La tormenta que se llevará miles de autónomos y pequeños empresarios
Amador G. Ayora
Putin libra dos guerras en el corazón de Europa, la geopolítica y la económica. La primera la está perdiendo, pero la segunda, probablemente, la gane. Los avances del Ejército ucraniano en la zona de Járkov han provocado un movimiento interno contra él por una parte del Kremlin. Hasta el mandatario chino, Xi Jinping, reconoce su preocupación por la marcha del conflicto.
Un portavoz de Exteriores ruso advirtió a Estados Unidos de que "enviando armas pesadas a Ucrania, lo único que hace es entrar en el conflicto". La línea roja marcada por Moscú para evitar una escalada.
Pero Putin mantiene sus opciones de victoria. Ha descartado una movilización general de la población al contrario que Zelenski, porque no lo necesita. Solo ha utilizado una quinta parte de sus Fuerzas Armadas en la operación especial sobre Ucrania.
En caso de que se viera acorralado y en graves dificultades, puede echar mano del resto de su Ejército, integrado por un millón de soldados. En última instancia, recurrirá a las armas nucleares tácticas, lo que provocaría una escalada de la guerra. La OTAN debería decidir, entonces, entre responder con el mismo tipo de armamento o desplegar fuerzas terrestres en Ucrania. Ambas opciones incrementarían las tensiones.
También hay algunos elementos para el optimismo: los retrocesos de Putin sobre el mapa ucraniano, en estos momentos controla menos del 20% de su territorio, han hecho desaparecer la amenaza expansionista sobre los países limítrofes, que existía al comienzo de la guerra.
Si no puede conquistar Ucrania, difícilmente se atreverá a poner un pie en Polonia, Moldavia o Rumanía. Suecia y Finlandia acaban de rubricar su entrada en la OTAN, a pesar de las amenazas.
Las reservas de gas alemanas están en el 85%, lo que le permitirá llegar hasta la primavera. Es verdad que hay visos de que el conflicto bélico sea largo, pero con una Rusia debilitada se abre la perspectiva de algún tipo de acuerdo antes del invierno del próximo año, al que Europa llegará con los almacenamientos agotados.
Asimismo, el frenazo chino, crece a la mitad de su potencial, y su influencia negativa sobre todo Asia contribuyen a que los precios del petrolero se mantengan por debajo de los 90 euros y quita presión al gas.
En el bando de la economía las cosas van peor que en el frente. La Unión Europea anunció medidas destinadas a contener el precio del gas. Nadie en el sector espera una rebaja sustancial, sino al contrario. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, influida por su paisano el canciller Scholz y los líderes de los países bálticos, no se atrevió a poner coto al gas ruso por temor a que Putin cierre el grifo completamente. La desunión europea es evidente en este asunto.
Para más inri, Von der Leyen adoptó el discurso socialdemócrata del canciller germano, al imponer una tasa a las empresas de combustibles fósiles, justo las que fueron las más perjudicadas por la pandemia. Bruselas enmendó, de paso, la plana a Teresa Ribera, que pretendía gravar los ingresos de las energéticas, en vez de los beneficios.
Es incierto que Europa vaya a recaudar 140.000 millones con estas medidas. Lo único garantizado son los 25.000 millones a las petroleras. El resto del dinero, lo ahorrarán los consumidores, pero no ingresará en las arcas comunitarias.
La tasa europea tendrá, muy probablemente, un efecto boomerang. Las empresas energéticas echarán el freno a sus inversiones o las desviarán hacia otros destinos. El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, estima que mientras nos asomamos a la recesión más de un billón y medio en renovables se mudará de Europa a Estados Unidos, donde reciben incentivos para instalarse.
Entretanto, el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, prevé ya una caída de los precios de los inmuebles por el encarecimiento de los tipos de interés. El inmobiliario, junto con el turismo, son los dos sectores que han tirado hasta ahora de la economía. Ambos se resentirán de manera significativa en los próximos meses.
Ni un euro de los 30.000 millones anunciados por Sánchez va en ayudas a empresas
La financiación es la tercera gran inquietud. Mientras Garamendi reúne a la plana mayor de la CEOE esta semana para lanzar la campaña de su reelección, los pequeños y medianos empresarios se sumen en la desolación y se sienten indefensos ante los constantes ataques del Gobierno y la falta de apoyos concretos.
Ni un euro de los 30.000 millones inyectados por Sánchez en la economía desde que Putin invadió Ucrania en febrero, fue a apoyar directamente a las empresas.
El presidente demoniza a las empresas al mismo tiempo que las utiliza como arma arrojadiza contra su principal adversario, Alberto Núñez Feijóo, por intentar lucrarse con la inflación, cuando para la mayoría es justo lo contrario, sufren un estrechamiento de los márgenes,
La polémica abierta por la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz sobre el precio de los alimentos básicos tiene dos colectivos entre sus grandes perjudicados: el pequeño comercio y los ganaderos y agricultores. Los topes que pide Díaz a las grandes superficies estrangularán a miles de pequeñas empresas y autónomos. El problema, como explica hoy elEconomista.es, está en la excesiva fiscalidad y burocracia, junto a la inadecuada supervisión de la cadena alimentaria.
Además, existe un creciente temor a que el fin de la moratoria sobre los concursos de acreedores desde el pasado mes de julio provoque un efecto dominó. Las quiebras crecieron el 15% en agosto y se espera una explosión en septiembre y octubre. Las empresas con proveedores al borde del concurso tendrán que contabilizar sus deudas como pérdidas cuando se produzca éste.
Para más inri, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha cerrado el grifo de las líneas abiertas durante la pandemia. La última extensión ni siquiera se ha puesto en marcha, probablemente por el temor a los impagos, que se incrementaron significativamente.
Los bancos endurecen en paralelo las condiciones de los préstamos, no solo por los intereses a cobrar, que más que se duplicarán a finales de año, ahora miran con lupa las insolvencias, con el Banco de España sobre su chepa, pidiendo a través de los medios que estrechen la vigilancia ante un previsible aumento de la morosidad.
El contexto político desincentiva, por último, a las entidades financieras a dar préstamos, con un gobierno empeñado en hacer partícipe a la banca de los costes energéticos que soportan los consumidores.
Con el gas disparado y sin visos de corregirse, la inflación rampante, el encarecimiento de los préstamos y las interrupciones de suministros de chips y de otras materias primas aún sin solucionarse, las empresas se enfrentan a la tormenta perfecta este otoño-invierno, a la par que son la diana de las diatribas de Sánchez.
No me extraña que cientos de miles de pequeños y medianos empresarios ó autónomos a los que el Gobierno había prometido ayudar, incluso con rebaja de los impuestos, estén descontentos y se sientan engañados en medio de la tempestad.
PD.-Después de los precios, el potro de tortura de las empresas serán los costes de financiación. El ascenso de la influyente consejera alemana, Isabel Schnabel, partidaria de una ortodoxia implacable contra la inflación, es una muestra de cómo los halcones toman poco a poco el control de la institución. La última subida del precio del dinero en 75 puntos básicos se tomó por unanimidad, cuando la propuesta inicial era de sólo 25 centésimas.
El ala ortodoxa de la institución monetaria sitúa los tipos de interés en el 4% a comienzos de 2024, para colocarlos cerca del nivel que se prevé que alcancen en Estados Unidos el próximo año. Eso significa que, en año y medio, el precio del dinero más que se duplicará.