vez más digitalizado. Pero también conviene reflexionar sobre el riesgo que supone una dependencia excesiva del sistema en unas pocas herramientas controladas en su mayoría por la banca tradicional.

    Somos poco dados en España a mirar los modelos del resto de Europa, donde esta situación preocupa y ocupa desde hace ya algunos años. Muchos Estados se han dado cuenta ya de que resulta imprescindible velar por una mayor diversificación de este tipo de plataformas. Además de la consecuencia lógica de avanzar en la menor vulnerabilidad del sistema, abrir la puerta a nuevos actores permite también seguir avanzando en innovación y perfeccionamiento de la tecnología. Conviene que lo tengamos en cuenta.

    En un país donde la actividad del comercio electrónico presenta un alza trimestre a trimestre y la digitalización avanza cada vez a mayor velocidad, la vulnerabilidad del sistema consecuencia de un monopolio no puede ser una opción. Según datos de la Comisión nacional del mercado de Valores, en el primer trimestre de este año la facturación del comercio electrónico en España aumentó un 22,7% (19.175 millones de euros) con algo más de 363 millones de transacciones registradas. La actividad comercial por la vía digital es cada vez más frenética y todo apunta que no parará de aumentar, por lo que se precisa de urgencia un modelo abierto, ágil y no dependiente.

    Dada su implicación crítica para el correcto funcionamiento del sistema comercial de cualquier país, plataformas como Redsys cuentan con planes de contingencia adaptados y balanceados, pero a la vista está que no siempre funcionan. Las circunstancias más inesperadas suelen ocurrir y la dependencia única en un único proveedor de servicios suele ser mala compañera de viaje.

    De momento, el Banco de España ya ha abierto expediente informativo a la compañía. Pero a la espera de conocer los detalles de ese "apagón", y con independencia de los problemas técnicos que lo causaron, lo cierto es que nadie en la gran banca ni en el sector del comercio ha realizado una valoración oficial e institucional del alcance e impacto que ha tenido esta doble caída de la plataforma en la economía real de España. Todo un síntoma que no hace más que amplificar las dudas sobre un modelo que precisa de una actualización urgente.