Opinión

De la empatía a la mano dura, con Andalucía de por medio

    Pedro Sánchez.

    Víctor Arribas
    Madrid,

    Los resultados de las elecciones en Andalucía han obrado milagros insospechados hasta hace apenas diez días en la política española. El socialismo dejará de gobernar la Junta por primera vez en democracia gracias al primer entendimiento que parece serio de PP y Ciudadanos para unir sus fuerzas en beneficio de los administrados, cosa hasta ahora inédita en los accidentados simulacros de pacto de Rivera con Rajoy y Cifuentes.

    El otro gran escenario imprevisto es el cambio de posición del gobierno de Sánchez respecto a Cataluña. Hemos pasado de la empatía y la defensa vergonzante de los comportamientos provocadores del independentismo al palo y mano dura inflexible, incluyendo anuncios sobreactuados de intervención policial en las calles de las ciudades catalanas.

    Como reconoció Susana Díaz, Cataluña fue la tumba del PSOE en su región y el presidente parece haber entendido el mensaje de las urnas dando un volantazo a su actitud frente a Torra, Puigdemont y sus colaboradores. Bienvenido sea, aunque lo más negativo de este giro es constatar la facilidad con la que, una vez más, el jefe de gobierno muta su piel política en función de cómo sean las circunstancias, de por donde sople el viento. Se agradecería algo más de firmeza en unos principios claros que comparten la mayoría de los españoles, como Andalucía ha constatado.

    "Los mismos que toleraban, entendían, jusificaban y quitaban hierro a los desplantes, alzan ahora la voz para condenarlos"

    Ahora el Gobierno considera rechazable la actitud de la Generalitat, califica de insensato a su presidente y le acusa de llamar a la insurrección. Envía cartas al Palau con copia pública para los medios de comunicación con el fin de que vaya calando esta nueva postura, que dé tiempo a frenar la sangría de votos que se adivina, consecuencia de la estrategia apaciguadora anterior. Los mismos que toleraban, entendían, jusificaban y quitaban hierro a los desplantes, alzan ahora la voz para condenarlos con advertencia de envío de remesas policiales e intervención del control de los Mossos. ¿Qué ha ocurrido para que se obre este milagro?. Los altercados registrados hace pocos días ya los vimos en el aniversario del 1-O. Los CDR cortaron carreteras y vías férreas, impidieron como ahora la libre circulación de los ciudadanos ante una idéntica pasividad de la policía autónoma. Entonces no se habló de Eslovenia, pero tuvimos que escuchar una parecida incitación a la violencia cuando el presidente catalán animó a los radicales a "empujar" contra el sistema al que odian.

    No. Nada de esto es nuevo. Lo que difiere de la anómala situación anterior es Andalucía y el batacazo de Sánchez, uno más, en las urnas. Ahora se planteará sin duda la aplicación del artículo 155 de la Constitucion, pero tendrá muy complicado explicar que no será por puro interés ni partidista ni personal. Ahora tal vez escucharemos a sus ministros decir lo que quieren oir los apestados votantes de Vox, a los que ya se ha colocado en algunos programas televisivos el cartel de "se busca" para señalarlos y estigmatizarlos por su libre elección democrática. Tal vez por obra de este nuevo escenario se pidan incluso disculpas por semejante aberración que fulmina la tan precaria ética periodística.

    Y mientras tanto el ejecutivo es hoy presa de su propia deriva con relacion a la intentona independentista. Tendrá que celebrar el Consejo de Ministros de la próxima semana en Barcelona por los absurdos compromisos adquiridos durante los escasos meses de acercamiento al separatismo antiespañol. Y el ambiente se caldea hasta hacer inconveniente una cita que ya difícilmente tiene marha atrás.