Opinión
Gay de Liébana: la categoría de un economista
Javier Santacruz Cano
Tal como recogió hace unos años mi maestro Juan Velarde a propósito del "papel de nuestros economistas", un destacado economista español, Luis Olariaga, caracterizaba de una forma muy nítida el papel que debían jugar los economistas. Concretamente, Olariaga subrayaba la necesidad de que los economistas hicieran lo posible por resolver "el drama social", sirviendo para hacer a los ciudadanos más felices que si no existiera la profesión económica. A esto dedicó una parte no menor de su vida el profesor José María Gay de Liébana, teniendo la generosidad de compartir sus conocimientos y competencias con la sociedad a través de los medios de comunicación.
Especialmente en los malos tiempos de nuestra economía, José María se posicionó como uno de los economistas más activos a la hora de dar consejos prácticos para gestionar las crisis, la necesidad de hacer reformas estructurales profundas y la exigencia permanente a los diferentes Gobiernos, fuera cual fuera su signo político, de tomar medidas que favorecieran la creación de riqueza, la apertura al exterior y una genuina defensa de la competencia como la clave para tener cada día mejores servicios a costes más bajos.
Nunca lo llegué a hablar directamente con José María, pero no creo que estuviera en desacuerdo si destaco la dificultad y en muchas ocasiones la ingratitud de hacer divulgación activa de la economía en medios de comunicación y foros públicos. Sin embargo, nada hay más gratificante que contribuir a una mejor información, a crear un mejor criterio y ayudar a la toma decisiones de nuestros conciudadanos. Esta y no otra es la verdadera vocación de un economista, algo que nuestro profesor supo encarnar durante décadas.
No es precisamente fácil convertirse en un referente para entender la economía de nuestro país cuando vienes de un área de especialización como el de la contabilidad financiera. Sin embargo, su cabeza amueblada entre balances, cuentas de resultados y memorias le permitió a José María alzar la voz allá por el inicio de la crisis financiera de 2008 poniendo cordura a tendencias que ya entonces se revelaban fuertemente peligrosas como la sostenibilidad de la deuda pública, la carga sobre las generaciones futuras, los problemas que genera la falta de respeto al presupuesto público y la indisciplina de los gestores públicos con el dinero del contribuyente.
No muchos compañeros le siguieron entonces. Bajo la misma óptica de un análisis tan importante como conceptualmente sencillo de activos y pasivos compartió sus planteamientos Alberto Recarte en su "Informe Recarte", probablemente uno de los libros cruciales de la crisis de 2008 que aún hoy sigue teniendo vigencia. El problema de la deuda, lejos de hacerse más pequeño, se ha hecho aún más grande y bajo el espejismo de los tipos de interés bajos, pasa por ser una de las bombas de relojería de la economía española de los próximos años.
Concordaba con mi también maestro David Taguas que los españoles estamos 'casados' con la deuda y con el gasto, y nos divorciamos hace muchos años del ahorro. Esa inestabilidad estructural de la economía española conseguimos empezar a amortiguarla gracias al enorme esfuerzo de las empresas medianas y grandes que desde 2010 se echaron masivamente a la exportación para sobrevivir y ganar nueva demanda fuera y escapar de una profunda crisis nacional. Sin embargo, la deuda pública no ha parado de crecer, la presión fiscal sobre las rentas de las familias también ha seguido creciendo y, por tanto, las posibilidades de producción de la economía española se han visto limitadas.
Aunque sus predicciones negativas en materia de paro, déficit y deuda se hayan ido cumpliendo a lo largo de los años sobre el comportamiento de la economía española, José María era todo lo contrario de un 'economista lúgubre'. Optimista por naturaleza, sabía discernir en qué momentos un mensaje positivo tiene una influencia real sobre los ciudadanos y cuándo es necesario decir las cosas de manera cruda y descarnada para asumir las verdades y no ocultarlas. Varias generaciones de economistas nos hemos criado bajo la 'doctrina Fuentes Quintana' en Economía, la cual puede traducirse tranquilamente en la vida real a través del viejo dicho "más vale una vez colorado que ciento amarillo". Asumir cuanto antes lo negativo y cortar por lo sano cuando se debe, es quizá una de las grandes lecciones que Fuentes dio y que las generaciones siguientes hemos aprendido.
Para conseguir la 'felicidad' de la que hablaba Olariaga no vale el discurso buenista, con independencia de dónde éste se aplique y aunque pueda ser muy incómodo. Un terreno donde José María batalló durante años fue el del fútbol, una afición compartida a pesar de equipos y ciudades diferentes, pero con una relación históricamente estrecha. Precisamente, el empeño era profesionalizar el sector, modernizar la gestión y aplicar las buenas prácticas financieras y contables para asegurar la sostenibilidad financiera a medio y largo plazo. En una industria donde lo que importa es la liquidez y no la rentabilidad (la gran mayoría de equipos está permanentemente en pérdidas operativas) es un campo minado por la dejadez y la mala gestión.
José María merece un homenaje y reconocimiento por parte de los compañeros, pero también por haber sido un gran compañero de viaje en los medios. Descanse en paz, querido profesor.